Juan Sheput

De la extraña levedad del diálogo

De la extraña levedad del diálogo
Juan Sheput
03 de marzo del 2015

A propósito de las conversaciones políticas convocadas por el gobierno nacionalista 

La palabra es uno de los instrumentos de la política. A través de ella se pueden tejer discursos para convencer al pueblo y elaborar ideas para unir a las huestes o confrontar a la oposición. Uno de los recursos de la política es el conversar pues, como se ha dicho hasta la saciedad, la política se hace, entre otras cosas, conversando. La conversación sin ideas, en política como en otra actividad, es pérdida de tiempo. Las ideas sin conversación, son difíciles de plasmar. Ideas y conversación requieren de un orden, una agenda, para que se pueda llegar a un final con voluntad de acción. 

El diálogo, visto así, como la conversación política, es una actividad noble. Cuando se hace con políticos de fuste se sella con compromisos. En ese sentido a lo largo de mi vida política he podido establecer quiénes son los políticos con los cuáles se puede sellar acuerdos, porque los hay, y también quienes son aquellos con los cuales el acuerdo no tiene sentido porque no se honra. Aquel que promete y deshace sus promesas con facilidad o que tiene en la traición a una de sus cualidades, será difícil que pueda honrar sus compromisos. Como en la vieja fábula del escorpión y la rana, siempre acudirá al llamado de “su propia naturaleza”. 

Este gobierno ha sido pródigo, no digamos en traiciones, sino en contradicciones. Desde sus primeras horas se ha lucido en el arte del cambio de posición. Siendo así, coherentemente jamás cultivó la conversación, llegando a decirse que, amparado en una popularidad que no entendió como pasajera, el gobierno se solazó en su aislamiento. Ya luego, cuando se vio acorralado por escándalos y graves indicios de corrupción, se acordó de dialogar, es decir tuvo a bien recordar que la “política se hace conversando”. 

Sin embargo olvidó un detalle. Uno dialoga con quien posee una base de confianza. Y esa base se construye con gestos. A la buena voluntad de los dirigentes políticos habría que recompensar con gestos que construyan confianza. Sin embargo qué es lo que podemos imaginar cuando en la reciente inscripción del señor Daniel Urresti, con el patrocinio de la señora Nadine Heredia, presidenta del partido receptor, el novísimo militante se la pasó insultando a los más nítidos representantes de la oposición. Un gesto habría sido que la esposa del presidente le corrija la plana, pero no sucedió. El exministro inauguró su carnet nacionalista insultando a la oposición. 

Respeto y comprendo la actitud de quienes creen en el diálogo que promueve este gobierno. Pero tengo derecho a mantener respecto a él una actitud escéptica. No sólo por los gestos desde las alturas sino por el permanente clima de enfrentamiento que promueve el presidente de la República. En situaciones así es mejor no dialogar. Una democracia también requiere saber guardar distancia, alejamiento crítico, plantear distintas formas de actuar y razonar y eso se llama oposición. El diálogo, en el contexto que atravesamos, no sirve para mejorar la situación sino para agravarla. Además un diálogo sin la fuerza opositora es cualquier cosa menos una conversación con peso político. 

Por Juan Sheput
03 - Mar - 2015  

Juan Sheput
03 de marzo del 2015

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