Javier Agreda
El boom de la autoficción peruana
Sobre un género literario antiguo y muy rico en Latinoamérica
La aparición en nuestro medio de una serie de novelas entre la autobiografía y el relato de ficción, ha vuelto a actualizar el debate sobre si este tipo de narraciones constituyen un género literario específico: la llamada “autoficción”, término que se usa desde los años setenta del siglo pasado. En inglés se emplea “faction”, fusión de las palabras fact (hecho) yfiction (ficción). A este género pertenecerían algunas destacadas novelas peruanas de los últimos tiempos: Contarlo todo de Jeremías Gamboa, Nuevos juguetes de la Guerra Fríade Juan Manuel Robles, Pequeña novela con cenizas de José Carlos Yrigoyen y La distancia que nos separa de Renato Cisneros, entre otras.
Todas estas novelas son básicamente relatos autobiográficos en los que los autores reflexionan acerca de sus propias historias y relaciones personales, pero a estos relatos se les ha añadido algunos elementos ficcionales. Se rompe así la convención “narrativa” inherente a toda autobiografía: que todo lo que se cuenta corresponde a los hechos tal como verdaderamente sucedieron; acaso no sea toda la verdad, pero sí solamente la verdad. Por eso, los autores de estas novelas no suelen ponerles sus propios nombres a los protagonistas-narradores de sus historias, a pesar de que están plenamente identificados con ellos, y pretenden que así lo asuman los lectores.
En España, el debate sobre las autoficciones alcanzó su mayor intensidad hace unos siete años. En ese entonces la escritora peruana Patricia De Souza (radicada en Europa), publicó el interesante ensayo “Los rostros de la autoficción” posteriormente incluido en su libro Eva no tiene paraíso (2011). Y en medio de ese debate, los españoles reconocieron que en nuestro continente estaban los mejores antecedentes de la autoficción; libros comoLa tía julia y el escribidor (1977) del peruano Mario Vargas Llosa, Paradiso (1966) del cubano José Lezama Lima y todas las novelas del colombiano Fernando Vallejo. Nosotros agregaríamos novelas peruanas como Los geniecillos dominicales de Julio Ramón Ribeyro, El viejo saurio se retira de Miguel Gutiérrez y Los ríos profundos de José María Arguedas.
Como se puede ver, la autoficción no es nada nuevo ni original dentro de la tradición literaria. Se trata solo de libros en los que el autor apela a sus propias experiencias personales para potenciar su ficción; algo que todos los grandes novelistas han hecho por lo menos en alguna de sus obras. Del mencionado debate realizado en España nos quedamos con la opinión de Javier Marías, autor de dos libros considerados autoficciones:Todas las almas y Negra espalda del tiempo. Marías rechazó el calificativo de “autoficciones” para esos libros, pues según él se trata simplemente de novelas, “un género literario capaz de asimilarlo todo”. Así lo han demostrado ya Cervantes, Dostoievski, Proust, Joyce, Faulkner, García Márquez, Puig, Bolaño y tantos otros.
Las novelas mencionadas en el primer párrafo de este artículo —que alguien con criterio marketero podría englobar como “el boom de la autoficción peruana”— tienen algunos rasgos en común. Pero más interesantes son las coincidencias entre sus autores: casi todos debutan en la narrativa con estos libros, y todos tienen alrededor de 39 años de edad. Casi la misma edad a la que Vargas Llosa publicó La tía Julia y el escribidor.
Por Javier Ágreda
17 – Jul – 2015
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