Raúl Mendoza Cánepa
Belaunde: principio y futuro
A 21 años de la muerte del líder de Acción Popular
Venga el disclaimer, aunque esto signifique “descargo de responsabilidad” o algo por el estilo. La autoridad para escribir sobre la tiene este columnista en tanto profesa una gran admiración por su significación histórica y doctrinaria. Quizás los representantes y seguidores de Acción Popular (AP), más aún los “niños” en el Congreso, no sepan de él y juraría que no han leído sus libros. Sé que la autoridad por admirar no basta, pero hace unos años gané el Premio Nacional de Ensayo sobre Fernando Belaunde. De allí la autoridad.
El segundo y tercer disclaimer es que apoyé a su hijo, Rafael Belaunde Aubry; y ahora me alegra que aparezca promisorio con el gallardo Don Fernando, la figura de su propio nieto: Rafael Belaunde Llosa (presidente del recién inscrito y ya vigente partido Libertad Popular), quien dice: “Plantearemos una alternativa a la decadente política actual y cumpliremos, tras doscientos años, la trunca promesa de nuestra república: un país para todos, libre, próspero y soberano. Un digno legado a nuestros hijos”. Promete desde una perspectiva de capitalismo popular, emprendimiento, infraestructura, defensa de la libertad y lucha centrada contra la pobreza.
Bien, hasta allí sirve aclarar. El objeto de este artículo (culposamente tardío de mi parte por una semana) era recordar que hace 21 años, el 4 de junio de 2002, Fernando Belaunde abandonó el mundo, pero no el Perú, porque siempre vivió para él. Nunca una injuria de su boca, siempre los modales, hablando de proyectos aun entre los ataques; una demostración perenne de honradez, señorío y sencillez. Si Acción Popular le hizo algún homenaje conmemorativo a Belaunde hace unos días no lo sé, pero queda claro que en los hechos importa poco porque varios allí lo han traicionado. El gran demócrata y caballero de la política debería ser aún ahora el prevaleciente ejemplo para los jóvenes acciopopulistas, para aquellos que quieren hacer política, pero ven decepcionados como AP obsequió sus escaños a personajes que han derruido la imagen del partido y que han traicionado al Perú. Belaunde los ve, pues dice a la letra en su memoria de verde vivo sobre la hierba leve: “Belaunde no ha muerto, solo sueña con el Perú”.
Hay líderes que, por su significación, deberían vivir más allá de su siglo. Con la efigie encendida de Belaunde no habría “niños”, habría hoy una bancada consecuente con los principios, una que no transaría con comunistas, que hubiera zanjado el tema de sus dirigencias, que hubiera comulgado con la democracia y con la libertad. No sé si sea disclaimer, soy un liberal con la mente puesta en los pobres, y no soy acciopopulista; pero siempre vi en Belaunde un líder anímico que subrayó la grandeza del Perú, de allí su mirada al hombre andino que hizo de la ingeniería un milagro, tendió puentes y andenes, venció a la cordillera. La conquista del Perú por los peruanos es una deuda con él.
Tal como concluyó mi ensayo, trazo estas líneas: “La vida de un visionario no culmina con la consumación de su obra o de su ciclo biológico, pues se abrirá alguna vez abruptamente, como la puerta de un nuevo comienzo o acaso será la inspiración de un nuevo sendero. Como Ernest Bloch lo sugiere en su principio esperanza: ‘siempre se vive en la prehistoria, pero el verdadero génesis está al final y no al principio’".
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