José Dextre Chacón
La educación en el próximo quinquenio
Lograr consensos para alcanzar un desarrollo social armónico
La educación, es necesario enfatizarlo, es un sector estratégico que asegura un pleno desarrollo social y la construcción de ciudadanías que vivan en armonía. En nuestro país, el sector enfrenta tres retos principales para conseguir estos objetivos. Primero, alcanzar la cobertura plena; es decir, la capacidad de que niños, adolescentes y adultos tengan dónde estudiar, en infraestructuras adecuadas. Luego, la calidad: que el proceso de aprendizaje del educando sea altamente satisfactorio gracias a los méritos docentes y la idoneidad de los contenidos. Y finalmente, la investigación; es decir, consolidar a una sociedad capaz de generar nuevos conocimientos para su desarrollo. Las próximas elecciones definirán las orientaciones con que buscaremos resolver estos retos en los próximos cinco años.
Los lineamientos políticos de las candidaturas nos muestran una alternativa comprometida con la inversión privada como aliado; y la otra alternativa, con la predominancia del Estado como actor. De igual forma, una mantiene el compromiso con el proceso meritocrático docente, impulsado por diversos ministros en diferentes gobiernos; y la otra alternativa, comprometida con la reposición de los maestros desaprobados en las evaluaciones docentes, lo cual llevaría al abandono del proceso.
Para afrontar el reto de la cobertura plena, es necesario reconocer que el Estado no podrá resolverlo solo. El déficit en infraestructura educativa pública supera los S/ 108,000 millones. El 44% de los centros educativos carece de servicios básicos. En esta situación, el Estado solo no podría garantizar que todos los peruanos reciban una educación adecuada, como lo pide el Art. 16 de la Constitución; más aún cuando la presión es incrementar necesariamente las remuneraciones docentes. La pandemia ha quebrado pequeños colegios privados y obligado a migrar a más de 200,000 estudiantes de la educación básica privada a la educación pública. Todo esto nos debería motivar a atraer inversión privada para sumar a todos en un objetivo común; pero ha surgido la barrera ideológica en la actual burocracia estatal, que considera esta alternativa como discriminatoria per se.
La calidad del aprendizaje reside en el docente, y ello nos obliga a lograr su compromiso con la mejora continua. Peter Senge en Escuelas que Aprenden (2002), señala la necesidad de construir en el centro educativo una visión compartida, como única forma que una escuela exprese “su sentido de propósito”. Esa visión, considero, es la de un docente comprometido con sus alumnos, y demanda un liderazgo personal en la institución. No se consigue desde una unidad burocrática con miles de colegios a su cargo; solo es posible desde la capacidad de gestión del Director, pero la normatividad actual no le da poder a él para premiar ni sancionar. Es diferente a la gestión del dueño y director de un colegio pequeño que vive para su institución, preocupado por seleccionar a los mejores docentes y mantener a sus alumnos y padres satisfechos con la calidad. Estimular este tipo de gestión privada, que busca mejorar compitiendo en calidad, es más eficiente que tener miles de “inspectores educativos”, lo que solo estimula corruptelas e ineficiencias. El compromiso docente en la escuela pública se complica no solo por la burocracia y el nulo empoderamiento del director, sino también por los resentimientos hacia el Estado por el tema remunerativo.
Por último, el impulso a la investigación y la innovación ha sido un éxito de la ley universitaria, es cierto. Pero debemos reconocer, por sus avances registrados en los rankings de la propia Sunedu, que actualmente son las universidades societarias las que mejores resultados están teniendo, motivadas por la competencia en base a la calidad y la búsqueda del prestigio de su servicio. Logro de un modelo liberal de economía social de mercado.
Como en todos los aspectos, lograr el objetivo del desarrollo armónico social implica evaluar las experiencias adquiridas y alcanzar consensos. Sobre esa base, podemos ver a la inversión educativa privada como un aliado en la mejora permanente de la calidad educativa. Y con eso en mente, nos corresponde evaluar cuál alternativa electoral está más alineada a estos logros indispensables para nuestro país.
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