LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Luego de un año, sin enemigos a la vista
Apuntes para un balance de la administración Vizcarra
Ni bien se cumplió un año de su administración, el presidente Vizcarra volvió con el asunto de la cuestión de confianza por algunos proyectos vinculados al sistema de justicia. Como ratificando que sin polarización y guerra no hay viabilidad política, el jefe de Estado se propone llegar al 2021 imaginado batallas y enemigos inexistentes. El Legislativo no censura al ministro de Justicia, Vicente Zeballos, pero Vizcarra sigue con la cantaleta.
El liderazgo de la supuesta lucha contra la corrupción —de una mayoría política circunstancial que impulsó el referéndum, sancionó al Congreso, desorganizó a la mayoría legislativa, presionó a los magistrados para encarcelar a un sector de la oposición y posibilitó el control de la Fiscalía de la Nación—, de una u otra manera, forma parte de “los activos políticos” del primer año de la administración Vizcarra. Sobrevivir haciendo semejante guerra es un mérito desde el punto de vista del análisis, al margen del enjuiciamiento de los hechos.
Sin embargo, la feroz guerra política del 2018 produjo una paradoja. La coalición de medios de comunicación, ONGs de izquierda y sectores políticos que gobernaron durante las administraciones de Toledo, Humala y PPK, que encumbró y sostiene a Vizcarra, se hizo de la victoria; pero con el triunfo, toda la coalición perdió su justificación, su razón de existir. El motivo: ya no existían una cruzada contra el enemigo fujiaprista. Los medios desarrollaron la guerra por el temor a que el Congreso volviera a legislar sobre la publicidad estatal. Las ONGs y los sectores políticos del establishment pelearon por el control de las instituciones, vital para seguir rodeando a los políticos sin ganar elecciones. Y el presidente Vizcarra lideró el proceso porque pretendía afirmar su liderazgo.
Cuando el Congreso se niega a censurar al ministro de Justicia, en realidad, se ratifica que Vizcarra y la coalición de la guerra se ha quedado sin enemigos. De allí que Vizcarra se resbalará sobre una cáscara de plátano volviendo a hablar de cuestión de confianza, de allí que los analistas y voceros oficiosos se jalen los cabellos para construirse adversarios e, incluso, Gustavo Gorriti de IDL- Reporteros emplaza al Gabinete Del Solar a no bajar la guardia, a evitar los diálogos y acercamientos.
Vizcarra y el Ejecutivo, entonces, se han quedado sin guerra ni enemigos, desnudos, sin humaredas que levantar frente a la ciudadanía. Y las encuestadoras, por más amigas y politizadas que sean, tienen que registrar los bajones de popularidad. La gente exige que se recupere el control de Las Bambas, que se relance el crecimiento, que se avance en la reconstrucción del norte y que se arrincone a la anemia y la ola criminal.
Más allá de las propuestas de la comisión de notables de Vizcarra y que Transparencia y otras ONGs marxistas sigan insistiendo en que en el Perú existe un “momento constituyente”, la población ya no participa de esas tendencias, porque el referéndum —al margen de barbarizar nuestro sistema político— ya castigó al Legislativo e hizo puré a las bancadas parlamentarias. Además, los” enemigos” están purgando prisión sin acusación fiscal. ¿Cómo se puede continuar una guerra luego de haberla ganado?
Si la ciudadanía apoyó esas medidas excepcionales, duras y estresantes, entonces ahora tiene que exigir resultados. Una visión diferente es creer que los electores son masa de maniobra en manipulación permanente.
A un año de su Gobierno, el presidente Vizcarra solo puede hacer una cosa para evitar una crisis mayor: gobernar, gobernar y gobernar. Debe entender que los cambios constitucionales que el Perú necesita deberán ser asumidos en el siguiente periodo constitucional. Si Vizcarra gobierna y hace reformas (no la constitucionales, por favor) para relanzar el crecimiento, quizá deje un legado.
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