Juan C. Valdivia Cano
El espíritu de la Academia Lauretana
Desarrolló el ideal republicano, liberal y democrático
Un antecedente insoslayable en la vida de Arequipa en general, y de la Academia Lauretana en particular, fue la persona del obispo Chávez de la Rosa y su influencia a través de la Academia Lauretana: Pedro José Chávez de la Rosa Galván y Amado. Porque ante la imposibilidad de conseguir la autorización para abrir una Universidad en Arequipa por parte del Ayuntamiento, lo que hizo el memorable Obispo fue crear una institución equivalente con el nombre y la fachada de un Seminario —el de San Jerónimo— que estuvo muy lejos de ser sólo eso en la época en que el Obispo lo reformó y utilizó para sembrar las ideas de la Ilustración y la Enciclopedia, más que los cursos habituales para seminaristas.
Sin embargo Arequipa reunía en ese tiempo como ciudad, muchas condiciones espirituales, económicas, comerciales, etc., para merecer una Universidad. Y así se lo hizo saber mediante informe al rey Carlos III (que lo había ordenado) el Provisor del Obispado Mariano de Rivera y Aranibar, argumentando «las razones que apoyaban la instalación de una institución de ese nivel y categoría en la blanca ciudad». Así lo han mostrado con evidencia nuestros historiadores Héctor Ballón Lozada, Guillermo Caldos Rodríguez y, en especial, el excelente trabajo de Eusebio Quiroz Paz Soldán denominado Significado Histórico de la Academia Lauretana de Ciencias y Artes de Arequipa, de donde extraigo la cita anterior. En realidad lo nuestro no es más que un resumen comentado de este trabajo. Trabajo publicado gracias al acertado criterio del Colegio de Abogados de Arequipa.
No olvidar que en la época del Obispo Chávez de la Rosa todavía estamos en el Virreinato y las ideas liberales y democráticas son definitivamente subversivas y revolucionarias (y aún lo son). Más aún si, como ocurría, esas ideas andaban conectadas al movimiento arequipeño contra los abusos tributarios del poder central (La rebelión de los pasquines) El corajudo Obispo no aceptó la censura a ciertas materias que habían sido tachadas de su Plan de Estudios por la autoridad respectiva. Y las mantuvo en el Plan cometiendo abierto desacato, (como inspirado en la divisa del cineasta Spike Lee: «En la vida siempre hay que hacer lo correcto, esté bien o mal»). Al poder central virreinal no le convenía políticamente una Universidad, un foco de difusión de ideas emancipadoras; pero Arequipa liderada por su obispo lo creó en forma de Seminario, Academia privada y Colegio Nacional. Era la sociedad civil, no el Estado, en acción.
El Obispo Chávez de La Rosa reformó y dirigió el Seminario para promover el desarrollo de la cultura en su más amplio sentido, desde el agrícola hasta el filosófico. Y lo logró mediante el estímulo, la promoción y el desarrollo de la conciencia liberal y democrática, moderna y racional, (como lo revelan los historiadores ocupados en el tema). Creía más en su conciencia que en el poder político, social o eclesiástico, con los que siempre tuvo problemas más bien. Hasta que renunció a su cargo hastiado del conservadurismo social, para regresar a su Cádiz natal, donde pasó muy pobre en bienes materiales los últimos días de su dignísima y sobre abundante vida.
Pero de las aulas del Seminario salió la generación más brillante y más patriota que ha tenido el Perú en toda su historia republicana. Estudiaron o enseñaron allí, los hermanos José Flavio y Mariano Melgar Valdivieso, el mentor de este último José María Corbacho, Javier de Luna Pizarro, Francisco de Paula Gonzáles Vigil, Andrés Martínez, Nicolás de Piérola, Benito Lazo, Toribio Ureta, Pedro José Bustamante, José Mateo Paz Soldán, Francisco Bolognesi, Domingo Nieto, Manuel Ascensio Cuadros, Anselmo Quiroz, José Luis Gómez Sánchez, Miguel del Carpio, etc.). Ellos coronaron una experiencia de modernidad, una utopía regional viva en forma de ciudad blanca. Arequipa representa la República, como asegura Basadre, porque fue una ciudad próspera e integralmente moderna, a pesar del contexto nacional y aún hispanoamericano de esa época.
