Iván Arenas
El maoísmo a las puertas y los caviares aplauden
Aclaman a un candidato que explota el machismo y la homofobia
Durante muchos años un amplio sector político y mediático amplio, no solo la izquierda caviar, desarrolló una de las guerras de exclusión más cruentas y largas contra el fujimorismo post albertista. Es cierto que Fuerza Popular y Keiko Fujimori tuvieron yerros inequívocos; no obstante, también es cierto que se desató una judicialización en contra de ella y una campaña militante de antipropaganda.
El detalle es que al desatarse la judicialización y una de la guerras políticas más largas y febriles, se fue debilitando la fortaleza del fujimorismo piedra a piedra, especialmente en los sectores populares. El fujimorismo, como en su día el aprismo, contenía los impulsos y las estrategias desarrolladas por la izquierda marxista o posmoderna en los sectores populares. Eran los diques que resistían las asonadas marxistas que jamás fueron “Juan Pueblo” hasta el sol de hoy, con la llegada de Castillo.
Como el Perú es un país de instituciones conservadoras, y por ende un país conservador, al romperse la relación de una gran parte del pueblo con el fujimorismo, por las campañas de antipropaganda y los continuos yerros naranjas, la ausencia creaba un vacío de representación política que ningún partido vio; ni siquiera la izquierda posmodernista o caviar, cuyo programa electoral merecía un lugar en los países nórdicos, pero no en un Perú como este. No obstante, la mayor parte del mundo popular ha encontrado empatía en un Pedro Castillo que junta dosis de populismo, conservadurismo, caudillaje y cambio, sobre todo.
Pero, por ejemplo, ¿cómo Puno o Huancayo, ciudades de capitalismo puro, votan por Castillo? Existen varias verdades a medias y diversas aproximaciones; una de ellas puede ser que a pesar de la relación cercana con el comunismo, Cerrón y los activistas de Sendero, el mundo popular, que está lleno de emprendedores e informalidad, ve a Castillo como el antisistema político, pero no económico. Alguien que se opone al monopolio cultural limeño, un agitador; pero definitivamente no un promercado. Un Evo, y no un Chávez.
En ese sentido, Castillo, quien está íntimamente ligado a Sendero y el marxismo más radical, podría ser electo no por ser un comunista, que lo es, ni por pobre, sino por representar los intereses del mundo popular, que ve en él una posibilidad para las regiones y sobre todo del país.
Pero, como decimos, con Castillo viene el maoísmo. Quienes banalizan todo lo anterior o son antifujimoristas o simplemente caen en el infantilismo. Castillo no será Humala. Los caviares aplauden hoy a Castillo como en su día lo odiaron. Hoy se rinden sobre todo a un candidato que explota el machismo, la homofobia (Cerrón) y exacerba los valores conservadores del Perú popular. Así son los caviares.
COMENTARIOS