Eficiencia y equidad en la seguridad social

Cuando uno es chico no entiende de qué viven los abuelos y qué pasará cuando nuestros padres tengan menos fuerzas para el trabajo. Yo adoraba los fines de mes porque mi abuelito recibía su pensión de la entonces Ley 20530 y me invitaba alfajores. Yo lo acompañaba, con nueve años de edad y él cerca de 80. Íbamos solos a hacer la cola al Banco de la Nación y luego, nos escapábamos de compras.

Luego mi mamá se jubiló –aún en la Ley 20530– porque ella había empezado a trabajar a los 19 años de edad. Los fines de mes yo la acompañaba a cobrar su cheque y ella planificaba en su presupuesto mensual, cómo distribuirá su dinero para que alcance para los gastos de la casa y ayudar así a mi papá, que trabajaba en su propia empresa.

La pensión de mi abuelito y la de mi mamá provenían del Estado y, por ende, el cálculo de la misma no tuvo relación alguna con el sueldo que recibieron ni los años que aportaron. Y menos se rentabilizaron con la tasa de interés de inversiones a largo plazo, como ofrecen los sistemas de capitalización individual. Pero si algo me han enseñado ambos es la importancia de preocuparse por el futuro, de contar con tus propios ingresos en la ancianidad para ser financieramente independiente.

No obstante, mi abuelito y mi mamá trabajaron como dependientes y, por ende, pagaron sus impuestos y contribuyeron a la seguridad social para recibir su pensión. Ambos trabajaron en el magisterio y se desempeñaron como docentes en distintas regiones de nuestro país, así que tuvieron regularidad de aportes hasta el momento de la jubilación.

Hoy, siete de cada diez peruanos no aporta para su jubilación. Algunos de ellos porque cuentan con trabajos de subsistencia y no les alcanza para ahorrar, y otros porque prefieren vivir por fuera del sistema pensionario y asumen ellos mismos sus riesgos de vejez o invalidez.  

Es deseable lograr una cobertura universal de la población para el pago de una pensión mínima que garantice evitar la pobreza en la vejez. Pero lo que creo que no es justificable es que la reforma de las pensiones genere un esquema en el que un profesor que trabaja como dependiente con un sueldo mensual de S/ 1,200 le subsidie la pensión a un empresario independiente que genera al mes ingresos por S/ 7,000.  Este tipo de soluciones son totalmente contraproducentes, desalientan la formalidad y van en contra de la población de ingresos más bajos. Es una reforma ineficiente e inequitativa.

Es imposible pensar en una reforma del sistema de pensiones sin entender los incentivos que alientan a un independiente y a un informal a no contribuir hoy a un sistema de seguridad social. No se trata de cargarle más responsabilidades al formal para que le financie las pensiones al independiente o al informal, pues eso solo alentará que el mercado formal se achique aún más o que las personas tengan más incentivos para subdeclarar ingresos, afectando su propia generación de pensiones a largo plazo.

Todos buscamos mejorar la cobertura, suficiencia y sostenibilidad de las pensiones. Pero tal vez se debe buscar soluciones complementarias, como el aporte del IGV a las cuentas de capitalización o la contribución equiparada: por cada sol que pone el trabajador, el Estado pone un sol, hasta asegurar la pensión mínima. Pueden ser herramientas que incentiven el aporte de los independientes, sin generar inequidades, ineficiencias ni daños estructurales al bienestar de la población.