Juan Carlos Valdivia
Antes que sea demasiado tarde
Reflexiones sobre la revuelta de Pichanaki y nuestra debilidad institucional.
Quizás el único cambio relevante que logró la premier Ana Jara en el Ejecutivo fue el del encargado de la oficina de conflictos, Vladimiro Huaroc, quien se retiró del cargo por diferencias con el equipo de la señora Jara. Sin duda Huaroc, ex presidente de la región Junín, hubiera tenido una mirada diferente a lo sucedido en Pichanaki. Es algo que el club de amigos de la premier no ha querido notar.
Y uno de los graves problemas del Perú sigue siendo la falta de institucionalidad. No existe una forma institucionalizada para canalizar los reclamos de los ciudadanos –ya sean estos justos o injustos-. Por ejemplo, de qué sirve la semana de representación si los congresistas no tienen el poder para hacer que los ministros respondan a sus requerimientos (siendo los congresistas electos y los ministros funcionarios designados). El congresista fujimorista por Junín, Federico Pariona mostró las innumerables cartas enviadas al ministerio de Energía y Minas, que nunca recibieron respuesta. En cualquier democracia seria, los ministros no tardan en responder los requerimientos de los congresistas, en tanto representantes del pueblo, pues existen los mecanismos para que los ministros cumplan.
En nuestra democracia humalista, donde la presidencia del Congreso recibe órdenes de la esposa del Presidente, el poder no lo tienen los congresistas. Incluso instituciones como la “Estación de Preguntas” han sido simplemente olvidadas bajo el “razonamiento” de que el Congreso no puede hacer perder tiempo a los ministros.
Es evidente que hay otras ausencias que siempre se reclaman en situaciones como estas. Escuchaba a congresistas de la oposición cuestionar a los ministros de tuvieron que acceder a los reclamos de la turba. Pero ellos no explican dónde estaban sus partidarios durante ese tumulto. ¿Eran parte de la masa que protestaba o estaban por el contrario tratando de explicar la situación? Los partidos no existen y sus militantes probablemente estuvieron participando de la algarada.
El Estado debe garantizar el desarrollo de la inversión privada, pues es la manera sostenible de derrotar a la pobreza. Sin embargo, cada vez es más evidente que no hay capacidad de responder a los reclamos de la ciudadanía y estos se posponen hasta que toman la calle.
Pero además, en un escenario donde se está adelantando el proceso electoral, los liderazgos locales que buscan notoriedad hacia las elecciones, harán que veamos manifestaciones contra la actividad privada que incorporarán la violencia como un componente importante.
El problema se agudiza con un gobierno debilitado, que rehúye el consenso y que se ha acostumbrado a actuar unilateralmente. Un nuevo Gabinete, con verdaderas personalidades que permitan una transición democrática en orden, sería la salida natural a una situación como la actual. Pero desde Palacio de Gobierno son reacios a compartir el poder. Creen que podrán seguir adelante, sin darse cuenta que su debilidad está haciendo que se filtre información, como el espionaje a la oposición, o los despliegues inmobiliarios de la familia de la esposa del Presidente, que sin duda son solo el inicio de lo que conoceremos en las siguientes semanas.
El presidente Humala tiene la obligación de producir cambios, Quizás pueda librarse de los intentos de alguna oposición de ejercer mayor control desde el Parlamento. Pero no podrá evitar que el descontento tome las calles.
Por Juan Carlos Valdivia
16 - Feb - 2015
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