Ángel Delgado Silva
¡Cuidado con olvidar lo principal en el caso Ollanta-Nadine!
A propósito de la situación actual de la ex pareja presidencial
En relación a la prisión preventiva de la ex pareja presidencial propongo cinco consideraciones a tomar en cuenta:
Uno. Siendo la detención provisoria una medida de excepción, como lo establece la mejor doctrina, los jueces y fiscales la han convertido en práctica corriente. Esta interpretación resulta arbitraria. Pasar por alto el principio de presunción de inocencia solo se justifica cuando la actuación o peligrosidad del imputado puede afectar la investigación y perjudicar al proceso judicial.
Dos. Quienes ahora alzan voces contra la prisión preventiva de los Humala-Heredia estuvieron mudos ante casos verdaderamente escandalosos. Uno de ellos, que el ministro de Justicia en los tiempos del humalismo nunca cuestionara el encarcelamiento provisional del presidente regional de Cajamarca por casi tres años, sin que fuera juzgado. Seguramente porque Gregorio Santos era antiminero o “enemigo de la inversión”. Ahora, cuando el juez aplica a la ex pareja presidencial las reglas que todos los días sufren miles de peruanos, se rasgan las vestiduras. Si fueran sinceros y coherentes deberían solicitar, en simultáneo, la revisión inmediata de la forma en que se viene aplicando esta restricción a la libertad, que no por ser provisional resulta menos gravosa para las personas.
Tres. Existe el deliberado propósito —orquestado por la defensa legal de los Humala-Heredia, sus exministros y algunos medios de comunicación— de cambiar el eje de la lucha anticorrupción, enfatizando la discusión sobre el tecnicismo del “peligro procesal”. El objetivo es crear la falaz percepción de que se está cometiendo un abuso de poder y hasta una persecución política contra los Humala-Heredia. De ese modo aspiran a nublar el asunto de fondo: el concurso de delitos cometidos por la ex pareja presidencial. En tres años de indagaciones el Ministerio Público ha logrado recopilar contundentes pruebas para reconstruir las redes de la corrupción, las fuentes del dinero ilícito, los vínculos con Odebrecht, OAS, Andrade Gutiérrez, la conexión con la Venezuela chavista, el falseamiento de información a la ONPE y la evasión tributaria, entre otros delitos. Es esta la cuestión principal a debatir, y no la detención provisional.
Cuatro. Por eso mismo, la Fiscalía encargada debe formular, sin más demora, la correspondiente acusación penal. Y el Poder Judicial debe entablar de inmediato el juicio oral que ventile el fondo de las imputaciones penales, para que se dicte la sentencia del caso. Hay quienes lamentan la detención de un presidente más. Estiman que ello es una tragedia para la democracia. Ciertamente el espectáculo es doloroso, y más duro porque se trata de gobiernos posteriores a la autocracia corrupta de los noventa. Sin embargo, sería más trágico que estos crímenes quedaran en la impunidad absoluta.
Cinco. Esta hora no es de tragedia, es fundamentalmente de esfuerzos mayúsculos para luchar contra la lacra corruptora, desde la democracia y con sus instituciones jurisdiccionales legítimas. En esta guerra sin cuartel las cosas no son fáciles. Probablemente no estarán en la picota pública todos los que debieran estar. Pero ello jamás debiera ser pretexto para desestimar los éxitos parciales alcanzados. El perfeccionismo ético es un mal consejero. Renuncia a los pasos concretos, quizá magros pero reales, por el cielo ilusorio de la solución total. Los corruptos saben de esto. Azuzan desde sus medios a la población para confundirla, desmoralizarla y finalmente desarmarla. ¡No caigamos en ese juego!
Ángel Delgado Silva
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