Juan Sheput
Despedida anodina
Un mensaje lleno de cifras sin indicadores, sin un hilo conductor...
A estas alturas ya nadie debe tener dudas. El de ayer ha sido el peor discurso presidencial de los últimos 30 años. Ya no sólo se trata de la predictibilidad del mensaje a la Nación, que en alguna medida puede ser una virtud, sino del vacío como consigna, de la lista detallista que oculta la falta de grandeza, de la precariedad política, del deseo evidente que esto se termine. Ayer el presidente Humala ha estado a la altura de la pequeñez de su gobierno.
Es obvio que el presidente desea que se le recuerde por la Educación. A este sector le dedicó la quinta parte del mensaje. Pero aún en la joya de la corona, los recuentos efectistas trataron de suplir la falta de asuntos medulares, de estado, de largo plazo, de objetivos concretos, que es lo que en realidad genera la mejora educativa.
Hubo vacíos que llaman a preocupación. El que no se haga ningún tipo de mención al año electoral, a diferencia de los compromisos que sí establecieron con el país sus predecesores. Eso podría significar que el presidente sí tiene deseos de ser el gran elector, de interferir en la marcha o dinámica de la transferencia democrática. Ello ahondaría el conflicto entre las fuerzas políticas y causaría un mayor deterioro institucional.
Si de la corrupción se trata, el de ayer también fue un discurso cínico y contradictorio. Cínico pues el presidente dice que el gobierno promueve la fortaleza de la Procuraduría cuando sabemos que es todo lo contrario y hasta se les impide hablar. Contradictorio porque es un sinsentido hablar de Planes Anticorrupción cuando estos se han desarticulado y jamás fueron respetados. Inclusive el presidente fue hasta poco elegante cuando mencionó que se desarticulaba la red Orellana, sin mencionar los otros casos como Ancash o el de Martín Belaúnde Lossio, con lo cual el golpe bajo contra el presidente del Congreso, Luis Iberico, estaba lanzado.
Finalmente lo político. A qué nivel habrá llegado la precariedad política del actual gobierno que ni siquiera un evento estelar como el mensaje a la nación del 28 de julio puede ayudar al presidente Humala a cambiar la agenda. Un discurso anodino, para el olvido, lleno de cifras sin indicadores, sin un hilo conductor, es una muestra contundente de lo que han sido estos primeros cuatro años: el de una presidencia sin rumbo, rehén de la coyuntura.
Por Juan Sheput
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