LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Good bye, Vilcatoma
¿Se avecina una crisis naranja?
La congresista Yeni Vilcatoma ha dado todos los pasos necesarios para presentar su renuncia a Fuerza Popular. Debe hacerlo por un mínimo de honestidad, y el movimiento naranja debe despacharla sin demasiados rodeos. En la política y en la vida hay gestos que lo resumen todo. Y Vilcatoma ha demostrado que no tiene adhesiones, banderas ni ideas, al margen de sus propios objetivos. Como bien señalaba Aldo Mariátegui, ¿a quién se le ocurrió que Vilcatoma era un prospecto político para el futuro luego de haber grabado a su propio jefe para hundirlo? Imposible. En las disputas de Vilcatoma no hay ninguna grandeza, solo una obsesión por prevalecer sobre los demás.
Si la bancada naranja no resuelve el asunto en el término de la distancia, el daño será mayor. Seguirá alimentando a los antifujimoristas fundamentalistas que se regodean con la posibilidad de que el fujimorismo se desgrane, seguirá abonando a la predicción vargallosiana que señala que los naranjas se diluirán como sucedió con el odriismo. Ahora bien, hay que estar inmerso en una verdadera guerra santa para celebrar posibles fracturas de las bancadas, cuando en el Perú todo se fragmenta políticamente dibujando interrogantes sobre la propia democracia.
Pero, ¿por qué el fujimorismo comienza a enfrentar una situación de este tipo? ¿Es posible que se desencadenen otros casos? Si el fujimorismo no avanza a convertirse en un movimiento político recogiendo las mejores tradiciones partidarias de la democracia no solo surgirán nuevas Vilcatoma, sino que la predicción vargallosiana se acercará a la verdad.
Al respecto, ¿por qué en el Congreso está Vilcatoma y no un cuadro como Martha Chávez, por ejemplo? La respuesta es simple: el fujimorismo no tenía un estado mayor como cualquier partido democrático, sino un grupo de leales al líder –el mismo estilo de los noventa- que se compró el cuento del sociólogo izquierdista Steven Levitsky acerca de que el fujimorismo debería contemporizar con los relatos izquierdistas, en vez de construir una narrativa alternativa. Semejante grupo de leales eligió a Vilcatoma y no el estado mayor, las bases y la institucionalidad. Para cualquiera entonces es evidente que si el movimiento naranja no abandona el camino de los leales, del inner circle, tarde o temprano, aparecerán más casos Vilcatoma.
No obstante en el affaire Vilcatoma, más allá de las celebraciones del antifujimorismo fundamentalista, es evidente que hay un airecillo de injusticia en la situación, porque el movimiento naranja prácticamente se allanó a todas las exigencias de la ex procuradora, como si ella fuera un cuadro irreemplazable en política. Hoy la señora Vilcatoma es presidenta de la Comisión de Fiscalización y si continúa en la bancada naranja casi todos apuestan que exigirá la presidencia del próximo Legislativo o, una vez más, habrá conato de renuncia.
En todo caso quizá haya llegado la hora en que el movimiento naranja incorpore el escenario de la reducción de la bancada legislativa como resultado natural de la débil institucionalización de Fuerza Popular. Aceptar semejante posibilidad sería asumir autocríticamente el pasivo en cuanto a organización —que también explica la derrota en las elecciones presidenciales— y avanzar hacia el camino de la construcción partidaria. Un proceso que requiere —según las mejores tradiciones partidarias— ideología, programa, estatutos, estado mayor y una creciente desconcentración del poder del líder a las bases y al equipo central. En otras palabras, menos fujimorismo y más fuerzapopularismo, con diferentes corrientes y disputas.
Víctor Andrés Ponce
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