Castillo en su desesperación

Pedro Castillo sabía lo que hacía al leer su pronunciamiento de golpe de Estado. Una lectura que era una orden, bajo su calidad de jefe supremo de las Fuerzas Armadas (por el principio de subordinación). No fue un “decir”. No fueron tampoco los preparativos ni la tentativa de un golpe, sino un acto de poder en sí que se completó con una orden concreta. Según el comandante general de la Policía Nacional, Raúl Alfaro (El Comercio, 11-12-1922), conversó con el entonces presidente Castillo minutos después de que diera el mensaje a la nación. “En ese momento, el presidente me señaló: ‘General, cierre el Congreso, no permita el ingreso de ninguna persona y saque a los que están adentro, e intervenga a la fiscal de la Nación’. Ante ello le pregunté: ‘¿Cuál es el motivo de la intervención, señor presidente?’ Y me respondió que esos detalles me los iba a dar el señor ministro del Interior”.

No estaba drogado como señala Guido Bellido; en medio de la crispación, entre drogado y “nervioso” hay una gran distancia. No es posible que alguien no se acuerde de un acto trascendental y coherentemente consumado. Es posible que haya sido instigado y que, desbordado por las incriminaciones, decidiera un salto al vacío, en lo que sería el golpe de Estado más estúpido que registra la historia republicana; bastante superior en estulticia al de los hermanos Gutiérrez para impedir que Manuel Pardo asuma el poder.

Pedro Castillo fue apresado a las tres horas y Aníbal Torres se declaró en la clandestinidad. Ahora todos quieren hablar con Castillo y no despegarse de él. Anibal Torres no pudo hacerse siamés y se declaró en clandestinidad. Ocurre cuando no hay cómo defenderse y cuando se sabe que jalarle la lengua al expresidente Castillo debe ser más fácil que sacarle palabras a un niño. Ya bastantes “desleales” hablaron de él.

Dado el pavor de los oficialistas, así como las algaradas callejeras (seguro financiadas), lo más seguro es que el Ministerio Público tire de la cuerda hasta llegar a los detalles de la campaña electoral, su financiamiento, sus vínculos y hasta los detalles inciertos de la segunda vuelta ¿Cuánto sabe Castillo y cuánto pesa su palabra colaboradora ahora que ya no es el “más más” de la Nación y que quizás algún “beneficio” podría lograr?

Tema aparte, mucho grito de la turba roja pidiendo una nueva Constitución… sin haber leído nunca una sola página del texto. Eso no se llama “espíritu constituyente”, sino utilización de la gente, tal como utilización fue la que hicieron con Antauro Humala. Lo usaron como mastín itinerante para botarlo a botellazos cuando ya no les servía para nada.