Jorge Morelli
Estruendo mudo
Ante el nuevo “baguazo”, en Requena
En la presentación del nuevo gabinete ante el Congreso, ayer se daba por descontada la aprobación de la confianza. Básicamente porque a nadie le quedan ganas de seguir moviendo el bote. Pero seamos crudos: en el discurso sobre la economía ha habido un retroceso o, más bien, una recaída. Luego de la accidentada negación de confianza al gabinete anterior, el Gobierno no se atreve ya ni a hablar del papel del sector privado en la reconstrucción de la economía. El “modelo económico” que trajo prosperidad al Perú ha sufrido otra derrota –tal vez la final– a manos de la demagogia.
En la atmósfera enrarecida de hoy, la expresión “crecimiento económico nunca más a espaldas del pueblo”, pronunciada por el premier, significa que la premisa del pensamiento oficial ahora es que el crecimiento incrementa la desigualdad. De allí que enfatice el papel principal de la inversión pública en la economía.
La referencia a la “economía circular” es otro indicio de lo mismo. Es la nueva ideología de moda. Poco es lo que el Perú puede hacer contra el cambio climático, porque su economía no tiene el tamaño suficiente. Mucho podría hacer, en cambio, para combatir sus consecuencias con la innovación de la tecnología preincaica para poner diez mil millones de metros cúbicos de agua dentro de los Andes (o de los Himalayas, si vamos al caso). Pero no. La megalomanía ideológica prevalece sobre la sobriedad y el pragmatismo.
Peor aún, el silencio absoluto del discurso sobre el nuevo “baguazo” en Requena, donde han muerto tres personas sin que nadie lo diga, y el conflicto no resuelto en Espinar y el Corredor Minero sin un “estruendo mudo”, como diría César Vallejo. No hay diálogo, hay abdicación ante la fuerza bruta; como no hay negociación sino capitulación del Gobierno ante la demagogia del Congreso. Ni autoridad política, ni libertad económica, ni igualdad de oportunidades. Lo que hay es bipolaridad: megalomanía e indolencia al mismo tiempo. Sustitución de hechos por palabras.
Un último ejemplo: se habla, por un lado, de reforma de la justicia; y por otro, de reforma política. Y resulta que la reforma de la justicia se limita a la revisión del rol de la Academia de la Magistratura para instaurar la meritocracia, y a la digitalización (con expedientes electrónicos). Y del otro lado, la reforma política consiste solamente en reforma electoral: voto preferencial e inmunidad parlamentaria. Ni asoma la sospecha de que la reforma de la justicia fracasa una y otra vez precisamente porque solo puede hacerse si es parte de la reforma política, que no es solamente electoral, sino del sistema de gobierno para rediseñar el equilibrio entre los tres poderes.
El premier Martos ha dicho que su gestión se concentrará en vencer la pandemia. Habrá cumplido su papel con creces si tiene éxito en ello, algo que todos deseamos.
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