Hugo Neira
Conversando desde Chile
La necesidad de vivir y progresar en una democracia pluralista
Antes de ponerme a conversar con el amable lector, visto como están los debates en Lima, me adelanto algunas de mis ideas claves. «Estoy convencido de la superioridad de las democracias pluralistas». Y como he viajado toda mi vida a lo largo de continentes —y he vivido en diversos lugares— estoy convencido de que sobresalen sobre los regímenes autoritarios. Es evidente, Europa, los Estados Unidos, algunas otras naciones, Canadá, Australia, pocas en América Latina. La Rusia soviética, con un pueblo y una identidad poderosa, con sabios de todo tipo, con disciplina y planes quinquenales, se modernizaron pero no pudieron competir ni con Europa ni con los Estados Unidos.
Lo que digo no es fruto de un principio ideológico o de algún dogma sino de los hechos, de lo real, nos guste o no. Pero para eso, necesitamos Estado moderno (no solo gobierno como ahora) y economía de mercado y no de planificación, que hundió a la Rusia Soviética. Y a Venezuela y Cuba sin alimentos. Y nos falta una sociedad con educación masiva de alto nivel para llegar a las ciencias. Y el ingreso a la revolución industrial como hacen otros países, no solo en Occidente, por ejemplo países asiáticos como Corea del Sur. Y solo entonces masificación de la política, y conciencia de ser una nación. Lo siento, no la tenemos todavía. Hasta ahora nuestra construcción de la identidad no es nacional sino regionalista. Y para terminar, lo que nos falta a dos siglos de ser república: podríamos tener elites que sean honestas y que no se distancien como «minorías creativas» de la cultura popular. Según ciertos historiadores eso es el declive de una nación o de una civilización (Arnold Toynbee). Como veremos más adelante.
Pero desde el Perú me hacen preguntas aunque no esté en el país, las cuales por lo general son políticas y circunstanciales. A lo que respondo sin mucho entusiasmo. Le cuento, al amable lector, que es curioso el efecto de la distancia geográfica, como que despeja el horizonte. Sinceramente, lo que hoy me atrae es nuestra estructura social y la disposición mental para unas cosas y no otras. Me interesa el armazón del Estado y la sociedad peruana actual aunque me llegan los chismes. Pero estoy lejos del bullicio periodístico limeño. Al viajar, veo los medios modernos de movilidad de otras sociedades y me alarmo por lo pobre y la poca red de carreteras, ferrocarriles, aeropuertos, en nuestro amado país andino, arrugado y desbaratado. El Perú sigue siendo un país de rincones. Y acaso por eso los peruanos no se conocen entre ellos mismos. Tenemos por desgracia y descuido una infraestructura que no une sino desconecta.
Sin embargo, respondo a quien me busca. Y cuando Percy Vílchez de LBP Radio Miraflores me pregunta sobre «la situación actual», no le respondo de inmediato. Me pongo a hablar de otra cosa, la siguiente. Hace veinte años que regresé de Europa, y todo el tiempo protesto y me indigna el colapso de la educación secundaria. De joven, yo estudié en una Gran Unidad Escolar. Aprendí mucho porque los profesores transferían y pasaban los conocimientos a los muchachos, como debe ser. Pero eso ya no existe, ¿no es cierto señor Idel Vexler? Ya no hay asignaturas. Su club de pedagogos llamados constructivistas sostiene que un alumno debe hallar por su cuenta la definición de un tema. Genial. Por ejemplo ante la clasificación de los elementos, no debe ir directamente a la tabla lograda por el químico ruso Dmitri Mendeleiev en 1869. No, debe encontrarla con su propio esfuerzo. Se olvidan que la secundaria no es los estudios superiores, sino la introducción mínima de conocimientos. Y además «según el medio social» de nuestros profesores. Hay, pues un problema: el cuadro de Mendeleiev, solo se probó que era exacto cuando la física cuántica, en 1930, lo confirma. Hoy, en Perú, no se enseña disciplina por disciplina. No hay física, química, lógica, matemática y en humanidades, nada de gramática, historia del Perú, historia universal, lenguaje, ética y educación cívica. Este experimento cognitivo que el Perú ha abrazado trajo 30 años de vacío en nuestras escuelas secundarias. Yo he leído a uno de los fundadores del constructivismo, el ruso Lev Vygotsky. No dice que se desaparezca toda otra asignatura. En ciertos temas, valía la pena el trabajo personal. Pero en Perú, desde 1990, al estar el Estado con un problema de orden fiscal, se decide reducir los gastos en educación. Y interviene el Banco Mundial en un acuerdo sellado en Washington. Se acepta un apoyo externo con este increíble acuerdo, «nada de cursos de humanidades». Y así estamos. A la cola del mundo.
