Berit Knudsen
El imperio chino contraataca
Debemos tomar conciencia de los peligros de la penetración china
La preocupante penetración China en América Latina se basa en una estrategia para obtener recursos naturales y ejercer influencia política. Agustín Barletti, en su libro El hambre del Dragón, advierte que “China es el usurero… ya saquearon África”. El plan imperialista chino “es comerse al mundo”, ingresan con préstamos a países en crisis o declarados insolventes, manipulándolos luego con votos en organismos internacionales.
Después de su incursión en África, América Latina es el objetivo de China buscando recursos como litio, petróleo, oro, cobre y oleaginosas; con obligaciones adquiridas que permiten a China ejercer presión para obtener ventajas políticas y comerciales. La incursión china en la región es creciente, con casos como Perú, donde construyen el megapuerto de Chancay –con una participación mayoritaria del 60%–, violando normas ambientales, afectando los humedales de la zona. Interviene, además, en planes de estudios en universidades e intercambios militares.
En Argentina, han cedido tierras para una base espacial manejada por el Ejército Popular chino, exentas de impuestos. Shanghai Dredging – cuestionada empresa en el mundo–, está involucrada en la hidrovía del Paraná ruta por donde fluye el 80% de las exportaciones argentinas.
La realidad es que China no realiza préstamos desde 2019, fecha en la que había entregado más de 130,000 millones a Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia. La actual estrategia es promover sus industrias dando facilidades para inversiones en infraestructura en países de Latino América, afectando la industria local y la soberanía. Esta mecánica se empleó con el Metro de Santiago de Chile, el de Bogotá y se utiliza con el Tren Maya de México, una de las 100 promesas de López Obrador donde se va gastando más del doble, con cuestionamientos ambientales. Bolivia acaba de ceder sus reservas de litio a empresas chinas y rusas. Otro grave caso es la pesca ilegal de arrastre, donde la flota china depreda especies de todo tipo, incluso en peligro de extinción, buscando calamares en las costas de México, Ecuador, Perú, Chile y Argentina.
Realiza inversiones sin importar que le paguen o no; pero las deudas se cobran de una u otra forma. Incursiona en sectores estratégicos como tecnología, infraestructura y pesca ilegal, con vínculos con el crimen organizado, narcotráfico, trata de personas y trabajo esclavo. No interesa el tipo de gobierno al que favorezcan, legítimo o no, ni las infracciones a los derechos humanos o libertades individuales; el objetivo es someter a más naciones al poder imperial con esa conveniente visión de “civilización universal” donde todo régimen debe ser admitido y la promoción de la democracia o los valores universales sean condenados.
China ha decidido apropiarse del “patio trasero” de los Estados Unidos, donde ya instaló una base de espionaje en Bejucal –Cuba–, a pocos kilómetros de la Florida, que opera interceptando comunicaciones desde 2019. Pero otra meta es lograr apoyo para que no se reconozca la independencia de Taiwán, como lo hizo Nicaragua a cambio de la donación de vacunas contra el Covid.
Es urgente que los líderes latinoamericanos –especialmente peruanos– tomen conciencia de los peligros de la penetración china, con medidas para proteger los intereses y la soberanía de la región, porque las deudas se pagan y no siempre con dinero.
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