Heriberto Bustos
Dialogando con el espejo
Gobernar en democracia requiere altos niveles de tolerancia
El devenir de cada sociedad está marcado por la correspondencia entre los actos personales, expresados en beneficios individuales, y los sociales, enlazados con el bien común. Las personas viven mejor sabiendo y sintiendo que otros asumen su bienestar como resultado de un esfuerzo colectivo. En esa dirección, el fortalecimiento y desarrollo de sociedades democráticas requiere la instauración del diálogo como un instrumento que permita, por un lado, el entendimiento entre los actores sociales, y por otro, la armonización de ideas y hechos en función del desarrollo colectivo. Esto, por ser una necesidad social, convoca y compromete el trabajo educativo en la familia, escuela y sociedad, demandando el cultivo de valores y capacidades para convivir.
La presencia del coronavirus, por su letalidad, nos hizo olvidar rápidamente los procesos de confrontación entre los grupos de poder, de la sociedad con el Estado, al igual que la información parcializada que atizaba la discordia y sembraba el desconcierto. Eso nos situó en un nuevo escenario en el que, lastimosamente, la continuidad de la corrupción, el uso de la mentira como estrategia de comunicación y la preocupante inoperancia gubernamental nos acostumbraron –en el largo aislamiento social obligatorio–- a un anticuado y narcisista monólogo, acompasado por la letanía del son “… que tu ru ru ru ru … que la culpa la tienes tú”, trasladando responsabilidades de los fracasos de gestión a los enclaustrados.
Resulta oportuno señalar que la prédica basada en la comprensión y respeto permite establecer vínculos y bases comunes, constituyendo garantía para la convivencia, toda vez que establece una “doble vía”: junto a la capacidad de expresarse, está presente la voluntad y facultad de escuchar las opiniones de los demás. A estas alturas de nuestra realidad, dos reflexiones pueden servir de advertencia para quienes ingresan abruptamente en el escenario político asumiendo alguna cuota de poder y que, premunidos de cierta soberbia, suponen hablar con “las masas” cuando en realidad tan solo dialogan con el espejo: el primero es de Octavio Paz(*), quien refiriéndose al uso político del monólogo, anotaba con ironía: “Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido, desemboca en las dos formas predilectas de la esquizofrenia: el monólogo y el mausoleo”; y el segundo del papa Juan Pablo II, que preocupado por el destino de la humanidad sentenciaba: “El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda vida humana”.
Asumiendo con seriedad y responsabilidad los actuales acontecimientos, debemos recordar a los encargados de la administración del Estado que gobernar en circunstancias de crisis consiste en mostrar capacidades para gestionar, construir equipos eficientes, superar los sectarismos y ampararse en la verdad. Dicho de otro modo, comprometerse con la conducción del país, respondiendo a las necesidades y expectativas de todos los pobladores. Del mismo modo, transitar por el camino de la armonía requiere niveles de tolerancia y mucho coraje para construir democracia, atribuyéndose la defensa y fortalecimiento de ese sistema político, sin distanciarse de la práctica juiciosa de valores, ni del respeto a las leyes.
* Poeta y político mexicano, Premio Nobel de Literatura en 1990
COMENTARIOS