César Félix Sánchez
A 25 años de la muerte de Romano Amerio (1905-1997)
Autor de Iota Unum. Estudio sobre las transformaciones de la Iglesia Católica en el siglo XX
La Iglesia Católica se debate en una crisis tremenda. La amenaza de un cisma multipolar y la pérdida de su libertad ante la influencia de poderes anticristianos, propiciada desde lo más alto de la Jerarquía, se hace cada vez más patente. No quería dejar pasar este 2022 sin recordar a quien mejor analizó las raíces profundas de este proceso, que no es nuevo, aunque ha llegado a su paroxismo más grotesco con el pontificado de Francisco. Me refiero al profesor Romano Amerio, fallecido hace 25 años.
En el contexto turbulento del posconcilio, una de las pocas figuras intelectuales en analizar estas circunstancias tan complejas con coherencia y desapasionamiento fue el filósofo y filólogo suizo Romano Amerio (1905–1997), autor del monumental Iota Unum. Estudio sobre las transformaciones de la Iglesia Católica en el siglo XX (1985). Profesor de filosofía y de lenguas clásicas durante más de cuarenta años, su sólida formación humanística explica la sorprendente profundidad de su estudio, que posee el sosiego y agudeza que usualmente suelen dar el paso del tiempo y las lecciones (y escarmientos) de la historia. Pero en la obra de Amerio la mens clásica y metafísica obvia esas condiciones y se aproxima con sorprendente exactitud al quid último del asunto; podríamos decir incluso que con el transcurrir de los años la precisión de sus diagnósticos y pronósticos con respecto a la crisis de la Iglesia resulta mayor.
Había sido perito de monseñor Jelmini de Lugano (Suiza) y tuvo por eso acceso a los debates conciliares. A pesar de describir con rigor histórico los sucesos semiclandestinos y confusos que determinarían el resultado del Concilio Vaticano II, la obra de Romano Amerio no es un mero recuento historiográfico de las “conspiraciones” o sucesos irregulares durante la preparación, desarrollo y conclusión de la asamblea, sino un ejercicio polifacético y agudo de lo que podríamos denominar filosofía de la historia de la Iglesia. H
A diferencia de tantos textos del pensamiento católico contemporáneo (que pasan de la anfibología a la tautología en un océano de sentimentalismo a veces inaguantable), Amerio establece desde el inicio cuál su método y léxico para analizar el tema de su libro, las tumultuosas transformaciones de la Iglesia Católica en el siglo XX. Lo hace en el antológico párrafo inicial de Iota Unum: “En la precisión del vocabulario estriba la salud del discurso. En efecto, discurrir es pasar de una idea a otra, pero no de cualquier manera ni mediante nexos fantásticos, sino de un modo establecido y mediante nexos lógicos. Por tanto, la declaración preliminar de los términos es un principio de claridad coherencia y de legitimidad en la argumentación”. Esta precisión signaría todo el estudio ameriano, constituyéndose en un mérito no menor, especialmente en un contexto cultural y “eclesial” signado por la confusión y el ruido.
Precisamente ese rigor le llevó a analizar la progresiva pérdida del sentido común entre sectores de la jerarquía eclesiástica y de muchos teólogos contemporáneos, a través del diagnóstico de dos vicios filosóficos que parecen haberse expandido con demasiada fortuna en nuestros días; en primer lugar el circiterismo, que consiste “en referirse a un término indistinto y confuso como si fuese algo sólido e incuestionable, y extraer o excluir de él el elemento que interesa extraer o excluir.” A través de este mecanismo, se labraron Grandes Espantajos a los que no se podía cuestionar a pesar de su obvia ambigüedad. En segundo término, para Amerio, “en la base de la actual desviación se sitúa un ataque a la potencia cognoscitiva del hombre, apelando en última instancia a la constitución metafísica del ente, y finalmente a la constitución metafísica del Ente primero: la divina Trinidad. Este ataque a la potencia cognoscitiva del hombre lo denominamos con una palabra históricamente expresiva: pirronismo; y no se refiere a esta o aquella certeza de razón o fe, sino al principio mismo de toda certeza: la capacidad del hombre para conocer. ” Así, entronizados la confusión y los conceptos evanescentes y expugnada la razón, se inauguraría una época en la vida de la Iglesia, signada por un lado por el disenso, y por otro, por el sentimentalismo y la arbitrariedad.
Ante la usual refutación liberal, que justifica el disenso general como una manifestación válida de la “amplitud” y “pluralidad” de la Iglesia, Amerio sostiene: “El catolicismo antepone la lógica a cualquier forma del espíritu, y su amplitud abraza una pluralidad de valores, todos los cuales tienen cabida dentro de la verdad, pero no una pluralidad compuesta de valores y no–valores. Este concepto espurio de la amplitud de la religión conduce a la indiferencia teórica y a la indiferencia moral: a la imposibilidad de conferirle un orden a la vida”.
Rebatiendo los argumentos “oficialistas” que tienen a menoscabar la crisis presente comparándola con procesos históricos del pasado aparentemente más “oscuros”, nuestro autor nos revela su entraña gravemente insidiosa: “La Iglesia peregrinante está por sí misma ‘condenada’ a la defección práctica y a la penitencia: a un acto de continua conversión, como se dice hoy. Pero no resulta destruida cuando las debilidades humanas la ponen en contradicción (esta contradicción es inherente al estado viador), sino solamente cuando la corrupción práctica se eleva hasta cercenar el dogma y formular en proposiciones teóricas las depravaciones que se encuentran en la vida”. Nada más clarividente en estos tiempos de sínodo alemán y disidencias generalizadas.
Iota Unum es también una enciclopedia católica, que repasa la historia de la Iglesia, la moral, filosofía y teología católica de la mano de la genial capacidad de síntesis y la elegante pluma de Amerio. Son especialmente fascinantes los capítulos que dedica al paralelo entre las concepciones clásica y moderna del trabajo y la transformación del mundo, su sutil excursus sobre la finalidad de la Encarnación según Aquino y Scoto a propósito del antropocentrismo y la sosegada resolución de la quaestio de la pertinencia de la reforma litúrgica.
Urge su lectura, no solo para los católicos, sino para cualquiera que ame la verdad y la belleza. Es uno de esos pocos libros que después de su lectura dejan en el lector la sensación de haberlo hecho más inteligente.
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