Raúl Mendoza Cánepa

Cuiden sus palabras

Cuiden sus palabras
Raúl Mendoza Cánepa
14 de noviembre del 2016

No solo Keiko, también PPK y Jorge Bruce deberían pedir disculpas

Keiko Fujimori expresa que no está deprimida, que no se deprime porque “la depresión es para los perdedores”. De inmediato las redes sociales saltan para lanzar sus flechas, pues “la depresión es una enfermedad y Keiko ofende a los deprimidos de la Tierra”. ¿No era una alocución de esas tantas a las que solemos apelar de modo coloquial? O, cosa rara: ¿Keiko desprecia a los clínicamente depresivos? Asumo que Keiko no tuvo por objeto ofender a los enfermos, sino darle la contra a los que decían que su silencio se debía a la “depre” de su derrota. (¡O sea que otros sí pueden mofarse de ella aludiendo a su silencio como una depresión post electoral!).

Keiko patinó en el “decir”, pero lo que quiso en su euforia es aludir a su fortaleza, a que no se desalienta, a que se desalientan los perdedores ante los obstáculos. Esa hubiera sido la frase correcta. “Me deprimo”, en el coloquio cotidiano, no suele referir necesariamente a la enfermedad. Usamos esta expresión como sinónimo de “desaliento”, “rendición” o “moral baja” cuando nos va mal. “Estoy con la depre, pues me fue mal” no es lo mismo que decir “sufro depresión”. Esta, en términos técnicos es una enfermedad y los que la padecen merecen sumo respeto y la mayor atención de sus familiares y amigos (no los minimicen cuando se los cuenten).

Pero resulta obvio que Keiko usó la frase “se deprimen los perdedores” como un pésimo sustituto de: “los que se desalientan frente a un fracaso, son perdedores”. El desánimo no es una enfermedad, es algo pasajero y circunstancial. En el beneficio de la duda, Keiko no hablaba de una enfermedad mental, sino de una actitud ante la vida. Mientras tanto los peruanos nos cerrábamos en la frase, nos hemos vuelto selectivamente susceptibles. Si la tía Susana soltaba el “esperpento” no hubiéramos sido tan locuaces y ni los psiquiatras, tan claros y hábiles para el discernimiento y la compresión del contexto de las palabras, se hubieran pronunciado (tan solemnes ellos).

En los ochenta, Alan García era “caballo loco”. Todos los periodistas indagaban sobre sus posibles tratamientos; especulaban y festinaban sobre un probable “transtorno” que le restaba capacidad para gobernar. Cuando Jaime Bayly lo encaró con desparpajo sobre si se medicaba o no, hasta le festejaron la audacia. Cito un artículo de Beto Ortiz que viene al caso. “Techito Bruce dijo de él (PPK) que “o era un mentiroso o ya estaba con principios de Alzheimer”. Y todo porque Kuczynski había osado poner en duda el famoso examen toxicológico que supuestamente le hicieron a Toledo. “¡El que está con Alzheimer es él!” lle respondió, airado, el hoy presidente”.

Bien, les confieso que a mí todo eso sí me hirió, porque una persona muy querida y entrañablemente cercana (¿se imaginan?) se me viene apagando hoy en los remolinos del Alzheimer. Ah, no era un fujimorista el de la ignominia, eran Techito y PPK ¿Para qué indignarse? ¿Alguna asociación de psiquiatras salió al frente ante la alusión a esta enfermedad irreversible y letal? ¿Las redes se indignaron? ¿Debo yo odiar a Techito Bruce y a PPK? (por entonces, 2011, mi familiar querido estaba en fase temprana) ¿Salió gente al frente? ¿Hubo una marchita? ¿Tan solos estábamos Ortiz y yo? (los padres de Ortiz fueron atacados por tan cruel enfermedad). Ortiz menciona la recatafila de chistes sexuales a partir del cáncer de lengua de Alberto Fujimori. Conozco gente cercana que pasa por el trance hórrido de las enfermedades oncológicas, incluso niños; pero somos tan selectivos para el juicio. Algo es malo, más malo, muy malo o bueno o mejor, no per se, sino según quien lo profiere o lo padece.

Mi solidaridad con los que padecen depresión, también Alzheimer, cáncer, esquizofrenia, etc. Hay gente a la que quiero y que se deprime, y mi sensibilidad no puede ser ajena a ninguna patinada; pero mi racionalidad no puede ser ajena tampoco a los contextos en los que se dicen las cosas ni al discernimiento que me permite contextualizar las frases. En todo caso, Keiko haría bien en disculparse y en reformular sus palabras. Yo, en lo personal, espero las disculpas de Bruce y del hoy presidente por su alusión frívola al Alzheimer.

 

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
14 de noviembre del 2016

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