Las economías ilegales y las oenegés

Ahora que las economías ilegales, de una u otra manera, parecen tener influencia en la representación política del país –ya sea a través de los municipios, gobiernos regionales, congresistas o ministerios del gobierno central– vale detenerse sobre el porqué las economías delictivas empiezan a tener un protagonismo inesperado.

Cuando a inicios de la segunda década del nuevo milenio el progresismo detuvo el capitalismo peruano –sobre todo con el bloqueo de los proyectos mineros y diversos proyectos hídricos para las agroexportaciones–, de una u otra manera, se estaba creando el escenario propicio para el aumento de la informalidad de la economía y, sobre ese escenario, la irrupción de las economías ilegales.

Las oenegés anticapitalistas en minería, agroexportaciones, en bosques forestales, en pesca y otras actividades, son las responsables directas de las políticas públicas que han detenido el capitalismo nacional. En cada intento de formalizar la sociedad y desarrollar el potencial capitalista productivo del país siempre habrá una oenegé oponiéndose a la economía moderna y el desarrollo. Lo acabamos de ver con la simultaneidad de los incendios forestales en 22 regiones –a semejanza de Chile– y las denuncias y capturas de autores de incendios provocados. 

Ante los incendios la izquierda progresista comenzó a exigir la derogatoria de la Ley Forestal y de Fauna que, gracias a las últimas modificaciones desarrolladas en el Congreso, apunta a formalizar los predios amazónicos con actividades agropecuarias recientes y sin bosques forestales. Sucede que los principales interesados en que los derechos de propiedad en la Amazonía no se formalicen son, prácticamente, todas las economías ilegales: desde el narcotráfico, pasando por la minería ilegal hasta la tala ilegal de bosques.

Más de una década de discursos antimineros –todos ellos plagados de leyendas y falsedades ambientales– de parte de las oenegés anticapitalistas, finalmente, terminó deteniendo el potencial minero del Perú. La minería moderna fue paralizada. Allí está el desgarrador ejemplo de Tambogrande: la minera Manhattan fue expulsada en la supuesta defensa del limón, del mango y del ceviche. La empresa se fue y hoy centenares de mineros ilegales contaminan Tambogrande utilizando mercurio. Algo parecido empieza a suceder con los proyectos mineros detenidos en Cajamarca, en el corredor vial del sur y en la provincia de Pataz. 

Con cada golpe en contra de la minería moderna y del desarrollo que lanzan las oenegés anticapitalistas, al parecer, no vienen las colectivizaciones y estatizaciones, sino la minería ilegal. La globalización y los altos precios de los minerales comienza a jugarles una terrible mala pasada a estas oenegés que ante el avance de la minería ilegal en las zonas donde bloquearon a la minería moderna guardan un silencio sepulcral.

Hoy en el Perú comienza a existir una regularidad en la economía: si se detiene el capitalismo moderno, vienen las economías ilegales. Hasta en la pesca sucede algo parecido dentro de las cinco millas prohibidas para la industria pesquera, pero autorizadas para la pesca de consumo humano: se acaban todos los recursos por la informalidad y el surgimiento de las economías ilegales. 

La urgencia de aprobar la ley en el Congreso que propone aumentar los controles sobre los recursos de las oenegés, pues, comienza a ser un asunto capital para la viabilidad del Perú.