Ejerciendo ciudadanía

Tras la culminación del acto electoral realizado el día de ayer, los peruanos hemos tomado conocimiento sobre la elección de nuevas autoridades municipales en la mayoría de distritos y provincias, las  que asumirán responsabilidades a partir de enero del siguiente año. Entre tanto, a nivel de las regiones (gobernadores) aún les espera, en muchos casos, la segunda vuelta. 

En términos generales, votos más, votos menos,  como resultado de la voluntad de los ciudadanos, con sabores y olores de agrado o desagrado, las decisiones están dadas. Y nos traen al recuerdo las afirmaciones del filósofo francés Joseph de Maistre: “cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”.  Fue modificado por  otro francés, André Malraux, por: “La gente tiene los gobernantes que se le parecen”. Aseveraciones  que –ponderando la trascendencia de los valores, opciones ideológicas, así como del respeto individual y colectivo– pueden asociarse a los resultados obtenidos en esta gesta democrática.

En el marco del ejercicio de una ciudadanía responsable, es de esperar que la elección de las futuras autoridades haya respondido a la necesidad de poner freno a la corrupción, justamente cuando el punto más alto de la perversidad compromete al aparato estatal y el ejercicio del poder es asumido lamentablemente como oportunidad de aprovechamiento ilícito de los bienes del Estado. De no haber sido así, los que desperdiciaron una magnífica oportunidad para zanjar con esta aberración, cargarán en su conciencia el haber metido la pata, asumiendo la aseveración  del  español Jacinto Benavente, Premio Nobel de Literatura (1922):  “Los pueblos débiles y flojos, sin voluntad y sin conciencia, son los que se complacen en ser mal gobernados”.

Esta actitud tan  solo podrá ser rectificada con un severo seguimiento al comportamiento de sus autoridades en el manejo del bien común. A propósito de lo señalado, cuenta la historia que el periodista Humberto Martínez Morosini, preguntó a don Alfonso Barrantes Lingán, ex alcalde de Lima, líder de Izquierda Unida, si seguía creyendo en la revolución, recibiendo como respuesta: “Vea amigo Humberto, en el Perú un gobierno honesto ya sería una revolución”; afirmación cuya vigencia se mantiene.  

Dado los resultados de las elecciones y la valoración de los mismos por los propios electores, que conocen de cerca la calificación moral y profesional de sus líderes, vale recordar  que, en la actual coyuntura política, social y económica, la lucha contra la corrupción sigue siendo el paso necesario para devolver a los ciudadanos la confianza tanto en la actividad política como en el sistema democrático. Por ello, tomando estas elecciones como un ejercicio cívico, debemos prepararnos para la que se aproxima, que adicionará un elemento importante: la lucha ideológica, evidenciada en el fortalecimiento de la libertad o el enraizamiento de la dictadura. 

En esa dirección surge una serie de tareas a ser abordadas por los ciudadanos: la formación ética e ideológica, la práctica de la libertad y la democracia; ciertamente se trata de un deber que amerita un pacto social exigente de un accionar serio y responsable de la familia, organizaciones sociales, políticas, religiosas, empresariales, medios de comunicación e instituciones diversas, para dar curso con el ejemplo, a jornadas de educación cívica, a fin de evitar que sigan asumiendo responsabilidades en los gobiernos local, regional y nacional, personas ineptas o gavillas delincuenciales que, con sus actos, pisotean las expectativas de la población, liquidando la esperanza de un mejor porvenir.