José Ignacio Tola

El martirio de Alfie Evans

El lamentable caso de una eutanasia forzada

El martirio de Alfie Evans
José Ignacio Tola
03 de mayo del 2018

 

A alguno le podrá parecer un poco exagerado este título. Algunos también, tal vez un tanto desinformados, pensarán que se trata de un caso demasiado “complicado” como para establecer juicios sumarios y “dogmatizar”. Pero basta ver la realidad del caso y escuchar a algunas voces autorizadas para darse cuenta de que estamos ante un caso clarísimo de eutanasia forzada. Y lo más triste, un caso de eutanasia infantil mandada por el Estado contra el consentimiento de los padres.

Es un tiempo oscuro para los valores humanos y la ética. Ya era escandaloso ver que en algunos lugares el Estado pretende decidir sobre la educación de los niños sustituyendo el derecho de los padres. Pero llegamos al momento que un Estado, el británico concretamente, se arroga el derecho de decidir sobre la vida de un niño, ignorando sus propios derechos y los de sus progenitores.

¿Acaso no hemos aprendido de la historia? ¿No han sido suficiente los regímenes asesinos del último siglo? ¿No hemos aprendido nada de las ideologías autoritarias y dictatoriales que por decenios han decidido sobre la libertad de las personas y han pisoteado sus derechos? ¡Qué manipulable es el ser humano! ¡Y qué peligrosas pueden ser las ideologías! Vamos a los hechos, y que cada uno juzgue.

- El diagnóstico de Alfie Evans, un bebé de 21 meses con una grave patología neurológica, con respiración y alimentación asistida, nunca estuvo del todo claro. Nunca se decretó la muerte cerebral, sino que se trataba, a decir de los propios médicos, de un niño con una patología indeterminada, invalidante y con grave daño cerebral. Una prognosis infausta, ciertamente, pero que no lo convierte automáticamente en reo de muerte.

- Debido a la oposición de los padres a que el niño fuera “desconectado”, el hospital decidió llevar el caso a un juez, quien finalmente determinó que el niño fuera librado a su propia suerte y que le fuera negada la prolongación del tratamiento.

-  Hubo claros signos de negligencia por parte del hospital que podrían haber contribuido al deterioro de la salud de Alfie. Uno de ellos —revelado por el padre, Thomas, a través de fotografías— es que sus tubos de ventilación no habían sido cambiados en más de cinco meses, por lo que se encontraban llenos de moho.

- Luego de haberlo desconectado de los tubos, se le negó de manera sistemática y persistente todo tipo de asistencia, desde los antibióticos hasta una simple bomba de aire para ayudarlo a respirar, ya que el niño luchaba por su vida. Prueba de ello es que, contra todo pronóstico, resistió solo, sin ninguna ayuda, más de 70 horas (los médicos habían señalado que no duraría más de 15 o 20 minutos).

- En todo momento el hospital negó a los padres el derecho a sacar al niño del hospital con el fin de llevarlo a Italia donde, por pedido expreso del Papa Francisco, se le había ofrecido un tratamiento gratuito en el Hospital Bambin Gesù. Incluso el Estado Italiano había concedido la ciudadanía al niño, y la Fuerza Aérea había puesto a disposición un avión-hospital para que este fuera trasladado de urgencia. Pero nada de esto fue suficiente.

- De varias maneras se hizo evidente la preocupación política de los directivos del hospital británico por su imagen en los medios. A eso se atribuye, por ejemplo, su negación radical a que el niño recibiera cualquier tipo de tratamiento alternativo en otro lugar.

En este largo y penoso proceso, como se ha visto, el mismo Papa salió en defensa de Alfie. Y no sólo él, también lo hicieron numerosos expertos en el mundo; entre ellos la ministra de Salud de Italia y el director del Instituto Superior de la Salud. Este último, por ejemplo, en declaraciones a la televisión, señaló que “así la medicina se vuelve inhumana; no se puede tratar así a una familia, a un niño”. Afirmó también que “no es lícito impedir a un ciudadano buscar asistencia sanitaria en el exterior”, y añadió que “se puede siempre acompañar al paciente hacia la muerte, pero de manera dulce, y no de este modo traumático, desconectándolo del respirador y dejando que muera sin ningún tipo de asistencia”.

Además de lo dicho, hay que dejar claro que esto no se reduce a una batalla entre católicos o cristianos y el resto. Entre los que han apoyado la causa de Alfie hay miles de personas bien intencionadas que no actúan por motivos religiosos o ideológicos, sino solo por el sentido común y por una sensibilidad humana que, gracias a Dios, no ha desaparecido del todo en el mundo.

También resulta interesante la sorprendente carta que Jean Pierre Casey, nieto del famoso filósofo alemán Dietrich von Hildebrand, dirigió recientemente a los obispos ingleses, quienes junto con los de Gales, dieron su apoyo al hospital Alder Hey de Liverpool. Casey, entre otras cosas, acusa al hospital de comportarse como “cárcel” y de haberse negado a poner en duda su diagnosis y a someterla a otras opiniones. Pero acusa, sobre todo, a los obispos de Inglaterra y Gales, de haberse pronunciado sin haber hecho referencia alguna a la sacralidad de la vida humana, ni al derecho de los padres sobre sus hijos, entre otras cosas. Y señala también: “Además de los miles de abortos que procuran cada año, los hospitales que forman parte del servicio sanitario británico se están convirtiendo en una industria de la muerte, no solo para los niños no nacidos, sino también para los que ya viven”.

Podemos resumir todo con una frase de San Juan Pablo II, citada por el mismo Casey en su carta: “Si quieres la paz, defiende la vida; si quieres la vida, abraza la verdad, aquella revelada por Dios”.

 

José Ignacio Tola
03 de mayo del 2018

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