J. Eduardo Ponce Vivanco
Democracia peruana: una mayoría aplastada por minorías violentas
La autoridad democrática está en falta
Aunque la esencia de la democracia es la prevalencia de la mayoría, las distorsiones que pervierten la política nacional han impuesto el dominio de las minorías en el ejercicio del poder y una narrativa que lo justifica.
El hecho de que nos gobierne un miembro del minoritario Partido Morado es la culminación del corrosivo proceso de sucesiones presidenciales que ha sido el efecto tardío de la gestión de Vizcarra, quien no fue elegido para la función presidencial sino que la asumió a raíz de la penosa renuncia de Kuczynski, como resultado de actos parlamentarios oscuros. A pesar de que llegó al poder como Vicepresidente de PPK, sus decisiones transgredieron el Plan de Gobierno de Peruanos por el Kambio. Tamaña incongruencia fue tolerada por una ciudadanía presa de la calculada manipulación urdida por el asesor peronista Maximiliano Aguiar, el Montesinos de Vizcarra y mentor del populismo que encumbró al Presidente accidental (quien lo dude puede consultar el libro de la ex Segunda Vicepresidenta Mercedes Aráoz).
Aunque repitiera cínicamente “soy respetuoso de la independencia de poderes”, Vizcarra cerró el Congreso, gobernó por decretos de urgencia y promovió la no reelección de congresistas. A pesar de que instrumentó una sistemática confrontación con el parlamento ahora pretende una curul. Como Presidente consagró la política de ceder bajo la mesa (Tía María), que estimuló la proliferación de medidas de fuerza. Y en un exabrupto populista, emula a Verónika Mendoza sumándose a las izquierdas que reclaman una nueva constitución.
Los sobresaltos posteriores a su destitución impusieron una democracia callejera de pandémicas manifestaciones populares que forzaron la intervención policial. Pero lejos de ser apreciada por cumplir su función y defender el orden público, la Policía fue denostada y maltratada por el Presidente Sagasti y los medios, precisamente cuando se multiplicaban las medidas de fuerza.
El clima de inestabilidad perjudica la acción del gobierno transitorio en plena campaña electoral, cuando la narrativa de moda privilegia a las minorías y su derecho a la protesta, aunque se ejerza con violencia. Los bloqueos de carreteras por paros mineros o agrarios aprovechan la inhibición del gobierno transitorio, cuyas críticas a la Policía agravan una situación de emergencia por los desmanes que amenazan al país. Todo ello se suma al temor del aparato fiscal para procesar a quienes vulneran el orden público y el derecho constitucional al libre tránsito de los peruanos varados durante días en las carreteras.
Es irónico que las minorías violentas invoquen el derecho a la protesta para abusar de la mayoría ciudadana, cuya primacía es la esencia misma de la democracia. El artículo 21.3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos estipula: “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público”. Todo gobierno legítimo está obligado a ejercer esa autoridad en defensa de las mayorías sojuzgadas por los grupos minoritarios y prepotentes que han tomado de rehen a nuestro tolerante régimen democrático.
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