Nancy Arellano
Cómo hacer política en el Perú sin morir en el intento
¿Quién está gobernando mientras todos discuten?
¡Qué maravilla! Dirían muchos al tener la expectativa de una receta que enumere rápidamente los secretos ancestrales del poder. ¿Habrá tomado de Dracón, Solón o más a lo Pericles? ¿Quizás de Cayo Claudio o Claudio César? No. ¿Maquiavelo, Napoleón, Bolívar? ¿De todos un poco? ¿Algo de Churchill combinado con Manco Capac y Pachacútec?
No se puede finalmente hablar de una fórmula secreta o a voces. Lo cierto es que el arte de gobernar trae consigo amores y odios. “Los recursos son escasos y las necesidades múltiples” me enseñaban en mi primera clase de economía. ¡Qué dilema para nuestros Estados paternalistas responsables de satisfacer y repartir! En medio de los apetitos ruines de tantos personajes políticos que entran en carrera sedientos y hambrientos, “debiendo” el lonche de la noche pasada a cuenta del acceso futuro a las arcas del Estado.
PPK entró hambriento y sediento al Congreso, que a su vez tiene famélicos influyentes mandando mensajes y otros youtubers con escenarios oficiales. La política es “el arte de persuadir comportamientos para beneficio del poderoso”. ¿Quién resultó entonces el poderoso? Las pequeñas bancadas divididas, las grandes escindidas o los cálculos personales y los borreguismos tradicionales. Algunos dicen que es PPK, otros que es Kenji y, por supuesto, Keiko; o las voces que hablan del propio Alberto, muy pacienzudo, manejando el menú ante los rostros que salivan con el plato vacío, pero bien puesto en la mesa.
En medio del caos, un escenario propicio para el intermedio. Prender las luces y dar chance a un trago en el bar y un piqueo ridículo a precios exorbitantes. La obra es larga y la gente necesita estirar las piernas. Salen Odebrecht, Barata, un par de fiscales y tres puñados de congresistas que recuerdan haber dejado un par de principios olvidados en el auto; así que van a recogerlos para darse aire en medio de la tensión trágica de la obra.
En el Perú los problemas políticos se parecen a la España adicta a los culebrones venezolanos de los ochenta. Se paraliza la vida nacional por las historias de los políticos, olvidando la política misma. Importa el bar, el piqueo, el trago. La trivialidad de la conversación de Marcelo y el mozo mientras los actores calientan para continuar la obra. Cambio de ropa, suena el timbre de entrada. Y todos se retrasan. Es más interesante lo que se bebe y come en el bar. ¿Y Toledo?
Los congresistas ahora devuelven la comida y piden el libro de reclamaciones ante una audiencia interesada; no quieren pagar. La obra interna queda desplazada por la improvisada escena del intermedio concluido. Sale la prensa a captar la discusión, tres empresarios se ofrecen a pagar la cuenta y una chiquilla llora ante la amenaza del poderoso de cerrarle cualquier oportunidad laboral después de esa grosería y un jefe que apunta el “descuento”. Mientras tanto otro mozo saquea la caja y uno de los actores se desmaya en las tablas al ver la sala vacía. Llega la ambulancia que recoge primero a la esposa del político con acidez, mientras yace nuestro actor en una crisis de sillas vacías, sin que nadie se llame De Gaulle.
¿Quién está gobernando mientras nos entretenemos entre vacancias e indultos? Por favor pasen la canchita mientras pienso qué pasa con la reactivación económica y el destrabe de proyectos en medio del inicio de un año electoral con este montón de alcaldes presos o acusados de corrupción. ¿Y la reforma? ¿El magisterio? Ya va. Que hay marcha. Tendremos que pensar en este tema luego, porque las cámaras están ocupadas. Y los ministros renunciando. ¿Plop? (¿o eso está prohibido?)
El indulto es un tema delicado, una bomba que ya suena al lado de varios barriles de explosivos. El antifujimorismo puso a PPK en Palacio, y no fue gratis. La vacancia es un tema delicado, PPK dio pase a muchos al Estado. Kenji presiona y Keiko reacciona, Keiko presiona y Kenji reacciona. Se estrellan dos mototaxis. Un selfie, por favor, que quiero cambiar el avatar de la semana por una foto impensable.
Todo funciona y las cámaras están transmitiendo. Y eso pareciera entretener lo suficiente. “Esto es Guerra”; perdón, perdón... Esto es política (y algunos andan llamando “¡que pase Antauro!”). ¿Whaaaaaat?
Ojalá entiendan cuál es el final de la mecha que han encendido todos.
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