Giovanna Priale
El que no baila, no pasa
Abusos de las manifestantes contra los ciudadanos chilenos
Sin duda, los acontecimientos acaecidos en Chile, Ecuador y Bolivia en las últimas semanas han cambiado de manera radical la manera cómo los seres humanos nos relacionamos entre nosotros. Las razones detrás de las luchas y marchas de cada uno de los distintos países corresponden a realidades muy particulares que pueden ser explicadas desde la economía, la política, la sociología o la psicología. Pero lo que queda claro es que las masas actúan de manera emocional e instintiva en muchos casos.
Hace días circula en redes, la queja de ciudadanos chilenos que son golpeados si no se bajan del auto a bailar. Solo obedeciendo esa caprichosa orden pueden volver a circular. Pero ayer, jueves, vi el video de una anciana que se echó a llorar en el auto ante la impotencia de no poder pasar y ante la burla de una masa de jóvenes que la presionaban para que se baje a bailar. El baile se convirtió entonces en un mecanismo de chantaje para que un grupo de envalentonados ejerzan presión sobre los ciudadanos, a fin de que estos últimos terminen actuando como quieren las masas que controlan las calles.
Esa anciana en el auto puede ser la abuela o la mamá de algunos de los jóvenes que ejercen este bullying social. Pero está claro que a ellos no les importa de quién se trata, y que solo buscan satisfacer su capricho, el que les da identidad como grupo, el que justifica su existencia en las calles, al menos en el corto plazo.
Quienes tenemos madres o hemos gozado a nuestras abuelas, quienes aprendimos la importancia del respeto a los mayores, no podemos justificar estos hechos. Por el contrario, hemos criticado los incendios y robos, así como los actos violentos de ambas partes que han terminado en cientos de quemados o heridos por perdigones. Pero este solo hecho, “baila para que pases”, se convierte en un símbolo de abuso, de prepotencia, de un grupo de desadaptados que representa a una sociedad, o al menos, a un segmento de esta misma, que no está sana.
Entonces cabe preguntarnos, ¿Qué nos hace pensar que este grupo humano será capaz de construir una sociedad más justa y equilibrada, si basa su discurso en el abuso de poder? Y esta es una llamada de atención para todos aquellos que “desprecian a los mayores, a los más viejos, y que creen que todo lo que estos ciudadanos construyeron con su esfuerzo no vale nada. Hoy en el Perú, parece que nos hemos olvidado que, gracias a miles de ancianos luchadores, derrotamos a la hiperinflación y al terrorismo. Y de pronto, las actuales generaciones se apropian de este logro que tiene más de 30 años, como si fuera el único al que deberíamos aspirar.
Pues yo creo que no. Yo esperaría que la memoria colectiva rescate y ponga el valor el aporte de las generaciones pasadas; sin justificar, por supuesto, sus errores. Bien valdría la pena preguntarnos cada uno de nosotros si estamos aportando lo suficiente para que este hermoso país, llamado Perú, sea más igualitario y equitativo. No solo en el discurso, sino también en la práctica.
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