Para tener una idea de lo que pudo hacer casi sólo ese Obispo providencial, hay que recordar que el Seminario de San Jerónimo, reformado por él, fue la madre y maestra de la Universidad Nacional de San Agustín, del Colegio Independencia Americana y de la Academia Lauretana a la vez. Sin aquella institución, sin ese auténtico líder, no hubieran sido posibles éstas. Nuestro historiador Guillermo Galdós Rodríguez sostiene que antes del arribo de Chávez de La Rosa al Seminario, esa institución «se había convertido en un pozo de escolasticismo». Ella sólo fue grande con Chávez de la Rosa. Y ese es un hecho que debiera dar qué pensar a los arequipeños de hoy: el valor de las ideas republicanas para Arequipa.
La Academia continúa y desarrolla el ideal republicano, liberal y democrático del reformador y director del Seminario. Ella va a representar mejor que nadie esas ideas en el paso del virreinato a la República. En obvias palabras, la semilla revolucionaria del Obispo fructificó en la Academia Lauretana de Ciencias y Artes de Arequipa. Esta no representa solamente la trayectoria más o menos exitosa de una institución privada. En realidad expresa como institución lo que la ciudad entera representa en la historia peruana. Sara Chambers, citada por Eusebio Quiroz Paz Soldán, sostiene que «no fue una sociedad literaria privada... sino una institución de educación superior, de categoría universitaria...». Pero además de tertulia literaria e institución de educación superior, también fue un foco político-ideológico paradigmático en la lucha por la Emancipación.
De allí salieron los representantes regionales que, al inaugurarse la República, hicieron decir a Bolívar: «Que malditos diputados ha mandado Arequipa», según da cuenta Eusebio Quiroz (Vigil, Arce, Luna Pizarro).
Ante los síntomas dictatoriales bolivarianos, la representación arequipeña declaró «no poder soportar el oprobio de una nueva esclavitud bajo el imperio de ninguna otra nación, ni de ningún hombre, aunque fuera el genio de la guerra y el libertador del mundo». Esos «malditos diputados» por Arequipa fueron Evaristo Gómez Sánchez, fundador de la Academia Lauretana, Javier de Luna Pizarro, presidente de la primera Asamblea Constituyente y el célebre cura Francisco de Paula Gonzáles Vigil, de quien don Manuel Gonzales Prada dijo: «pocas vidas tan puras, tan llenas, tan dignas de ser imitadas, como la vida de Vigil». Los dos curas y el fundador de la Academia fueron discípulos del Obispo Chávez de La Rosa, para variar.
Arequipa renació con la República, y ese renacimiento comenzó en el Seminario de San Jerónimo y culminó con la creación de la Academia Lauretana, aunque comprensiblemente esta creación se haya hecho posible gracias a las recomendaciones a los más diversos santos patronos y patronas, amén de las diversas autoridades terrestres, incluido el civilizado Virrey La Serna que la autorizó y confirmó. Esto se explica por las problemáticas necesidades políticas del momento, en cuyas soluciones «tácticas» era un experto el Obispo liberal, que no tenía un pelo de tonto.
Así se explica también que la famosa Academia arequipeña se llame Lauretana en honor a la Virgen de Loreto, según se dice, lo cual no tiene que ver mucho con los ideales, el carácter y objetivos que animaban a esa institución que, a decir de Eusebio Quiroz, «actuó desde sus inicios como una institución educativa y social, cultural y científica. Imbuida de un ideal espiritual y cultural de amplio rango...». Ese rango alude a la República democrático liberal, como forma ideal de organización política moderna. Por eso me parece que, en cuanto al nombre de la Academia, (aunque quede sin explicar el gentilicio incorrecto, ya que debió ser «loretana» y no «lauretana»), se trató probablemente de una aplicación, por sus propios discípulos, de la vieja táctica del furibundo Obispo: encomendarse a todos los santos y autoridades para lograr sus objetivos revolucionarios, ¿Cuáles eran estos objetivos?
El historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán también nos ofrece, en su trabajo sobre la Academia, una propuesta al respecto que responde a esa pregunta. Propuesta por la cual no puedo dejar de sentir una intensa simpatía, como hijo adoptivo de esta ciudad: «Proponemos considerar a la Academia como una institución netamente republicana, liberal y democrática, además de peruanista y profundamente identificada y comprometida con Arequipa, con su pueblo y con su realidad». Es esta misma propuesta, precisamente, la que quería hacer en esta grata ocasión: reconstruir colectivamente debajo de la fachada del Colegio de Abogados, la vieja y magnífica Academia, el espíritu de la Academia Lauretana. En ese espíritu creo que hay inmersa idea más íntegra y más sustanciosa del Derecho, que hoy más que nunca, que sobrevivimos sin norte ni proyecto, permanece plenamente viva. Y permanece viva gracias a seres humanos como Francisco Mostajo
Fotos: https://arequipatradicional2.blogspot.com/
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