Cecilia Bákula
Distinguir para vincular
Sin alentar resentimientos, y con esperanzas de bienestar para todos
La expresión “distinguir para vincular” no es de mi invención; la escuché en la homilía de un sacerdote sabio quien la utilizó para explicar un pasaje del Evangelio dominical. Pero me pareció de gran valor en el contexto de confrontación que vivimos y que, en gran parte, es propiciado por autoridades y por personas que, teniendo acceso a medios de comunicación, exacerban, sin razón ni sustento, a los ciudadanos.
Quiero asumir, casi con ingenuidad, que la actual y clara voluntad de “reivindicar” la cultura andina pasa por un desconocimiento radical de la historia. No obstante, esa actitud lejos de permitir una valoración adecuada de la riqueza de nuestro pasado ancestral, solo confronta y motiva mayor crispación social, altos niveles de innecesario resentimiento y una falsa visión de la rica historia de nuestro país.
En ese sentido, siguen teniendo plena vigencia las palabras de un extraordinario historiador y conocedor del Perú, como fue el Dr. José Antonio del Busto, quien señaló: “(a los peruanos) les cuesta asimilar la idea de la Conquista porque no han resuelto un problema personal, siguen en crisis. Se trata de entender que no somos vencidos ni vencedores sino descendientes de los vencedores y de los vencidos... Somos peruanos antes que blancos, o indígenas; somos mestizos... La corriente peruanista une, las otras desunen y lo que queremos es la grandeza de todo el Perú”.
Hay una gran diferencia y distancia entre conocer e idealizar; y eso se aplica a todas las sociedades. Por ello hace mucho daño tratar de difundir (¿imponer o propiciar?) una visión falsamente reconstruida tanto del periodo inca, como pretender enseñar que todo lo que vino de Europa fue negativo. No se pone en tela de juicio que pudo haber excesos repudiables; pero tampoco podemos descalificar el aporte español. Máxime cuando la situación de rivalidad entre Huáscar y Atahualpa ya tenía al mundo andino en zozobra, y entre ellos se desataba una guerra fratricida de graves consecuencias y muerte.
Idealizar el mundo inca es también desconocer el aporte extraordinario de otros grupos anteriores, sometidos violentamente a ese poderío temporal, y asumir que en ese nuevo opresor se vivió en condiciones ideales de justicia y paz. Igual de grave es creer que los incas tenían una bandera por emblema, porque su cosmovisión y sentido simbólico no requería de esos elementos. Baste recordar lo que señaló María Rostorowski, quien dedicó gran parte de su interés e investigación a ese período de la historia: “Los incas no tuvieron esa bandera: Esa bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella. Separemos de una lado las cosas verídicas, serias y reales, de las tonterías”.
Nuestra identidad nacional, solo peruana y única, se sustenta en la diversidad; y por ello, en conocer distinguiendo y uniendo en los vínculos que tenemos por ser parte de todo. De un todo múltiple que empieza recién a formarse; y tomará muchos años que podamos entender la realidad del ser peruanos, como parte de una inmensa diversidad. Esa diversidad es nuestra fortaleza. Y pretender, con errores históricos y falsas interpretaciones, una visión equivocada de nuestra esencia es sumamente grave. Mucho se ha dicho respecto a que la resiliencia –es decir, la capacidad para superar una situación muy difícil, que trastoca la vida por un momento– se logra, en gran medida, afianzándose en los cimientos de la personalidad ya sea propia o social y colectiva, en la identidad y en el sentimiento de pertenencia.
Es por ello que en este momento –en que el país vive una de sus más grandes crisis en todos los aspectos, especialmente en el conocimiento y práctica de la ética y los valores fundamentales– es particularmente grave que se pretenda propiciar una confusión histórica, una mala interpretación de los hechos, y se quiera denostar y descalificar totalmente una parte de la esencia constitutiva de nuestra manera de ser. Es tiempo de afianzar la peruanidad que, como lo hemos acotado, es plural. Enfrentar a los de un color de piel contra los de otro color de piel, establecer pugnas entre los de un origen y los de otro, solo busca desestabilizar la esencia de la Nación y, ante un vacío de identidad, imponer otra.
Tanto el mundo andino como el proveniente de Europa tuvieron luces y sombras. Y con el aporte de ambos se ha ido construyendo la peruanidad, nuestra peruanidad. Es en ella en la que nos debemos sentir “cobijados” y unidos, sin alentar resentimientos, sino con esperanzas de justicia, equidad y bienestar para todos.
Es por ello que debemos conocer nuestra historia para distinguir en ella el aporte de cada sociedad y de cada momento. Solo así podremos vincularnos positiva y creativamente todos los peruanos.
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