Raúl Mendoza Cánepa
El atrevido y todos los demonios
En el Perú los buenos viven el infierno de los malos sueltos
¡No es la economía, estúpido!, es una frase propia, contraria a la de Bill Clinton antes de derrotar a George Bush padre: the economy, stupid. El insulto le hizo ganar. No es que el Perú no deba preocuparse por la recesión y los precios, pero llegará el momento en el que la confianza se recuperará, las minas intensificarán su producción y los mercados recobrarán su dinámica con una economía libre y un estadista liberal valiente.
No he leído ninguna pinta en el Perú que diga “Queremos un Milei”. ¡Qué sabe la gente del minarquismo o de Rothbard!, país paternalista. He leído sí “Queremos un Bukele peruano”. Con 90% de aprobación en El Salvador, la gente tantea su Bukele, porque si hay un sentimiento que cunde es el del terror. Se habla de “terrorismo urbano”, de bandas transnacionales (que parecieran traídas) y de delitos que carecen de piedad. Sumamos el VRAEM y Sendero Luminoso, otro actor que amenaza muy cerca.
Cuando un gobierno hace años prometía un plan de seguridad ciudadana y creía que la inseguridad era una percepción, lo más que un ciudadano podía esperar era que le birlaran el celular al vuelo. Pero ese ya no es el Perú, hoy es Ciudad Gótica y necesita un comisionado que lidere, un zar de la seguridad. Tenemos solo héroes políticamente maltratados a la vista: una extraordinaria Policía (de las mejores del mundo) y gente desarmada, que cuando no lo está va presa hasta que se aclare por qué le disparó al criminal porque “el criminal al final es él”.
La legítima defensa –que deben ser garantías absolutas de soldados, policías y ciudadanos– es para la progresía una amenaza a los derechos humanos, precisamente los derechos de esos demonios y de esos senderistas endiablados que no dudarían en volar un edificio mientras que el policía solo puede “dispararle benéficamente al dedo”.
Los malos tienen derechos humanos, los tienen por dogmatismo jusnaturalista. El debido proceso, el esclarecimiento, la presunción de inocencia. En el Perú los buenos viven el infierno de los malos sueltos, mientras los demonios liberados reciben todos los beneficios que puede recibir una persona decente, y hasta son indultados o se les enjuicia de nuevo para que no mueran en prisión porque la legislación antiterrorista “debe ser buenita”, y hasta se les indemniza, ¿cuánto se llevó Lori Berenson del MRTA, ¿US$ 30,000? Ya poco y hasta se les paga un sueldo.
Así que no se quejen si Antauro Humala gana en 2026. Ofrece fusilamientos a una sociedad sedienta de orden, con sangre en el ojo, con las imágenes de Lucanamarca y Tarata en la memoria, con una tempestad en cada noticiero de la noche.
No hay ahora un aspirante que abra el libreto de Bukele, solo imitadores sin estrategia y hasta un intento desde Palacio por ser lo que no se es. Mala suerte, pero el Perú podría aproximarse a un esquema autoritario si el discurso del orden no nace de la boca de un demócrata cabal, pero atrevido y determinado, llamémosle “el atrevido”, con su zar al lado. Con el cauto San Martín y sin el durísimo Simón Bolívar tras Guayaquil, quizás los españoles se hubieran quedado algunas décadas más, aunque ya sabemos lo que fue Bolívar.
COMENTARIOS