APRENDER DE LA CRISIS AJENA

Sobre la democracia interna en el PPC

La crisis del PPC no es solo una dura lección para el socialcristianismo sino para todos los partidos, especialmente para organizaciones políticas nuevas que intentan institucionalizar la democracia interna. Vale recordar que la crisis se origina cuando el PPC convoca a elecciones primarias para elegir el candidato a la alcaldía de Lima y termina en un grave enfrentamiento entre dos facciones. La consecuencia directa fue la desaparición del escenario electoral municipal del partido fundado por Bedoya Reyes.

Son varias las lecciones aprendidas de cara a las reformas -electoral y  a la ley de partidos políticos- que dicho sea de paso el Congreso  se ha negado a discutir. La primera lección es que es imposible institucionalizar la democracia interna y elecciones primarias sin un ente neutral, externo e imparcial que organice y garantice el principio de un militante un voto. Estoy seguro que la crisis en el PPC habría sido evitable si la ONPE jugaba un papel central en el proceso. Aspectos como el manejo del padrón de militantes, la designación del Tribunal Electoral y la realización del propio proceso electoral hasta la validez de las actas; hubiesen tenido otro destino si la ONPE asumía un rol central, como señala la propuesta de reformas presentado por los entes del sistema  electoral al Congreso

La oposición para que la ONPE no se involucre en los procesos internos se debe a que las cúpulas o facciones partidarias están acostumbradas a manipular a su antojo dichos procesos. Asumir como argumento de que la intervención del ente electoral  generará gastos exorbitantes es no entender que la creación de un sistema de partidos, una comunidad política y una extendida esfera política, exige destinar recursos y terminar así con la mediocridad que hoy vemos.

La segunda lección tiene que ver con los factores para estabilizar y  sostener un proceso electoral partidario sin intrigas y tensiones absurdas que multiplican el enfrentamiento interno. Uno de estos factores es la necesidad de tener un estado mayor que administre las diferencias. Cuando el año pasado el PPC convocó a elecciones con un estado mayor dividido entre “lourdistas” y “castristas” -y sin un acuerdo básico de gobernabilidad interna- lo que ocurrió en realidad fue una emboscada que tuvo a Pablo Secada como víctima. Así, lo que ha pasado ahora, se parece a la “noche de cuchillos largos” y es el epílogo de una guerra fratricida.   

El otro factor para estabilizar y elevar del debate interno es el aspecto doctrinario, ausente en las elecciones para elegir el candidato a Lima y también ahora que se elige a los representantes al congreso del PPC. ¿Puede la doctrina o la ideología encaminar el proceso interno del PPC cuando el eje de la discusión versa sobre si es conveniente o no una alianza con el Apra? Hace mucho que en el interior del PPC no hay un debate ideológico y doctrinario con respecto al socialcristianismo y la lectura del nuevo Perú. En ese sentido,  Lourdes Flores y Raúl Castro tienen responsabilidad.   

Problemas similares ocurrirán en otros partidos que convoquen a procesos, bajo el principio de un militante un voto, si no incluyen aquellos factores institucionales que mejoren la democracia interna y la participación efectiva de la ONPE. Mientras tanto más eficaz seguirá siendo aquel modelo fáctico de un partidario basado en la verticalidad y prestigio de su líder principal como hoy vemos en organizaciones que en realidad son franquicias y utilizan universidades privadas  con un gran respaldo económico. El problema de ese modelo fáctico es que no crea comunidad política -un verdadero sistema multipartidario- sino hace de la política un sistema mercantilista y corrupto. La expresión de ella es la mediocre composición de los congresos en los últimos 20 años.

Por: Neptalí Carpio