Eran los años de la gran migración del pueblo rural a las ciudades, y por supuesto, las clases medias urbanas aplaudieron el recorte intelectual, no vaya a ser que los hijos de los vendedores ambulantes salieran literatos, abogados, filósofos y acaso apristas o comunistas. Mejor era crear una capa social de trabajadores manuales. ¿El resultado? Hay varias generaciones de peruanos a los que no se les ha enseñado ni a leer ni a escribir. Y menos comentar un simple texto escrito. Fueron a las escuelas para pobres para embrutecerse. Aprendieron a no leer ni un diario ni un libro. Y se pusieron a trabajar en chambas que dan plata, algo al menos. Pero la pandemia ha mostrado la precariedad de los que no saben al menos de algún oficio.
Entonces, ¿qué ha pasado en Perú? Por arriba «los arreglos entre las corporaciones y la elite del Estado», dice en su libro crítico, Francisco Durand. (Por cierto, nos estudia pero no vive en el Perú.) Y por debajo, millones de escolares que, como sabemos, son los mejores del mundo en las pruebas PISA. ¿Y me preguntan qué ha pasado? Por arriba, diversas plutocracias (no tenemos burguesía). Y hacia abajo, un pueblo al que han estafado por algo que es un remedo de escuela. No formamos ciudadanos. ¿Cómo, sin curso de Historia del Perú? El único país sin su historia en América Latina. Y sin embargo, hubo un pueblo con cultura, al menos en las zonas urbanas. Y eso fue el Perú hasta los años ochenta y noventa. Antes que se establecieran los constructivistas. Hoy la reflexión y el amor al conocimiento se han esfumado. Eso hubiera querido decir en la radio, pero ya lo había dicho tantas veces. Espero que la próxima vez, en Radio Miraflores, les pueda contar cómo eran las escuelas peruanas antes que decidieran que el país no entraría al siglo XXI y que porque hay internet y redes sociales, creen que ya no se necesitan libros. Sin embargo, ya no hay analfabetos. Pero el peruano corriente no lee. No tiene tiempo, no solo es la chamba sino nuestra intensa sociabilidad. Somos orales y homo ludens. Se pierde tiempo leyendo. Somos prácticos, ya sabemos. Un peruano de a pie se para ante un quiosco, ve los titulares de los diarios (que cada día tienen menos clientes), no compra ninguno, ya sabe. No necesita de intelectuales.
La deseducación masiva no es mi única preocupación. Alan Salinas, en una conversación con un grupo de jóvenes apristas, me pregunta varias cosas sobre su partido. Les digo lo que comienza este texto, la necesidad de vivir y progresar en una sociedad de «democracia pluralista». Pero en el caso del aprismo, tengo tres hipótesis. Han sido el partido que ha luchado por un régimen democrático desde 1930 hasta estos días. Sin embargo, a su fundador, se le cerraron todas las puertas. Por el 40 al 60 del siglo XX, Alianzas increíbles de la derecha, el militarismo y Ravines, comunista. Lo hemos olvidado, pero era muy hábil, y es él quien inventa no la política sino la antipolítica. Esa que consiste en que no llegue alguien al poder. (Como sabemos, así vamos a votar, no a favor de alguien sino en contra. Luego se arrepiente uno de lo que ha hecho.)
El aprismo fue algo más que un tipo de partido de izquierda, un partido socialdemócrata. A muchos apristas no les gusta que lo clasifiquen en esa categoría. Cierto, ¿qué tienen que ver con Alemania? Pero lo real es que a fin del siglo XIX, la socialdemocracia estaba entre los herederos de la lógica de Karl Marx, pero no tomaron el régimen de poder de Lenin. Ellos, partido de obreros, tenían la hegemonía de las elecciones en la vida política alemana hasta 1914. Gran diferencia con el caso ruso. Es evidente que los socialdemócratas germanos vivieron en su país el periodo de expansión de la revolución industrial, es decir, algo que no vio en vida Karl Marx. El capitalismo alemán comprende que era más favorable para la productividad que los obreros trabajaran menos horas, comieran mejor, y en consecuencia, la «pauperización» como la llamaba Marx no ocurrió sino lo contrario. Pero Rusia fue un caso aparte, cuando Lenin toma el poder es un país desolado por la guerra y el hambre y Lenin y los bolcheviques viven una circunstancia distinta. O sea, otro modo de dominación. Es curioso, pero en América Latina, no se habla de la dinámica del proceso industrial y laboral de Europa. Es un pecado. ¿Obreros que prosperaban, sin necesidad de una sangrienta revolución? No se oye padre. Una vez, en una universidad de Lima, donde hay muchos católicos y a la vez marxistas, un amigo me propuso que fuera a dar una conferencia sobre la socialdemocracia en Europa. Lo hicimos, pero a mi pobre amigo, le quitaron el curso por seis meses. De esas cosas no se habla. El marxismo es solo Lenin, Stalin, etc.
