Fernando Lucena
El macabro Plan Sur
Se pretende anexar a Bolivia todo el sur del Perú
La primera vez que escuché sobre el denominado Plan Sur pensé que alguien había estado leyendo demasiadas novelas sobre conspiraciones internacionales y truculentas ficciones. A medida que unas pocas voces bien informadas empezaron a mencionar elementos que coincidían con lo que yo había escuchado, decidí prestarle mayor atención al tema e investigar un poco al respecto.
Por una inusual coincidencia, logré comunicarme con un veterano policía de alto rango que, por muchos años, había trabajado en inteligencia y luego en Seguridad del Estado, específicamente estudiando las amenazas externas a la soberanía nacional. Después de una larga conversación informal, desafortunadamente la fuente en cuestión prefirió no hablar más del tema, lo cual es bastante entendible dada la actual coyuntura y la posibilidad de que un partido comunista y autoritario llegue al poder.
En síntesis, lo que me quedó claro luego de dicha conversación es que el Plan Sur es un esquema bastante elaborado y que lleva al menos una década –si no más– en desarrollo. El Plan –que es liderado por Evo Morales con el apoyo del G-2 (la Dirección de Inteligencia cubana) y el gobierno de Venezuela, además de tener un vínculo directo con elementos representantes del gobierno iraní, apuesta por la gradual asimilación ideológica de las provincias del sur del Perú para que sus ciudadanos se identifiquen mayoritariamente con la ‘nación aymara’ que Evo Morales plantea. Esta asimilación eventualmente daría paso a un referéndum que apuntaría a la definitiva secesión de parte del sur del Perú, con la finalidad de adherirse a la referida nación aymara.
De esta manera Evo Morales, líder (ya sea a nivel gobierno o a nivel ‘espiritual’) de uno de los dos ‘estados plurinacionales’ (el otro es Ecuador, por iniciativa de Rafael Correa) durante años ha estado sigilosamente influenciando a la izquierda peruana con la finalidad de que algún dirigente político cercano a sus ideas y pretensiones, llegue al poder en nuestro país.
Varios intentos fallidos vieron a dirigentes radicales que contaban con la venia de Morales quedarse a medio camino. Muchas veces porque los servicios de inteligencia eran certeros e intervinieron a tiempo, detectando a estos aspirantes a secesionistas e identificando sus vínculos con el Movadef, o sus claras vinculaciones con burdos hechos de corrupción en distintas regiones del país.
Según mi bastante sólida fuente, la directriz del ‘jefe’ Evo Morales para estas últimas elecciones era que la izquierda se unifique detrás de Veronika Mendoza, a fin de continuar con las corrientes de izquierda que han fracasado tan desastrosamente en Sudamérica; y por supuesto, sacar adelante sus intereses geopolíticos.
Pero nuestro propio caudillo comunista no estaba dispuesto a obedecer dócilmente las directrices del todopoderoso Evo. Valdimir Cerrón le habría hecho saber, aparentemente de manera bastante clara, que en el Perú las órdenes las daba él. Es así que, de manera apresurada, se improvisa a Pedro Castillo, cuya imagen –tan falsa como un billete de nueve soles– lo presenta como un sencillo y humilde campesino, profesor de escuela y rondero. Pero su principal atractivo –al menos hasta donde se conocía– era que no contaba con denuncias o procesos en curso por corrupción. Tampoco figuraba en el registro de afiliados al Movadef ni se le conocían visitas a los campamentos terroristas del VRAEM.
Aparentemente las fluctuantes uniones y desuniones políticas entre los pseudo-progresistas de Mendoza y el grupo de radicales de Cerrón obedecerían, al menos en parte, a las sugerencias y directrices que llegaban desde Bolivia.
Según mi fuente, la lógica detrás del impulso a la candidatura de Castillo por parte de Cerrón únicamente obedecía a que este último necesitaba que su partido –Perú Libre– pase la valla electoral para así, cinco años más tarde, una vez que vuelva a ser habilitado para participar en política luego de su sentencia judicial, él mismo poder postularse a la presidencia e implementar un gobierno comunista y, gradualmente empezar la siguiente etapa del Plan Sur. Es por este motivo que, hoy en día, se puede apreciar lo caótica e improvisada que es la propuesta de gobierno del Sr. Castillo, así como lo grotescamente incómoda que es la relación entre Castillo y Vladimir Cerrón. Es que Cerrón nunca planeó llegar a Palacio a través de un ‘avatar’. Y menos aún, que este último le resultase un tanto rebelde.
