Dante Bobadilla

El rollo anticorrupción

El rollo anticorrupción
Dante Bobadilla
04 de febrero del 2016

Candidatos sin ideas para combatir corrupción

Extraño y penoso resulta que los candidatos sean convocados nuevamente para hablar sobre lo mismo: la lucha contra la corrupción. ¿Acaso esperan que digan otra cosa? Hay muchos otros temas sobre los cuales deberíamos exigir a los candidatos un pronunciamiento claro, como por ejemplo, el desmesurado crecimiento del Estado que ya bordea los dos millones de empleados públicos, la persistente informalidad del 70% de la economía que nadie soluciona, el fracaso de la educación pública que no se resuelve con mayores presupuestos, el deterioro de los servicios de salud, la creciente inseguridad ciudadana, etc.

La corrupción debería ser un tema que la Contraloría exponga para ilustrar a los candidatos en lugar de pedirles planes a ellos. Todo lo que podemos esperar de los candidatos es demagogia e ideas extravagantes. Por ejemplo, crear nuevos monstruos burocráticos con nombres tenebrosos y, peor aún, instalados en palacio de gobierno, como ha propuesto uno. Los problemas no se resuelven con retórica, conjuros mágicos ni con más burocracia.

La corrupción es bastante simple de explicar. En primer lugar se debe a la facilidad que brinda nuestro sistema político para que cualquier saltimbanqui ingrese a administrar el aparato público. Gran responsabilidad tiene la cacareada ley de partidos políticos promulgada con bombos y platillos en el 2003, en plena fiebre legislativa de ilusos que creyeron que todo se resolvía con maravillosas leyes y burocracia en organismos de nombres pomposos; pero casi todas esas leyes acabaron en el tacho de basura, como la de regionalización. Lo peor de todo es que nadie se atreve a enfrentar los problemas reales. Siguen apostando a mitos ideológicos como la descentralización y  democratización electorera. Cosas que no funcionan.

En segundo lugar está el enrevesado escenario regulatorio creado por el Estado, que permite una burocracia arrogante, con el poder de decidir qué iniciativas privadas marchan y cuáles se quedan archivadas, hasta que una mano bien aceitada las mueva de lugar. En tercer lugar está la idolatría por los “derechos”, que permite que una burocracia inepta y corrupta permanezca en su puesto, apañada por un Poder Judicial que exige su reposición ante cualquier castigo bien merecido. No hay nada que apoye más la corrupción y la ineptitud que la “estabilidad laboral”, el peor rezago del velascato que nadie se atreve a eliminar.

En pocas palabras, mucho del escenario nefasto que hoy padecemos es la consecuencia directa de malas leyes, hechas siguiendo ideologías de moda antes que atendiendo nuestra realidad cultural. Nosotros mismos hemos creado este escenario funesto. No tenemos que condenar a Venezuela por padecer las consecuencias de sus malas leyes. Nosotros pasamos lo mismo. Nuestros problemas son igualmente derivados de la idolatría de mitos ideológicos que nadie se atreve a enfrentar. Por eso seguimos padeciendo el 70% de informalidad laboral, pues nadie tiene agallas para eliminar las gollerías consagradas por los demagogos de ayer, y que hoy son mal llamados “derechos laborales”.

La ideología de los “derechos sociales” nos está haciendo pagar facturas muy altas en varios campos como la informalidad laboral, la corrupción y la seguridad. Si no se tiene el valor para desterrar esos mitos ideológicos, nada cambiará con más leyes draconianas ni con nuevos organismos burocráticos de nombrecitos dramáticos.

DANTE BOBADILLA

 
Dante Bobadilla
04 de febrero del 2016

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