Miguel Rodriguez Sosa

El diálogo no sirve en Venezuela

Maduro no revela ninguna intención de dejar el poder

El diálogo no sirve en Venezuela
Miguel Rodriguez Sosa
12 de agosto del 2024


Hay quienes quieren lucir como demócratas dialogantes y no hacen más que revelar lo que piadosamente podría considerarse ingenuidad, tal vez estulticia, pero que en realidad revela complicidad con el crimen enraizado en el ambiente político. Esa es la imagen que proyectan los presidentes de Brasil, Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, de Colombia, Gustavo Petro, y de México, Andrés López, que han emitido un comunicado conjunto impulsando un “diálogo entre las partes” en Venezuela por el conflicto violento desatado con la represión del régimen de Nicolás Maduro a la oposición que protesta por el fraude electoral cometido.

Son los mismos que poco antes habían pedido al Consejo Nacional Electoral controlado por la dictadura que muestre las actas del proceso, omitiendo que ya había declarado ganador a Maduro aún antes de que finalice el conteo de votos y que lo había proclamado re-electo, sin más. Y son los mismos que días más tarde, en la reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA, han votado en abstención (Brasil y Colombia) o no votaron (México) el proyecto de resolución que demandaba “...se lleve a cabo una verificación integral de los resultados en presencia de organizaciones de observación independientes para garantizar la transparencia, credibilidad y legitimidad de los resultados electorales”.

Lo que están haciendo ‘Lula’, Petro y AMLO, seguidos por el fantasmal Joe Biden de EEUU, es brindar a Maduro tiempo para extremar la represión apagando con sangre y cárcel las protestas populares en Venezuela y así consolidar su dictadura.

Es un planteamiento realmente desvergonzado que apunta al objetivo de generar una “mediación” desde un grupo de países con el propósito fantasioso de solucionar la crisis política en Venezuela en un plazo indeterminado que no se va a cumplir, nunca.

Como antecedentes de la fantasía de los “diálogos” se puede señalar que, en noviembre de 2002, después del golpe de estado fugaz que destituyó por días a Hugo Chávez, se instalaron mesas de diálogo con el auspicio del entonces secretario general de la OEA, el colombiano César Gaviria; el resultado fue consolidar a Hugo Chávez en el poder. El mismo año se creó el Grupo Boston, una comisión interparlamentaria compuesta por parlamentarios de EE.UU. y Venezuela, inspirada por la idea de que esa cooperación podría evitar avances en la edificación del régimen dictatorial de Caracas, y fracasó porque las negativas del oficialismo chavista –en el grupo estaba presente Nicolás Maduro– rechazaron en forma tajante cualquier iniciativa de los opositores venezolanos para evitar la edificación de la dictadura.

Después, durante la oleada de protestas reprimidas sangrientamente en Venezuela el 2014, en el primer gobierno de Maduro, con saldo de decenas de muertos y casi dos millares de presos, donde además hicieron su aparición esas bandas criminales de motorizados chavistas llamadas “colectivos” atacando a manifestantes de la oposición, Maduro postuló su primera “Conferencia Nacional por la Paz” (anunciaría luego otra el 2023) y la oposición participó en un proceso de diálogo con el gobierno, que nunca arribó a buen puerto. Maduro siguió en el proceso de consolidar su régimen represivo que mostraba ya para entonces corrupción generalizada, censura de prensa, persecución política y copamiento de los poderes públicos. Fue esa vez que en la OEA se propuso activar la Carta Democrática Interamericana y, desde luego, esa acción no se produjo. Un primer fracaso de la OEA frente a la emergente dictadura venezolana.

Más tarde, el 2016, cuando Maduro, presionado por protestas populares y acciones de la oposición, activó el referéndum revocatorio a realizarse el año siguiente, que decidiría sobre su permanencia como jefe del estado, habiendo perdido el control del proceso simplemente canceló el referéndum con alegaciones fantasiosas que imputaban violencia a la oposición. Entonces, ante el agravamiento de la crisis, surgieron otros espacios de diálogo, como en la OEA, donde la canciller de Venezuela amenazó a la entidad de fraguar “un golpe de estado” contra su propia institucionalidad porque su país rechazaba que se le quiera imponer la Carta Democrática Interamericana. La OEA nuevamente defeccionó y el asunto derivó en un acuerdo por consenso para la conformación de un “grupo de amigos” propuesto por Argentina que acompañe un proceso de diálogo entre gobierno y oposición, a su vez propuesto por la Unasur con el secretario pro tempore colombiano Ernesto Samper, que se mostró parcializado a favor de Maduro.

