Dante Bobadilla

El turno de los luchadores de la salud

En la búsqueda de mercados “justos y perfectos”

El turno de los luchadores de la salud
Dante Bobadilla
01 de febrero del 2018

 

La mentalidad política se encuentra estancada en el mismo agujero hace décadas. Los cambios revolucionarios de los noventa —que nos libraron de la carga onerosa de las empresas públicas, achicaron el aparato del Estado y establecieron una economía de mercado— fueron una circunstancia especial y única de la historia. No volverá.

Desde entonces todo lo que hacemos es remar en el sentido contrario, como si estuviéramos ansiosos de volver a las épocas de crisis. Algunos sueñan con una nueva Constitución que nos regrese al modelo fracasado. Lo único nuevo es el lenguaje que usan. A los que pregonan la creación de la sociedad perfecta mediante el igualitarismo ramplón, se han sumado quienes pretenden el mercado perfecto a través de la regulación.

Unos y otros propugnan la intervención del dios Estado para que nos proteja con su santo manto de todos los males y perversiones de una sociedad libre y abierta. Incluso de nuestras propias taras y limitaciones, como el no saber leer una etiqueta antes de comprar, no evaluar una universidad antes de elegirla o sembrar papa sin advertir el requerimiento del mercado. ¿Para qué asumir una responsabilidad individual si el Estado nos puede proteger? Es el clamor popular y la promesa de todo buen demagogo presto a hacer leyes intervencionistas y a levantar nuevos templos al dios Estado, con nombres como “superintendencia”.

A raíz de una fusión empresarial en el mercado de farmacias volvemos a oír los gritos destemplados de quienes piden regular el mercado, con el argumento de que “no es perfecto”. Como si el Estado lo fuera, o como si las regulaciones consiguieran alguna perfección en algún lado. Que alguien nos diga qué regulación ha dado resultados. Lo que quieren, dicen, es proteger al consumidor. Nadie sabe qué pasará en el mercado de farmacias, pero ya se pusieron en el peor de los escenarios.

Ese es el pensamiento tradicional de nuestra clase política, fiel reflejo de nuestras actitudes habituales de animadversión a la empresa privada y afección por el Estado. Acá han convertido a la empresa, el afán de lucro y los intereses económicos en perversiones dignas de delincuentes, taras que se deben criticar y combatir. Incluso se piden leyes para penar el afán de lucro en la educación, por ejemplo. ¿Cómo un país puede lograr el desarrollo manteniendo esas actitudes tan primitivas?

Ahora todos los demagogos se llenan la boca con la defensa de la salud. Si tanto les preocupa la salud del pueblo ¿por qué no se ocupan de solucionar el tremendo problema de Essalud, cuya degradación es imparable. También es un monopolio de seguros de salud para los trabajadores, obligados a aportar a ese sistema fracasado, aunque no lo use ni lo desee. ¿Por qué no exigen con Essalud las mismas libertades que piden en el caso de las AFP?

Por un lado hacen guerra contra las AFP pidiendo más opciones de ahorro, pero no dicen nada contra el monopolio abusivo e inservible de Essalud, de la que nadie se escapa de aportar, y donde hay que esperar veinte días por una cita y seis meses para cubrir un tratamiento menor, de cita en cita. Se quejan de las farmacias, pero callan ante la falta de medicinas en Essalud, donde carecen de reactivos para varios tipos de análisis. Y ya no hablemos del desastre del Minsa.

Hay pues toda una hipocresía en la supuesta defensa de la salud y en la lucha por los mercados “justos y perfectos”. Mientras sigamos con esta miopía de tolerar todas las arbitrariedades y carencias que comete el Estado en educación y salud, para solo dedicarnos a combatir a la empresa privada cada vez que salta algo, no hacemos más que perpetuar la injusticia, la inequidad y la farsa disfrazada de lucha por el pueblo.

 

Dante Bobadilla
01 de febrero del 2018

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