Entre el vivir bien y el buen vivir

En la actual coyuntura política, caracterizada por la campaña electoral para elegir representantes al Congreso de la república, somos testigos de una serie de propuestas. Muchas de ellas carecen de sentido, al estar orientadas a la realización de actividades que corresponden a funciones de gobierno local o regional y del Ejecutivo; lo cual evidencia la improvisación de los aspirantes a cumplir funciones legislativas, fiscalizadoras y de representación. Lo señalado adquiere signos de gravedad cuando ingresamos al terreno de la confrontación de ideas y posiciones sobre asuntos de trascendencia, vinculados con el fortalecimiento o debilitamiento de la democracia. 

De allí que resulte necesario evocar históricamente las comportamientos políticos marcados por experiencias sociales y culturales que muestran una especie de balance entre el interés personal y el colectivo, evidenciando opciones vinculadas con el individualismo o colectivismo, ambas con características contrapuestas. Este antagonismo fue tomando cuerpo en términos de discrepancias, al cimentarse en teorías convertidas en ideologías motejadas con los términos derecha o izquierda, que en la pobreza ideológica sirven aún de paradigmas.

Importa señalar que el individualismo avala que la vida pertenece al individuo, que su derecho inalienable es vivir conforme lo desee. En consecuencia, corresponde actuar según sus personales criterios y perseguir sus propios valores. Entre tanto, el colectivismo o comunitarismo asume que la vida del individuo no le pertenece a él, sino al grupo o sociedad de la cual solo es una parte, por tanto aboga anteponer las necesidades de la comunidad a los deseos del individuo.

Otro elemento en esa disparidad de ideas es el relacionado con la economía. Bajo la ideología individualista subyace la aceptación del sistema de mercado y de la libre empresa como forma óptima de organización económica, Mientras que en el colectivismo toma cuerpo la economía de Estado, que debe controlar el mercado normándolo o asumiéndolo directamente. Entre estos dos “extremos” se ubican pensamientos que tratan de “utilizar” lo mejor de cada uno.

Como país, hemos vivido experiencias de estas dos vertientes y visto resurgir en momentos de elecciones propuestas engañosas. Por ello lo mínimo que podemos exigir a los candidatos es la coherencia entre su verbo y sus acciones personales o colectivas. En esa dirección, resulta grotesco que individuos cuya vida es opulenta digan representar los intereses de los más necesitados. O que otros intenten confundir el vivir bien de ellos, con el buen vivir del resto.

La lucha contra la corrupción y la argucia reclama cercanía entre ética y política. Por ello, a los candidatos autodenominados izquierdistas debemos recordarles que el "buen vivir" está relacionado con el logro una vida armónica, equilibrada, sustentada en valores, en la realización de las personas de manera colectiva. Y que la polarización entre modelos liberales o estatistas y su pretensión de cambiar la esencia económica de la constitución en su capítulo económico, resulta hoy un engaña muchachos. Sobre todo cuando sobran ejemplos de países exitosos con ideología comunitaria y praxis económica de libre mercado, como Rusia, China, Albania, Corea y Vietnam. También están las fallidas economías de Estado, como Cuba, Venezuela, Bolivia.