La escena del diálogo escaló porque a esa iniciativa se sumaron El Vaticano, el Parlamento Latino, el Mercosur y hasta la Unión Europea, cuyo consejo de ministros designó como enviado y mediador al expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero. Poco después, Rodríguez sería denunciado por el encarcelado opositor a Maduro, Leopoldo López, por su pretensión de negociar su libertad a cambio de participar de la iniciativa de postergar o cancelar el referéndum revocatorio suspendido por Maduro. Tras esa situación escandalosa y no obstante el apoyo de una mayoría de gobiernos americanos y europeos, el referéndum no se realizó y, otra vez, los espacios de diálogo fracasaron estrellándose con la tozudez de Maduro.

Posteriormente, el 2019, con la mediación del gobierno de Noruega, en Oslo se llevó a cabo rondas de negociaciones entre el gobierno de Maduro, que acentuaba su perfil dictatorial, y la oposición venezolana, sin algún resultado. Las conversaciones se reanudaron ese mismo año en Barbados y fue entonces que el gobierno de Maduro decidió retirarse de las negociaciones, citando como razón sanciones económicas impuestas por Estados Unidos. Esta retirada marcó el fin de ese proceso de diálogo, que se intentó reabrir en México el 2023, también sin resultados.

En resumen, el régimen de Maduro ha bloqueado sistemáticamente entendimientos en los sucesivos diálogos o ha incumplido sus compromisos suscritos en ellos; una conducta que persevera hasta el presente y no hay señales acerca de que un nuevo espacio de diálogo vaya a obtener un resultado diferente.

¿Alguien en su sano juicio, actuando con razonabilidad y con decencia, podría alegar la creencia en que el tirano Nicolás Maduro va a aceptar una “solución dialogada” que lo extraiga del poder que enriquece a la banda de criminales que lo acompañan saqueando a Venezuela y asesinando a venezolanos?

Maduro se zurra en los diálogos y en cualquier espacio del sistema internacional donde se impulsen. Pero en el Perú hay quienes, mirándose en el espejo que refleja su autocomplacencia, creen todavía que “el díálogo” es el camino para liquidar la dictadura venezolana.

No se trata de uno de esos izquierdistas demócratas y juristas “a la violeta”, como el que en semanas anteriores ha clamado en medios periodísticos que la OEA aplique la Carta Democrática Interamericana al Perú y ahora calla ante la situación en Venezuela. Se trata de quien, de derecha pero muy desavisado, también en medios de prensa, alienta en días recientes la fantasía de los “diálogos” y de la intervención “mediadora” de la OEA acudiendo al ejemplo de lo acontecido en mayo de 1992, en la asamblea de ese organismo en Nassau, Bahamas, donde se abordó el tema del autogolpe del presidente Alberto Fujimori en abril de ese año y fue en esa oportunidad que se convino una transición democrática postulada por el propio Fujimori, que se concretó el año siguiente.

Este planteamiento actual de ensalzar las capacidades de generación es espacios de “diálogo” transicional mediante la OEA no toma en cuenta las profundas diferencias existentes entre las dictaduras de Fujimori y de Maduro, pues el primero fue a Nassau con la iniciativa de concretar la transición porque su dictadura era del tipo “compositiva” y tuvo lugar para restaurar el orden democrático en ruinas, mientras que Maduro no revela alguna intención de dejar el poder y su dictadura se orienta a convertir a Venezuela en un satélite ruso en suelo americano, como ya lo es Cuba. Tamaña muestra de memez la creencia en las virtudes del diálogo, que no se puede aceptar en personajes fogueados en espacios políticos nacionales e internacionales. Pero sucede, lamentablemente.

Miguel Rodriguez Sosa
12 de agosto del 2024

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