Nicolas Nadramia
Es nuestra culpa
El triunfo electoral de Alberto Fernández en Argentina
¿Qué más se le puede añadir a la noticia importada desde argentina, donde el pasado domingo Alberto Fernández ganó en primera vuelta las elecciones? Ya se ha dicho que el Grupo de Lima ha perdido un aliado crucial en la lucha por la democracia en Venezuela, también que el kirchnerismo está de vuelta y tendrá sed de revancha por las políticas aplicadas por su antecesor (de buena o mala manera). Y como la cereza del pastel, vemos las primeras reacciones: anuncian que limitarán la compra de dólares para tener una transacción moderada, y Bolsonaro ha opinado que los argentinos eligieron mal.
No podemos ocultar nuestra preocupación por nuestro país hermano; sin embargo, no podemos negar lo siguiente: lo mejor que le ha podido pasar al peronismo –y por ende, a Nicolás Maduro– es que Macri ganara las elecciones del 2015. El país quebrado por las deudas económicas, la elevada inflación, el tipo de cambio controlado y los servicios básicos (como la electricidad) subsidiados, terminó peor: la pobreza aumentó de 30% a 35% de la población, cinco puntos porcentuales que vienen a ser 2.21 millones de personas que atravesaron ese umbral, haciendo la matemática rápida. Luego la inflación acumulada pasó de 40% al 54.9%, la deuda pública pasó el 80.7% del PBI y el tipo de cambio, a pesar de haber sido liberado, pasó de ser 15 pesos por dólar en el mercado negro durante el 2015 a 56 pesos por dólar, estando ya liberado, hasta antes de estas elecciones. Con todos esos datos –guste o no– los peronistas tuvieron el discurso perfecto para seducir a la masa y volver al poder, dejando a Macri y al oficialismo sin argumentos sólidos para llegar a convencer.
Seguimos convencidos de que Macri debió hacer buena parte de las acciones de golpe, tal como lo realizó Fujimori en 1990 con el shock. No bastaba con quitar los subsidios a la electricidad ni liberar el dólar, había que recortar los ministerios, privatizar, por ejemplo, aerolíneas argentinas, reducir el poder de los sindicatos, los impuestos y el gasto público (el cual rodea el 40% del PBI) y el déficit fiscal (que, como sabemos, debe ser una cantidad muy baja o nula para crear estabilidad y ahuyentar la inflación creada por exceso de demanda). En lugar de eso se optó por el gradualismo, con el fin de que la población no sienta de golpe el shock que se requiere para limpiar el desastre económico causado por Cristina y Néstor desde el 2003 hasta el 2015. Pero el plan no dio resultados rápidos y terminó con resultados negativos.
¿El pueblo argentino no aprende? ¿A los latinos nos gusta sufrir? ¿Todo sigue bajo el plan conspiranoico por parte del Grupo de Puebla? Son preguntas que muchos se hacen hoy en día, pero sabemos que la gran mayoría de los seres humanos no somos racionales para votar, sino que nos dejamos llevar por nuestras emociones, tanto para votar por un partido tan a la izquierda como el Partido Comunista como uno de ultraderecha, como el de Bolsonaro o Vox. Esto nos hace reflexionar y nos da la respuesta de que, en este caso específico, es nuestra responsabilidad. Macri llegó con un mensaje completamente renovado que tuvo la idea de volver a crecer, reducir la inflación lo más que se pueda y mejoras en infraestructura en caso llegase al poder.
Pero nada de lo dicho lo logró, y terminó devaluando el peso más de lo que ya estaba, ya sea por la falta de coraje o por la influencia negativa de Marcos Peña y la oposición, que controlaba a la mayoría del parlamento. Evidentemente, con la moneda más devaluada que antes, la pobreza en aumento y sin mejoras percibidas por la población, es claro que las clases más bajas y medias estarán con la idea de que “se vivía mejor antes” o “no cumplió con nada, todos son lo mismo, pero al menos el otro sí hace”, mirando todo al corto plazo. No justifica el “roba pero hace obra” como lo tenemos tan familiarizado en nuestro país, mas si explica esa frustración.
Está claro que la situación política y económica de Argentina no va a ser para nada buena al inicio, y se tiene el temor de que termine ocurriendo un escenario muy parecido (e incluso peor) que el vivido en el año 2001: se tomó el control de los bancos para controlar la inflación, cosa que llevó a masivas protestas, saqueos de supermercados y la declaración del “estado de sitio”, para controlar la situación, por parte de Fernando de la Rua, quien un día después tuvo que dimitir a causa de que el país era insostenible, llegando a niveles de violencia incontrolables. Luego de visualizar todo lo que ocurre en la región, acá, en el corto plazo, no estamos tan mal como afirman algunos.
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