Eduardo Zapata
Canchita y chelita
Esperando el espectáculo del segundo debate
“…desde que el mundo existe, las turbas han amado el circo; es normal pues que en nuestras condiciones actuales… los duelos de gladiadores y las luchas de osos hayan sido sustituidos por otras formas de distracción inferior…”. Umberto Eco dixit.
Ad portas del segundo debate presidencial de este domingo y dadas las cercanías entre los candidatos, es normal que las expectativas crezcan. Más que seguro que el rating de las televisoras habrá de crecer en relación a aquel del debate del domingo anterior.
Y estas expectativas habrán de crecer porque el debate del domingo 22 de mayo transcurrió, más bien, en términos generales de una asepsia que pocos esperaban. Más que seguro que los estrategas electorales de los candidatos conocían ya las últimas encuestas. Y dado que estas hablaban de una ventaja de Keiko Fujimori, pero finalmente de mucha cercanía, ninguno de los dos quiso arriesgar más de la cuenta. Cierto es que Keiko llevó la ofensiva y cierto es también que Pedro Pablo trató de continuar con la estrategia de los últimos días, que ha preferido mostrarlo más como serio y profesional que como risueño bailarín de plazuela.
Para el debate de este domingo 29, sin embargo, no se necesitará haber leído La civilización del espectáculo de Mario Vargas Llosa o el Homo videns de Sartori para explicar cuánto de civitas —de auténtica ciudadanía— habrá detrás del nuevo debate. Baste recordar las palabras premonitorias de Umberto Eco con las que iniciamos esta nota.
Porque a pesar de que sea “políticamente correcto” decir que se espera un debate regido por la ética y las propuestas, lo cierto es que aún mucho de los sectores supuestamente ilustrados del país — para usar una expresión muy familiar entre los jóvenes— también “previarán”. Es decir, el debate tendrá una previa. Y esta de seguro consistirá en preparar la canchita y las chelitas para acompañar el espectáculo.
Y no solo serán los televidentes los que se prepararán. Obviamente también serán los medios de comunicación los que desplegarán una producción acorde con el espectáculo finalmente deseado por todos. No es necesario ser adivino para adelantar que sesudos analistas sintetizarán el debate diciendo “Hubo muchas pullas y pocas soluciones” o el infaltable “Esperábamos propuestas más concretas y menos tribuneras”.
Lo cierto es que es más que probable que los candidatos quieran ganar los comentarios del día, los titulares del día siguiente y la conciencia de los ciudadanos. Y lo cierto es que sus asesores en comunicación estratégica, en este contexto, los premunirán de sus respectivas pócimas venenosas.
Podremos censurar académicamente lo que habrá de acaecer. Pero ocurrirá. Lo lamentable es que en la coyuntura política, social y económica del país se estarían echando más sombras que luces sobre los candidatos, se estaría ahondado la desconfianza y estaríamos minando anticipadamente la gobernabilidad futura. Gane quien gane.
Menuda tarea toca a quien sea elegido o elegida. Recuperar rápidamente confianza y credibilidad. Estar obligatoriamente cerca de la gente para acompañarla con soluciones concretas a sus urgencias.
Hubiésemos querido tal vez unas elecciones donde la comunicación política privilegie la civitas al espectáculo. Quizás algún candidato menos estereotipado, con propuestas y posicionamiento. Tal vez para más adelante tengamos a aquel político o a aquel movimiento político que se atreva a formular un discurso off espectáculo.
Lo cierto es que —más allá de las intenciones y buena voluntad de los dos aspirantes a la presidencia— la sociedad del espectáculo terminará seguramente por subsumir sus propuestas. Y quedarán las heridas. Y quedará la desconfianza. Y quedará la gran tarea para quien sea electo o electa. Porque cinco años más de ausencia de gobernanza abrirán las puertas de un Antauro Humala para el 2021. Acompañados —cómo no— por los mismos personajes “serios” que se auparon a Paniagua, Toledo, Villarán y Humala por asuntos crematísticos disfrazados de “moral pública” y “lucha contra la democracia en peligro” y —por supuesto— lucha contra la corrupción.
Votemos entonces por presente, pero sobre todo por futuro.
Eduardo E. Zapata Saldaña
COMENTARIOS