Úrsula Letona

Del ataque personal al ataque familiar

Cuando la política traspasa el espacio público

Del ataque personal al ataque familiar
Úrsula Letona
29 de enero del 2018

 

A solo días de la partida del papa Francisco, quien nos dejó un mensaje para construir una sociedad basada en el amor, se generó la idea de que era posible construir un país promisorio y en el cual se puedan discutir nuestras diferencias con respeto y lealtad. Desafortunadamente muchos no comparten esta premisa. Es decepcionante ver como, de un día para otro, algunos mutan sus principios, cuando esos principios deberían ser las armas firmes e inmutables para defender los intereses del país. Para algunos políticos los principios pueden cambiarse de acuerdo a la dirección en la que sople el viento, aun cuando dicha dirección no se corresponda con la defensa de lo que la ciudadanía demanda. Pero es precisamente en los momentos de crisis cuando se deben reafirmar los valores democráticos y morales, y no socavarlos para favorecer intereses particulares.

En las últimas semanas la congresista que preside la comisión Lava Jato ha recibido ataques que se han trasladado al lado familiar: primero atacaron a su esposo y luego a su hermana. Ello sin duda viene como respuesta a la tarea que la congresista cumple al frente de dicha comisión. Es evidente para la opinión pública que estos ataques no son gratuitos, sino la reacción a un trabajo serio y metódico que, al parecer, algunos no toleran; por ello recurren a las viejas prácticas de tratar de desacreditar al adversario político a cualquier costo.

Lo mismo viene ocurriendo con mi persona, primero involucraron a mi hermana en ataques por parte de algunos políticos y medios de comunicación, y en la última semana le ha tocado a mi esposo. Como lo he precisado en las redes, mi esposo ya fue citado a declarar a una comisión congresal y respondió ampliamente todas las preguntas e inquietudes que se le plantearon en aquella oportunidad. Y también ha manifestado su disposición a concurrir nuevamente ante el Congreso de la República para seguir colaborando con las investigaciones a cargo de dicha comisión.

Cuando asumí esta nueva etapa, de involucrarme en política, partía de la premisa de que no resultaría una tarea fácil. No tanto por la responsabilidad que pudiera significar, sino por aquello que ha caracterizado desde siempre a la política: ser objeto de ataques arteros y carentes de fundamento, dejando de lado la objetividad. Especialmente por los adversarios políticos que utilizan estas prácticas y los medios de comunicación que también hacen politiquería de este tipo.

Ingresé con la mejor disposición de plantear y discutir políticas públicas, considerando mi experiencia en diversos sectores de la función pública, en procura de lograr la construcción de un Estado que permita poner a la gran mayoría de peruanos en un plano de equidad (que no es lo mismo que un estado igualitario). Especialmente para los menos favorecidos, que deben acceder a una educación de calidad, contar con un esquema de salud pública de óptimas condiciones —con incidencia en la prevención—, sentar las bases para desterrar la informalidad económica y laboral, y la dotación de otros servicios básicos que son necesarios para que los peruanos desplieguen y exploten todas sus capacidades para incorporarse en una esquema virtuoso de gran movilidad social. De eso se trata la equidad. He sido como muchos peruanos, resultado de tal esquema virtuoso.

En esta apuesta nos encontramos con la presencia de la corrupción, la persistente inacción de los gobernantes y otros males que aquejan a gran parte del aparato administrativo del Estado. Señalamos con convicción y fortaleza que no es una opción mantener estas prácticas, por el daño que se le genera al país, y que a su vez deriva en la frustración de la inmensa mayoría de peruanos. Bajo tales premisas es una obligación —sostenida por mis principios y que también ha sido parte del mandato recibido de la población— persistir en la lucha para desterrarlos. La lucha contra quienes se benefician con el desorden, el caos, el conflicto y la corrupción no es fácil, porque estos elementos siempre van a generar el escenario de que nada esta limpio, que todo esta manchado, que no existen referentes cuando se trata de enrumbar al país en una mejor dirección, en procura del bienestar de sus ciudadanos.

Estamos aquí para desterrar esa idea, para reafirmar nuestro compromiso con el Perú y no para bajar la guardia o atemorizarnos ante ataques carentes de sustento y objetividad, ataques que son endémicos en nuestra política. Afirmaba Franklin Roosevelt, en su apuesta por construir el gran país del norte, “Les pido que me juzguen (en ese propósito) por los enemigos que me he ganado”.

 

Úrsula Letona
29 de enero del 2018

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