Juan Sheput
A propósito del indulto a Alberto Fujimori
Es necesario cerrar heridas y empezar un nuevo ciclo
Conversando en Madrid con el presidente Valentín Paniagua, allá por el año 2005, recuerdo que nos decía (hay testigos), a un muy pequeño grupo de amigos, que uno de los problemas del Perú es que no había habido una transición como tal. Es decir, un proceso de reconciliación, en el cual aquellos que venían del ejercicio autoritario conversaran con quienes retomaban el régimen democrático para que, juntos, iniciaran una nueva etapa, en la cual queden atrás las disputas, rencores y diferencias. Solo así el país dejaría de lado el desgaste que significa el enfrentamiento permanente y se abocara a los objetivos nacionales.
Recuerdo también como por aquellos años la palabra “transición” era usada por los mismos que hoy condenan el indulto a Fujimori, demostrando que para ellos las situaciones trascendentes son utilizadas solo como oportunidades de coyuntura, con un utilitarismo que tanto daño hace al país.
Soy de los que piensa que el Perú no puede seguir en un enfrentamiento permanente entre fujimoristas y antifujimoristas, tal y como ha sido en cada día de este siglo. Desde el Foro Democrático enfrenté, junto a un puñado de compatriotas –en el cual destacaban Alberto Borea, quien lideraba al Foro, Javier Diez Canseco, Lourdes Flores, Mauricio Mulder, Mario Roggero, Ángel Delgado, Paco Miró Quesada, César Rodriguez Rabanal, entre otros– a un régimen poderoso y que sabía causar daño. Los enfrentamos desde el año 1995, cuando su líder era fuerte. En la actualidad, varios de los nombrados, entienden que debemos enfrentar una nueva etapa en un ambiente de reconciliación y pensando en el futuro del Perú.
Defendí el indulto concedido por Pedro Pablo Kuzcynski en el año 2017 ante una poderosa bancada fujimorista y una vocinglera izquierda parlamentaria, y lo hago también ahora. Recuerdo estos hechos solo como contexto histórico de una decisión en la cual creo: el país no puede seguir en este clima de enfrentamiento. Es necesario cerrar heridas y empezar un nuevo ciclo. Aún no sabemos cómo, pero de alguna manera se debe iniciar. Respetar el indulto es, sin duda, uno de los actos por los cuáles hay que comenzar.
En la historia de las transiciones hay procesos contemporáneos que demuestran que cuando existe voluntad de diálogo es posible tener éxito. Colombia, con su proceso de pacificación, es uno de ellos. Para lograrlo se requiere de voluntad de todas las partes. Es difícil pero no imposible. Este esfuerzo puede ser el punto de partida de un nuevo ciclo político en el cual el pensamiento de Estado se imponga a los selfies, los tuits y las pequeñeces de coyuntura.
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