Raúl Mendoza Cánepa
Cómo entendernos
Un país siempre polarizado por el odio político
Recuerdo un hashtag tan irresponsable como bobo, #AsumoMiVoto. Varias personalidades de la farándula, manifiestamente odiadoras de Keiko Fujimori, no se arrepentían de haber votado por el desastre de Pedro Castillo, porque era mejor él que el fujimorismo. Castillo y Sarratea o el saqueo con sus amigos, la compra de congresistas, el copamiento o el golpe de Estado… pareciera que el odio es más sólido y selectivo, y tanto que Antauro Humala se convierte en una amenaza si es que logra pasar a la segunda vuelta. En el Perú todo es posible porque la gente carece de cultura política y, en el fondo, juzgan al gobierno de Fujimori por lo mismo que le perdonan a Castillo.
De nada sirve citar nombres y soltar los tuits porque nadie va a cambiar el carácter polar de los peruanos. Siempre se odia, desde fines del incario es lo mismo: dos hermanos enfrentados, los Pizarro contra los Almagro, realistas peruanos contra patriotas sudamericanos, caudillos contra caudillos, liberales contra conservadores, pierolistas contra caceristas, civilistas contra demócratas, apristas contra sanchezceristas, apristas contra antiapristas, terrorismo rojo contra democracia, progresistas contra fujimoristas, keikistas contra antikeiko, fiscales contra el Congreso, gobierno contra fiscales… Quizás el tiempo nos lleve por nuevos puertos del odio, y ese odio termine por parir a un Antauro Humala, votado por esos mismos que votaron por Castillo.
El pasado nos define como un país que no se conecta, que no está cohesionado, que se prende por el odio y no por ideales comunes. Es difícil entenderse con el bien educado que nos pateó al abismo votando por Castillo, a sabiendas de que era un filosenderista, un aliado del Conare, que tenía encima a Vladimir Cerrón, cuyo ideario era totalitario, que tiene en pendiente los temas de corrupción. El peor gobierno posible, amparado por el odio de unos. Es imposible conjugar dos palabras, “verdad” y “reconciliación”, si nos referimos a los tiempos de la violencia terrorista. El terruco (sí, terruco) no está dotado para el arrepentimiento y, por tanto, nadie debería estar dotado para el perdón. El senderista podrá cumplir veinte años en la prisión, pero conserva aún el chip de su tenaz odio y de su empeño ideológico.
Pero Castillo era filosenderista, dio oportunidad para que Sendero Luminoso (o el Movadef) estuviera más cerca del poder que nunca. Un “caviar” miraflorino no podría decir lo que el notable, siempre amable e inteligente líder de Patria Roja sí se atreve a decir: “Obviamente. No sé si Castillo hablaba, ladraba o balbuceaba. La izquierda tiene que ser culta. Nunca fue de izquierda, menos comunista ni socialista. Un oportunista que encabezó la marcha del Movadef senderista en 2017. No te puedo decir que Castillo fuera militante senderista; pero filosenderista sí, Movadef sí, porque el Movadef fue un instrumento al servicio de Sendero”.
Breña es lúcido y cordial, también es pragmático, como tantos otros que, desde diversas trincheras ideológicas (las genuinamente liberales), sabíamos que Castillo era el mal mayor. Y lo sabían los progresistas que lo apoyaron, pero en estos su odio pudo más. Liberal (pero en nada caviar, rojo o conservador), sostengo, por razón y no por odio, que el fujimorismo en 2026 podría ser el punto crítico del resultado electoral en la segunda vuelta, peligroso para todos. Esto, sin dejar de asumir, claro, que el “anti” es la vieja gesta creadora de la miseria que somos como república.
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