Jorge Nieto Montesinos

Caudillos Morales

Caudillos Morales
Jorge Nieto Montesinos
18 de noviembre del 2014

¿Un país puede alcanzar el desarrollo sin tener liderazgos éticos de visión global?

Mientras las pantallas y los periódicos se llenan de la imagen de un hombrecito en calzoncillos –uno piensa en dónde quedaron los millones acumulados para que Orellana y su lugarteniente Jiménez hayan sido tan pobre y precariamente aprehendidos-, afuera pasan cosas que aquí se nos escapan, aún para quienes expresan su deseo de ser habitantes del primer mundo, “whatever that means…”

La detención ha servido para darle un respiro al gobierno, acorralado por muertos que amenazan salirse del closet. El Ministro del Interior ha recibido una dosis adicional de adrenalina y ante el debilitamiento del liderazgo de la pareja presidencial ha empezado a ocupar el lugar simbólico del jefe de manada. Su desplazamiento imaginario lo ha estrenado sometiendo a la reunión anual de ejecutivos a un plebiscito: o el orden y los tiempos de sus anfitriones, o el desorden que su incontinencia verbal necesita para compensar su divagar expositivo. Para su vergüenza, la asamblea ha cedido. Y con parecido método, esta vez barnizado de gimoteo, ha exhibido la debilidad circunstancial de dos jóvenes entrevistadores para mostrarse como es.

No son, como suele decirse, asuntos de estilo, es decir, menores. A poco que se piense, hablan de la fragilidad –institucional y psicológica- de nuestro talante democrático. Son síntomas de algo más hondo. De la precariedad de liderazgos de la sociedad peruana, urgida de caudillos morales, de conductores capaces de refundar instituciones y transformar la democracia de corazón mafioso cuyo saludable latir comprobamos todos los días. Pero también de una sociedad con enormes dificultades para enunciar no solo un discurso alternativo, sino una convivencia distinta, una tesitura moral sin los miedos y acomodamientos que la desagregan en pequeñas islas de confort –cada cual a la medida de la historia de cada quien-.

La ficción de pragmatismo o el pragmatismo de ficción que esos incidentes revelan es pura coartada. La sonrisa timorata o el festejo tribal con los que se pone distancia muestran nuestra propia impotencia para tomarnos en serio la construcción de la realidad. Hasta que nuestras tranquilas islas sean igualadas por la ofensa del crimen, de la corrupción o de la impunidad. O, peor aun, por las dificultades para sostener los estándares de bienestar hasta aquí alcanzados.

Y mientras el hombrecito en calzoncillos y sus derivaciones copan nuestra escena, afuera pasan cosas. La más importante, China se ha convertido en la primera economía del mundo –medido en paridad de poder de compra-. Y lo ha ratificado en la última reunión de la APEC. Y en los múltiples acuerdos logrados en las últimas semanas: el del gas Ruso-Chino, o  esa suerte de plan Marshall para la reconstrucción de las economías europeas y rusa, ratificado en los acuerdos de la reunión Asia-Europad el mes pasado, o la conversión de la City londinense en el principal centro financiero fuera de China para la emisión de bonos en yuanes. Todo eso y más, con EE. UU. en una etapa de estancamiento político resultado de una polarización legislativa y social como no la vivía desde fines del siglo XIX. Un nuevo balance de poderes mundiales está en curso y al partido de fondo –que será largo- los jugadores no entran con el mismo pie.

Es verdad que desde la experiencia de los países del sudeste asiático en los sesenta y de la China en las últimas décadas el club del desarrollo ya no es exclusivo. Pero sea cual fuere el mundo al que se quiere arribar, allí se llega con liderazgos éticos de visión global, capaces, por ambas cosas, de entusiasmar a sus sociedades para conquistas transgeneracionales. Mirada así, desde una dimensión estatal, nuestra caballada para el 2016 esta bastante flaca.

Por Jorge Nieto Montesinos

(18 - nov - 2014)

Jorge Nieto Montesinos
18 de noviembre del 2014

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