Hay, sin embargo, algo que escapa a los apristas, sin que sea mala intención, ni tampoco en mi caso. Haya es algo más que el partido y sus enfrentamientos. ¿Un doctrinario? Algo más, un pensador. Cierto, se le ve como un jefe partidiario y la identificación con los ciudadanos en una sociedad de estamentos diferentes de 1930 a 1960, al punto que aparecen otros partidos muy parecidos al aprismo, o sea, multiclasistas. Es el caso de su mayor rival, Acción Popular de Belaunde, por ejemplo. Pero no olvidemos el proyecto de Haya de la Torre, mucho más ancho que un solo país, Alianza Popular Revolucionaria Americana. No llegó nunca a esa formación multinacional, pero produjo efectos en el continente. German Arciniegas, gran escritor colombiano: «La doctrina del APRA significa, dentro del marxismo, una nueva y metódica confrontación de la realidad económica indoamericana con las bases que Marx postulara para Europa.» Y añade: «universidades populares, donde los jóvenes estudiantes enseñaban a obreros medicina práctica…, al año de iniciadas ya contaban en todo el país, 50 mil estudiantes» (El Continente de Siete Colores: historia de la cultura en América Latina).
Haya de la Torre llegó anticipadamente a un siglo que no era el suyo. Todavía se autonacionalizaban las patrias, para pensar de modo global. Una anécdota revela el gran tema que le interesaba a la vez que su partido, era el destino del subcontinente sur. Perseguido durante el gobierno dictatorial del general Odría, se refugia en la Embajada de Colombia. Fueron 4 años sin poder salir del país durante los cuales le ocupa un tema. En esos años cincuenta, la cuestión de «la decadencia de Occidente». Lo había abordado el alemán Spencer pero también Immanuel Wallerstein, y desde su juventud, Arnold J. Toynbee. Pues bien, es al análisis de esos autores europeos y conocidos por el mundo entero que dedica su tiempo, la civilización de la América Latina, de esos años en apariencia perdidos. Es más, se sabe que Haya de la Torre había hecho amistad con Albert Einstein. El inmenso sabio era un amigo y fue quien sabiendo la temática que era la que amaba (Indoamérica), lo lleva de la mano a que conozca a Toynbee. Einstein le habría dicho: - Mire Víctor, lo que yo soy en la física cuántica, Arnold lo es en cuanto a las civilizaciones.
En efecto, Toynbee era el más leído y conocido en el mundo en cuanto a la historia intelectual de las civilizaciones. Toynbee había comenzando su estudio desde 1934 y hasta 1961, sobre el ascenso y la caída de 26 civilizaciones en el transcurso de la aventura de la especie humana. Toynbee puso en las librerías cientos de libros, revistas, traducidos según la prensa inglesa «en treinta idiomas». Como se puede entender hay algo especial en las tesis académicas y políticas de Toynbee y que me atrevo a intuir que le interesaba a Haya de la Torre. Toynbee, un producto netamente británico, profesor de la London School of Economics, autor de doce volúmenes, llega a la convicción de que no había un ciclo sobre el desarrollo y la muerte de las civilizaciones. No era ni un proceso determinado, como un astro. Sino el resultado de la respuesta de un grupo humano frente a sus desafíos, tanto naturales como sociales. Civilizaciones, no había determinismo pero sí riesgos. Así, discutiendo a Spengler sobre La decadencia de Occidente, negando un fatalismo del que no se podía escapar. En cambio, la idea de Toynbee —«la civilización puesta a prueba»— debe haber ocupado las hipótesis de Víctor Raúl Haya de la Torre ante esta civilización que llamamos Indoamérica.