Pero, siguiendo con el Plan Sur, el interés es más que evidente: el futuro del transporte mundial se sustenta en las baterías eléctricas, que necesitan cobre y litio. Considerables reservas de ambos minerales –cuyos precios están proyectados a dispararse en los próximos años– se encuentran en territorio peruano, justamente en el altiplano que Evo Morales considera como parte de su nación aymara. A esto sumémosle la salida al mar, otra muy importante aspiración de Morales.
Otro muy activo promotor de la ‘plurinacionalidad’ (que no es sino un camuflado primer paso para la anhelada escisión de parte del sur del Perú), es el controversial Edwar Quiroga. Recientemente lo expuse, a través de varios audios en los cuales se le escuchaba ufanándose de sus violentas aspiraciones insurgentes y de haber contribuido con el fraude en mesa, mientras también nos proporcionaba detalles de los vínculos cercanos que Vladimir Cerrón tendría con los terroristas del VRAEM.
Quiroga es un sujeto de muchas facetas: en Abancay dirige un movimiento islámico subvencionado por el gobierno de Irán, organiza rabiosas protestas y manifestaciones contra la minería en Las Bambas y en Camisea; y últimamente, su caballito de batalla es la lucha por la ‘descolonización del Perú’ y por la confección de una nueva constitución política plurinacional para el Perú.
A continuación un extracto de un documento de Inteligencia que me fue facilitado a través de una fuente en Seguridad del Estado:
El empresario y político Miguel Quispe Palomino, condenado por peculado, sindicado por narcotráfico y actualmente prófugo, habría patrocinado y acompañado a los ex socios Edwar Quiroga Vargas y Eddy Villarroel Medina “Sacha” en sus incursiones al VRAEM y en su adhesión al Plan de incorporación ideológica, económica y social del sur del Perú a la República plurinacional de Bolivia, de donde se desprende el proceso de descolonización que difunde Quiroga Vargas.
Cabe acotar que el mencionado Quispe Palomino no tendría parentesco con los terroristas del VRAEM, pero sí intereses económicos vinculados al gobierno regional de Junín.
Sacha Villarroel, quien lidera la ‘organización de reservistas’ Aspret-Erat, fue un simpatizante activo y candidato a aliado del Militarizado-PCP, antes de ser capturado por las fuerzas del orden después de uno de sus múltiples viajes a los campamentos subversivos del VRAEM. Luego de este hecho, se convirtió en ‘agente especial’ del gobierno, con la finalidad de infiltrar y eliminar a los cabecillas de dicha organización terrorista. Finalmente, su infundado egocentrismo lo llevó a casi ser quemando vivo (literalmente) por la Camarada Vilma; y después a sobrepasar por mucho los límites de su acuerdo con la agencia de inteligencia que lo reclutó, por lo cual tiene pendiente un proceso judicial por terrorismo.
Pero, regresando a la visita a la que refiere el documento citado, que se habría dado entre 2017 y 2018, se puede establecer que, según la hipótesis que manejan los servicios de inteligencia, Quiroga y Villarroel fueron promotores de la incorporación ‘ideológica, económica y social del sur del Perú a la república plurinacional de Bolivia’.
Quiroga ha liderado decenas de mítines, asambleas y congresos para promover la ‘descolonización’ y la ‘plurinacionalidad’ del Perú. A mí me ha manifestado, personalmente y en varias ocasiones, que su acuerdo explícito con Pedro Castillo consistía en que la nueva constitución que este último promueve debía incluir el reconocimiento de los pueblos originarios, a fin de que el Perú pase a pertenecer a ese minúsculo grupo de ‘estados plurinacionales’ que tenemos en el vecindario cercano.
Según un documento interno de la Dircote al que he tenido acceso: ‘[Edwar Quiroga] promueve iniciar la independización de las regiones del sur, para construir una Nueva República Plurinacional Revolucionaria del Tawantinsuyo’.
El 17 y 18 de mayo último, Quiroga organizó la Cuarta Asamblea Plurinacional de los Pueblos y Naciones Indígenas Originarias, que incluiría multitudinarios encuentros en el Cusco y en Puno, a los que asistirían Evo Morales, David Choquehuanca (vicepresidente boliviano) y Pedro Castillo.
A vísperas de dicho encuentro, la Fiscalía de Puno notificó a los organizadores del evento, en particular al alcalde de Chupa (Puno), expresándoles que la actividad planeada colisionaba con las disposiciones emitidas por el Poder Ejecutivo, toda vez que dicho evento generaría aglomeraciones en plena pandemia. Luego de dicha notificación, la visita de Morales y Choquehuanca fue cancelada. Pedro Castillo, viendo que el evento iba a ser un fracaso y, a pesar de haber dado su ‘palabra de maestro’ a Edwar Quiroga solo dos días antes, según lo asevera el mismo Quiroga, no se presentó.
