Carlos Adrianzén
El pésimo paciente
Los gobiernos de izquierda están africanizando la economía peruana
Posiblemente lo que usted está a punto de leer no le gustará. Sin embargo, le recuerdo que comprender la lógica subyacente detrás de estas cuatro comparaciones gráficas le puede resultar útil. Tanto para ubicar dónde estaría hoy y hacia dónde iría nuestro país, como para ayudarse a superar su primordial reto económico en este ducentésimo tercer aniversario republicano.
De hecho, para comprender ajustadamente las cuatro comparaciones sirve usar la metáfora del pésimo paciente. Sí, estimado lector. La idiosincrasia de la mayor parte de los peruanos de estos tiempos se asemeja al comportamiento de lo que –un médico– podría calificar como un pésimo paciente. Uno que no se deja ayudar. Uno que cree que lo sabe todo, que desprecia los resultados de los análisis previos y que no cree necesario seguir las prescripciones de su médico porque piensa que sus achaques –síntomas– resultan solamente eventos menores. Que todos su familiares y amigos tendrían señales similares y viven bien; y que incluso –en su caso– estos padecimientos resultan significativamente menores que los del resto. Tampoco le gusta pagar los costos de un tratamiento oportuno, por el esfuerzo y el monto. De hecho, tres copitas de pisco le parecen una receta superior. Y cierra su extrema negligencia sosteniendo que él tiene un estado de salud propio de futbolista de la liga alemana y que –además– está muy lejos de otros que padecen diagnósticos confirmados extremadamente serios.
Son las instituciones, necio
Muchas actitudes de política económica en el Perú Actual guardan innegables similitudes con el comportamiento del pésimo paciente. Creemos que somos muy ricos. Al menos, mucho más ricos que ciertas naciones africanas o asiáticas. Que tenemos una institucionalidad cercana a la de un país del primer mundo. Y que, por lo tanto, nos va tan mal solamente porque nuestros gobernantes –presidentes, ministros o congresistas– serían unos impresentables. Pero la cosa no es tan burda. La historia real es otra. El ambiente institucional prevaleciente nos daña. La salida, resulta pues mucho más difícil y requiere enfrentar causales arraigados. No comprender esto, además, nos distrae, enferma y estanca.
Las dos primeras comparaciones gráficas implican un cable a tierra. En la primera –ver subgrafo de la izquierda– se recuerda que somos una nación con estándares de vida mucho menores a los de plazas desarrolladas, como Suecia o Suiza. Que somos pobres, no una nación rica. También, en el subgrafo de la derecha, se machaca que en los últimos cinco lustros hemos registrado un producto por persona grosso modo cinco veces mayor –somos mucho más ricos– que las naciones africanas muy pauperizadas, como Uganda, Tanzania o Zambia. No somos tan pobres como ellos, todavía.
El veneno que nos está matando
La segunda comparación nos baja del pedestal. Nos describe que, gracias a gobiernos de izquierda de los últimos tiempos, los PBI por persona de un peruano resultan lentamente una porción cada vez menor de los aludidos PBI africanos. Lentamente, nos acercamos a su pauperización.
Las tercera y cuarta comparaciones lo explican casi todo. Es cierto, los errores de gestión fiscal, monetaria y regulatoria de los ejecutivos y legislativos nacionales, desde los tiempos de la centro izquierda de los acusados Alejandro Toledo y Ollanta Humala y de la extrema izquierda de los acusados Francisco Sagasti y Pedro Castillo, no solo han derrumbado el crecimiento económico peruano de otros tiempos; han prostituido los índices de gobernanza nacional hacia niveles africanos, neomarxistas. Sí, la izquierda limeña ha triunfado hasta ayer.
Aunque nadie lo repita, los estimados publicados para el Perú, desde 1996 por el Banco Mundial –para corrupción y efectividad burocráticas, cumplimiento de la Ley o tolerancia ideológica a la participación (Voice and Accountability)-- contrastan que hoy tenemos una institucionalidad destructiva; cercana a la de Uganda o Zambia. Una institucionalidad que explica nuestro estancamiento y empobrecimiento reciente. Repito, el chavismo copiado en Lima ha llegado.
La buena noticia
No nos distraigamos. Es posible salir del hoyo. Y recordemos:
- Para la sucesora del golpista Castillo y para los grupos legislativos que nos gobiernan; así como para quienes resulten elegidos –o seleccionados– en el próximo proceso de elecciones generales, el gran problema nacional estaría claramente delimitado por la africanización del Perú. Que, como las comparaciones tercera y cuarta nos refriegan, nos parecemos mucho a ellos.
- Que no sirve ser un pésimo paciente económico. No nos inflemos. Estamos estancados y tenemos hoy una institucionalidad deplorable.
- Ninguno podrá dar un paso adelante, para beneficio del pueblo peruano, sí no limpia la casa. Si no depura la burocracia en sus facetas de intolerancia ideológica, inefectividad y corrupción burocráticas y abierto incumplimiento de la Ley.
- Pero cuidado, hacerlo resulta algo espinoso por el consolidado arraigo socialista mercantilista en la burocracia nacional. No resulta casualidad que en el discurso del domingo pasado la presidente Boluarte no se atrevió a decir una sola palabra sobre este crítico asunto.
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