Raúl Mendoza Cánepa
Bukelizando la política
La lucha contra la criminalidad en los discursos electorales
Circula el runrún DE que, si las elecciones fueran hoy, el comediante Carlos Álvarez las ganaría. En las altas esferas empresariales y sociales esa es la respuesta y podría serlo en C y D. ¿Por qué Álvarez? Porque carajea y suelta lo que nadie se atreve, porque la CIDH y el garantismo de la democracia boba no le sirven tanto como el pragmatismo de la acción directa y desfachatada contra el crimen organizado. Digámoslo así: dice lo que la gente quiere escuchar, pero ningún político se atreve a decir.
Álvarez no quiere postularse; pero tamaña disrupción no se ve alrededor. Mientras tanto el narcoterrorismo, el estallido reciente en Ecuador y la criminalidad propia en un estilo que no se conocía, asola y solidifica el pedido de bukelización, del 2026. Que haya quienes asuman que a los violentos se les derrota con “superioridad moral” y algo de elegancia naif nos recuerda a Sofocleto en su gran Enciclopedia del comportamiento humano (Léase: Los cojudos).
Visto así, ya hay quienes quieren subirse a la ola con planteos equivocados, porque la gente no quiere el espectáculo creepy de fusilamientos high level, como los que propone Antauro Humala, llevando al paredón a Toledo, a su hermano, a Fujimori, a PPK, a Vizcarra (y, con menos ganas, pareciera, a Castillo), la gente quiere seguridad. Así, la lucha contra la criminalidad comienza por ubicar el problema y plantarse ante un nuevo tipo de violencia, una que busca el equilibrio estratégico con el poder.
La seguridad ciudadana hoy no es la misma que con Ollanta Humala cuando pretendía hacer un cambio (que no hizo); tiene ahora un impacto político que no lo tuvo entonces, como sí lo tuvo en los 80. No es la violencia de los robacelulares y cogoteros criollos, es la que remite al terror de los 80, a Ecuador y El Salvador actual. Por tal, no se trata del perplejo “plan Boluarte”, ni del estado de excepción como un reactivo a ciegas que no toma en cuenta una violencia que enraíza en nuevas estructuras sociales. Bukelizar es “tomar al toro por las astas” y tenderá a definir el 2026 casi como un casting en el que quien lo represente mejor se llevará el papel. La inseguridad marca la agenda. Eso lo sabe Antauro Humala a la izquierda… pero ¿quién equilibra la cancha a la derecha?
Quien quiera entenderlo mejor, recomiendo leer el buen artículo de Fabiola Morales en Expreso (14 de enero de 2024). Lo titula Mano dura, que explora muy bien el referente ecuatoriano y nos da visos de lo que podríamos pensar para el Perú. El garantismo y la democracia boba (que permitiría que hasta Abimael Guzmán -de vivir y estar libre- postule) nos lleva a un Estado fallido, que no libera ni provee ni cuida ni gobierna y que da sustento racional a alcaldes como Allison (guardaespaldas detrás de inermes serenos). Y ojo que, a más oposición a esta propuesta, más puntos políticos para el alcalde de Magdalena.
Muchos “superiores morales” desde el progresismo que votó a Pedro Castillo, no han entendido que la experiencia de 2021 fue una lección. Hasta el Movadef podría ganar en un escenario blandengue tal que la reserva moral, pantalones abajo, mal la haría de guardián de nuestra libertad.
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