El patético papel de algunos políticos

El debate sobre la ley que busca rescatar a jóvenes de la informalidad laboral            

Si bien toda ley puede ser discutible y de hecho hasta perfectible, los opositores al nuevo Régimen Laboral Juvenil (RLJ) parten de una premisa equivocada y de una demanda yo diría que arbitraria. Se equivocan cuando dicen que los involucrados en la norma, jóvenes de entre 18 y 24 años, pierden derechos laborales. Y el asunto es muy sencillo, siempre hablando en mayorías: no se puede decir que se quita algo, cuando nunca se ha tenido. El asunto, más bien, vendría a ser lo contrario, siempre pensando en las mayorías: ganar algo. Y digo que la demanda contra el RLJ es arbitraria porque la discusión comienza precisamente aceptando que hay más de un problema –informalidad, contratos leoninos, pagas míseras, explotación– que el Estado debe corregir. Entonces no pueden pedir derogar algo que busca arreglar lo que está mal.

Por lo menos eso es lo que dice Jareth Solís, un joven inscrito en el Partido Nacionalista y que es cabeza visible de un movimiento contrario al RLJ. Aunque a sus 25 años Solís ya no califica para esta ley, él y su "Colectivo Dignidad" promueven marchas como la de la Plaza San Martín donde hay de todo; desde jóvenes evidentemente preocupados por mejorar sus condiciones laborales, hasta muchos otros como Solís que ya no tienen entre 18 y 24 pero que, antojadizamente, construyen un discurso que, por ejemplo, desoye la opinión de los expertos en temas laborales. ¿Opiniones como la del señor Solís, que pide derogar la norma así nomás, elevarán el debate sobre el RLJ? Me temo que Solís busca promocionar su nombre y su colectivo, –como el 2011, cuando lideró una infame agresión a Jaime de Althaus– sin consultar los beneficios de la norma, y mucho menos consigue indignarse con las cifras abusivas que arroja la informalidad laboral en el Perú.

Se parte de la premisa falaz que el empleador, por el hecho de ser empresario, debe considerar para sus trabajadores el régimen que más beneficios le otorgue. Digamos que eso es lo ideal y lo hacen las grandes empresas y los buenos empleadores, o sea no la mayoría. La realidad nos dice que, antes del RLJ, el pequeño y el mediano empresario tenían tres opciones para el joven que busca comenzar a trabajar: el régimen general, el de la microempresa o la mayoritaria informalidad. En el espectro laboral, más del 70% de trabajadores lo hacen a la de Dios. Se cree que con el RLJ el empleador tendrá una cuarta opción que no encarece la planilla y que le permite otorgar derechos, no como el régimen general, pero que eran impensables: sueldo mínimo en planilla, seguro de salud y pensiones, contrato de un año, y vacaciones de 15 días. A la larga, este RLJ es potencialmente más beneficioso que perjudicial.

Lo patético ha sido el papel de los políticos, lo que puede quitarle piso al gobierno para sostener la ley. No puede ser que Bruce nos diga que leyó mal, cuando votó a favor del RLJ y que luego leyó mejor y cambió de opinión. O que Luciana León sea la incoherencia con patas, con tres tuits, uno más contradictorio que el otro, hasta llegar a la demagogia. Aunque jamás pensé ver a PPK jugando al político angurriento. Apenas se aprobó la norma dijo ¡bravo! y que el RLJ debía incluso extenderse hasta los 30 años. Pero luego, las papas quemaron con la falsa idea de los "derechos perdidos" y estos tres políticos pensaron primero en votos y no en un mejor pueblo. Y si se van, Jareth Solís tiene muchas ganas de tomarles la posta.

Por Jaime Chincha
19 - dic - 2014