Raúl Mendoza Cánepa
El poder populista
Votantes no diferencian lo deseable y lo razonable
Es bien fácil que el populismo gane terreno en una crisis porque a nadie le interesa el bien común o la previsión del futuro público, a cada quien le importa su propio bolsillo. Es un terreno en el que la disonancia cognitiva o la contradicción entre lo que se quiere y lo que se sabe conveniente, es más tangible que nunca. Por ejemplo, la pena de muerte a los violadores es un discurso que cala fácil y fácil podría calar el paredón si sirviera para deshacerse de los indeseables. En un clima de inseguridad extrema ese discurso entraría en el oído y quedaría, con lo que el Pacto de San José se convertiría en un obstáculo, como se convierte en un obstáculo la Constitución cuando se trata de quebrarle el espinazo a un congreso antipático, a un partido, a un político o a lo que le sea odioso y comulgue con el aplauso popular.
“Hacerle creer cualquier cosa” a la gente es fácil. El miedo es una herramienta política como lo es el odio. Hay, desde luego, mecanismos que también sirven para mediatizar la voluntad ciudadana. A veces los medios, las redes o las encuestas. La masa sigue a lo que representa lo mayoritario. Es la corriente como un río. Una opinión mayoritaria en favor de una norma equivocada, la refuerza. Si la consulta ciudadana (plebiscito, digamos) la valida, la emoción popular se convierte en una manera fácil de dar cauce a cualquier cosa. De allí que la opción de la representación política sea más saludable que los mecanismos participativos. Nada es malo, per se, es el uso que le dan.
En el Perú, la razón y el Estado de Derecho importan poco a las mayorías que se dejan seducir por los cantos de sirena. Si fuera legalmente factible de consulta, nadie pagaría impuestos. Igual con la devolución de fondos de pensiones, porque hasta en lo personal bien vale tener un fondo en las manos que necesitarlo pronto y no poder acceder a él. A decir verdad, hasta para quien conoce del impacto en el tema previsional y odia el populismo, una devolución de fondos atrae y atrae más en una crisis y mucho más en una pandemia que nos ata un poco las manos y más cuando se “baraja” una probable segunda ola (aún más catastrófica o igual) que ya no ata sino que corta las manos. En un país desempleado o en demasía subempleado, disponer de fondos para subsistir o invertir, es mejor que romperse el cráneo en medio de un futuro desalentador.
¿Qué ocurriría si un candidato propusiera una fórmula para que todas las familias tengan una renta básica suficiente para cubrir la canasta y los servicios? Imaginemos que demostrara que es matemáticamente posible como en el fútbol. Podría usted estar tranquilo con el bienestar de su familia mientras practica y trabaja en lo que más le apasiona, también desaparecerían las crispaciones.
La gente vota por sí misma cada cinco años. No hay una noción de lo público ni un voto ilustrado que diferencie lo deseable de lo razonable para el país.
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