Pero lo interesante, además de la inapropiada invitación a Morales y Choquehuanca a solo tres semanas de la segunda vuelta electoral, es que uno de los principales propósitos de la citada asamblea era “buscar la integración del corredor socioeconómico por el Qhapaq Ñan de Abya Yala”. Dicho corredor enlaza a La Paz con el Cusco, cruzando por Puerto Acosta, Tilali, Conima, Moho, Huancané, Chupa, Azángaro y Ayaviri, una de las secciones del altiplano tan ricas en minería como prolífica en conflictos mineros.
Aunque actualmente distanciados políticamente, Quiroga y Cerrón coinciden claramente en el tema de la ‘plurinacionalidad’. Mientras Quiroga es cercano a Evo Morales, aunque quizás más en calidad de groupie (su registro migratorio muestra que, desde el 2007 a la fecha, tiene 23 entradas a Bolivia), Cerrón lo vería a Morales de igual a igual, al menos en su megalómano entender. En todo caso, ambos personajes –Quiroga y Cerrón– empujan con todas sus energías en la misma dirección. Como se lee en un tuit de Vladimir Cerrón de hace solo unos días: ‘La Asamblea Plurinacional Constituyente es un compromiso irrenunciable del Partido y del Gobierno’.
Al aceptar que un Estado-Nación es ‘plurinacional’, automáticamente se debilita la unidad geopolítica del país, potencialmente dando pie a futuros intentos secesionistas.
Como escribí al principio de este artículo, la primera vez que escuché sobre el Plan Sur pensé que era una teoría conspirativa más. Nunca he sido proclive a las teorías conspirativas; más bien, me considero bastante escéptico. Cada vez que escucho lo que suena como una de aquellas teorías, inmediatamente la cuestiono empezando por preguntar: ¿para qué? En este caso, las motivaciones sobran: intereses geopolíticos del grupo del ALBA, acceso a considerables recursos naturales que se volverán cada día más indispensables y valiosos (y de fácil acceso para una organización criminal, como parece ser Perú Libre), expansión del desastroso socialismo del siglo XXI y, finalmente, la supervivencia del gobierno cubano. Al ya no contar con el despilfarrado petróleo venezolano, Cuba estaría buscando otra fuente de subvención, dado que –con los Castro fuera de escena– ya no soportaría otro “periodo especial”.
El Plan Sur es parte de un proyecto mucho más grande que se viene poniendo en marcha desde hace muchos años. La enorme cantidad de votos que el partido del lápiz ha logrado en Puno, Arequipa y Cusco evidentemente no es solo una coincidencia. Así como tampoco es una coincidencia lo que está sucediendo en Chile y Colombia, casi al unísono.
En Chile, entre otras muchas cosas, una parte del movimiento mapuche ha tomado la decisión política, frente al momento constituyente, de avanzar hacia el Estado plurinacional, mientras que otro sector anuncia la creación de un gobierno mapuche independiente. Muy al margen del legítimo clamor por reconocimiento por parte del movimiento mapuche, una porción de él ya habla de secesión.
Para un país como el nuestro, que lleva casi 140 años con las mismas fronteras territoriales, la idea de una potencial secesión puede sonar a ficción. No obstante, y en lo que respecta a Sudamérica, además de la recién citada iniciativa en este sentido por parte del movimiento Mapuche, ha habido en las últimas décadas, iniciativas secesionistas en Brasil (consultas no vinculantes en Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul, años 2016 y 2017), Colombia (Raizales, fallo de La Haya, 2012); y con menor intensidad en Venezuela (zona de Zulia) y Ecuador (Guayaquil). Pero quizás la más intensa se dio en la misma Bolivia no aymara: en el año 2008 se realizaron referéndums de autonomía en los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, todos ganados por la opción separatista con más del 80% de votos, que fueron declarados ilegales por el gobierno del MAS.
También tenemos ejemplos recientes en el primer mundo: referendo escocés del 2014 (que amenaza con repetirse en un futuro cercano, muy probablemente con éxito); referendo separatista, aunque ilegal, en Catalunya en el 2017; y la constante amenaza a la Unión Europea representada por los movimientos que fomentan la partición de Bélgica.
En síntesis: mucho cuidado con la ‘plurinacionalidad’. El concepto puede sonar muy progresista e inclusivo, pero el monstruo viene camuflado detrás.
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