Javier Valle Riestra
Acabemos con el divisionismo traidor
El aventurero y siniestro Evo Morales intenta quebrar nuestra unidad nacional
I
Desde nuestra independencia se intentó partir al Perú ¿Ejemplos? Ahí tenemos a los siete pseudo-Estados que se proclamaron con sendos presidentes. Durante la confederación Perú-Boliviana –integrada por el norte del Perú, el sur del Perú y Bolivia— tuvimos en 1838 como presidentes al protector Santa Cruz; Gamarra; Orbegoso como jefe del Estado Nor-peruano; Riva Agüero nuevo presidente de ese mismo Estado norteño; Pio Tristán, jefe del Estado Sur-peruano; el general Nieto con despachos de Jefe supremo, extendidos por Orbegoso; y el general Vidal que se pronunció en Huaraz. Esa tendencia, aunque sin autonomía, azuzó también el virreinato, sofrenadas por la autoridad de los virreyes. Y proclamada nuestra Independencia esos proditores acechaban nuestra unidad republicana. Solo la autoridad de los presidentes puso valla a ese traidor propósito. Sea en la Colonia, sea en la República, fue nefasto el divisionismo.
II
El Perú está hoy amenazado por un separatismo traidor. Esa es la nefasta conducta del inocente pueblo de Puno, instigada inexplicablemente por un Estado inferior: Bolivia, con sus agentes subrepticios, capitaneados por el siniestro Evo Morales a quien deberían, inmediatamente, arrestársele si cruza o intenta cruzar nuestra frontera. Vivimos un capítulo inédito de los últimos doscientos años. En el virreinato la unidad fue marmórea por disciplina unionista. En los primeros años de la República esa unidad se mantuvo incólume. Se rompió temporalmente con la forja del “Norte”, “Sur” y Bolivia como Estados independientes. Felizmente logramos que pereciera. Liquidado el divisionismo de los tres estados aludidos recobramos nuestra unidad desde 1838 que hoy es irreversible. Volvimos al Estado unitario. Pero hoy, un aventurero siniestro y torpe como Morales intenta remecer esa unidad. Si pretenden insistir, debemos desenvainar la espada y frenar la campaña separatista a sangre y fuego. Somos más país, más Estado. Aplastaremos a los traidores asociados a ese forastero intruso con toda la ira de nuestro nacionalismo patriota y unionista. La guerra parece inexorable; si se mantiene nuestra indolencia, nuestra fragilidad. No. Nada de claudicaciones timoratas; Bolivia hace doscientos años integraba la unidad republicana. Su traición llegó al extremo de renunciar al nombre de Alto Perú. Hoy lo restauraremos con las bayonetas. Los pulverizaremos y quedarán bajo nuestras botas, tal como al inicio de la República.
III
Ese fenómeno no ha desaparecido. El ejemplo más preclaro es el intento de dividir el Perú en una macro-región Sur y una macro-región Norte. Se dirá que todo esto pertenece al pasado, pero no es así. Allí están los siniestros divisionistas, capitaneados por Pedro Castillo, un descastado que empezó su gobierno anunciando una salida al mar para Bolivia. Todo eso hasta hoy ha fracasado porque los partidos y las bayonetas están alerta ante esa inmunda traición. El siglo XXI será los cien años de consolidar esa unión irrevisable. Los enemigos que quieren banderas y burocracias propias terminarán en el paredón. Esos mensajes de federalismo son peligrosísimos. No es posible ser federal solitariamente en un país unitario y regional. Se carece de soberanía para tomar semejante decisión. La Constitución no lo permite y las urnas no han dado ese veredicto. Es irresponsabilidad, sedición, y ruptura de la unidad nacional. Esa experiencia ya la tuvimos con Loreto en 1896. El dos de mayo de aquel año el cusqueño Mariano José Madueño y el limeño Ricardo Seminario y Aramburú se autoungieron como Ministro General y Gobernador de Loreto, respectivamente, y se nombró Secretarios de Estado a Huamander, Del Aguila, y Burga Cisneros; promulgaron un estatuto, según el cual, mientras la República adoptaba este sistema Loreto tomaba los poderes y derechos de un Estado. El gobierno pierolista despachó al transporte “Constitución”, con el Ministro de Guerra a bordo, que luego de recorrer diecinueve mil kilómetros se internó en el Amazonas, dos expediciones militares al mando de los coroneles Marino y Yesups y doblegaron a los insurrectos. Madueño se autoexilió en España y, años después, Seminario, amnistiado, terminó de alcalde de Piura.
IV
Luna Pizarro –sacerdote y político que acompañó a San Martín en la Independencia—, dijo en 1828 que para organizar al Perú federalmente, primero habría que desorganizarlo. El plan de los revoltosos con las marchas es tergiversar la regionalización. Como dice Basadre, hemos tenido tres tipos de federalismo: a) el supranacional, con la bolivariana Constitución vitalicia, que pereció en semanas; b) el infranacional, dirigido hacia la separación del sur y La confederación Perú-Boliviana, que pereció a sangre y fuego en 1839; y, c) el nacional, expresado utópicamente en las cartas de “El Solitario de Sayán”, José Faustino Sánchez Carrión, su propuesta en las constituyentes de 1823 y de 1828, el proyecto de constitución federalista de Piérola (1879), etc.. Esos intentos no han prosperado porque el Perú nació unitario, siguiendo la tradición imperial Inca y virreinal. Así como la Argentina, Estados Unidos, Venezuela o Brasil son federales..., porque nacieron federales. No somos separatistas; no vamos a un Estado federal ni a una Confederación. Las regiones son para descentralizar y desconcentrar, no para pulverizar la unidad nacional. Debemos respetar el mandato fundacional de los constituyentes, que en 1823 dijeron en un artículo pétreo que es nuestro pacto social incambiable: “Artículo 1º.- Todas las provincias del Perú reunidas en un solo cuerpo forman la nación peruana”.
Es ilusorio pensar que vayamos a tener, como se pretendió en la confederación de 1838, siete mini-Estados con sus presidentes y siete constituciones con siete congresos y poderes judiciales con siete tribunales constitucionales. Sería una behetría, el caos. Los traidores del intento separatista deben marchar al paredón.
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