La conciencia intencional de Haya de la Torre apunta a la América del Sur y Europa. Y le interesa más que otros historiadores de las civilizaciones. Toynbee no consideraba genes en las civilizaciones, sino fallas. Desintegraciones, edades heroicas, Estados universales, religiones mayores y otras menores, y los contactos entre civilizaciones en el contacto del espacio territorial. La pregunta es ¿por qué se olvida al Haya pensador? Haya no es, pues, un político intelectual solamente. Es un punto de partida.
Pudo ser un círculo de estudios. Suele ocurrir escuelas. Tal como Fichte (1762-1814) representante del nuevo pensamiento alemán al elegir el idealismo. O el caso de Auguste Comte que había entrado al servicio de Saint-Simon en agosto de 1817. O más cercanos, los existencialistas franceses, Sartre, Simone de Beauvoir. O siguiendo un hilo, Merleau-Ponty (1908-1961). O bien Karl Marx con muchos legados llamados todos marxistas cuando, en realidad, se distinguen tanto como las religiones. En la escuela de Fráncfort, que después de la Primera Guerra Mundial, estalla en postulados marxistas contradictorios, un movimiento comunista y bolchevique (KPD) y un partido socialista revolucionario pero democrático (SPD). Ahí estuvieron de Adorno a Marcuse en los Estados Unidos. Más tarde, los que siguieron a Heidegger, ya en el existencialismo, como ser-en-el-mundo. Y de ahí elementos para «la crítica del poder».
Indoamérica es mucho más inmenso de lo que nos creemos. Hemos tenido en este nuevo mundo desde los mayas a las civilizaciones de las montañas. Tenochtitlan y el Cusco. Y españoles, alemanes e ingleses buscando El Dorado. Llegaron los jesuitas. Y un mexicano dijo que éramos «la raza cósmica». El arte mestizo, y un éxito de Víctor Hugo, cuando los pobres de Argentina, Colombia y México luchan contra las dictaduras porque habían leído Los miserables. O un rey de Portugal, Pedro II, que se queda en Brasil y no vuelve más a Portugal, con un «Quero já» y se quedó. Y cuando se nos muere Verlaine, francés, el poeta Darío le dice como responso:
Padre y maestro mágico, liróforo celeste
Que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
Diste tu acento encantador.
No sigo. El continente de los siete colores. Dos ideas esenciales.
Deberíamos tener un círculo, una escuela, que retomara la preocupación de Víctor Raúl Haya de la Torre sobre la civilización indoamericana. Desde el punto de vista de una filosofía política. Ahora que es evidente la dimensión universal de las grandes civilizaciones. Los Estados Unidos, India y China. El mundo islámico. Turquía y Rusia. Una Europa conjunto de naciones con culturas diferentes en un espacio federado en economía y política. Y luego de Haya, lo que interesaba a Alan García. La emergencia de la China post Mao.
Deberíamos entender que Basadre tuvo ideas más allá de la historia. Más allá de los acontecimientos. El papel de las elites, la patria invisible, y cuando nació el Perú. Porque también se preocupaba por que pudiera desaparecer. Y a los marxistas, que se olvidan que Mariátegui conocía a Benedetto Croce, un filósofo italiano sin nada de marxista, y José Carlos cita a Nietzsche en el prólogo de su último libro, Los siete ensayos. Es hora que en Perú sepan que hay y hubo marxistas antiautoritarios, como Bernstein, y Gramsci, leninista revisionista e italiano, se distancia de Antonio Labrola que era filósofo de la praxis, y lejos de Korsch o Lukacs pese a que rompieron definitivamente con la Internacional comunista porque se consideraban marxistas críticos. No todo fue Stalin, para Gramsci el comunismo llevaba al «risorgimento». Sus Quaderni que escribe en la cárcel —obra de los fascistas— proponen «una reforma intelectual y moral». Y adaptando «la estrategia bolchevique a la realidad italiana» —él lo dice—, logra la dominación política porque el dominio del pueblo no se hace por la dominación militar o política sino por la cultura en el bloque social de los trabajadores. En realidad, podemos llamarlo una reforma nacional-popular. No sé si sus Quaderni han sido traducidos.
¿Qué era esa estrategia de Gramsci? Que la sociedad civil ocupara el lugar de la burguesía, en la administración, las armas, la policía. Murió en 1937. No es posible entender la Italia de nuestros días sin Gramsci que bolchevisando hace elevar la cultura en las masas. «El Lenin europeo» le dicen. Pero de abajo para arriba. Quien ha estudiado bien a Gramsci en el Perú, es Sinesio López. Por mi parte puedo hablarles de Poulantzas (1936-1979). No produce una escuela. Aunque gran pensador. No hagamos eso mismo con los nuestros.