LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Entre el relato y la convergencia
La izquierda persiste en la polarización
Las congresistas Marisa Glave e Indira Huilca juramentaron en nombre de “las víctimas del fujimorismo”, desencadenando la reacción de la abrumadora mayoría naranja. Más allá de que a la confrontación legislativa contribuyera el inapropiado “discurso a la nación” de Kenyi Fujimori, quien, no estaba autorizado legalmente para hacerlo, sobre la marcha, se desataron las más diversas especulaciones sobre el futuro de las relaciones del movimiento naranja con la izquierda. La mayoría de las aproximaciones señalaban que semejante enfrentamiento iba a ser una de las características de las relaciones en el Congreso y en la política.
Sin embargo, algo así solo podría continuar si los relatos de la izquierda sobre el fujimorismo se mantienen vivos en los próximos cinco años. Es decir, si el fujimorismo cometiera tal cantidad de yerros que todas las estrategias de prensa y propaganda de la izquierda adquirieran verosimilitud.
Pero, ¿qué sucedería si el movimiento naranja, sin mayores exabruptos, otorga la investidura al Gabinete Fernando Zavala? Y, ¿qué pasaría si luego concede las facultades delegadas sin renunciar a los fueros parlamentarios? De pronto, quizá todas las esperanzas de la izquierda de “agudizar las contradicciones” entre el pepekausismo y el fujimorismo, para seguir pescando a río revuelto, se esfumarían de un solo golpe. ¿0 no?
La historia del fujimorismo de los últimos 25 años no solo se reduciría a las violaciones de los DD. HH. y la corrupción de los noventa, sino que se vincularía con la nueva Carta Política y las reformas económicas que explican la actual continuidad democrática y los avances económicos y sociales del país. Además, la historia del movimiento naranja no solo se circunscribiría a la década 1990-2000, sino a los últimos quince años, en los que ha tenido un comportamiento democrático ejemplar. En otras palabras, los relatos de la izquierda entrarían en crisis terminal.
En un contexto de ese tipo, ¿qué sucedería con el Frente Amplio en el Congreso? Las juramentaciones con levantada de puño y en contra de una demonización que ya no pegaría, tarde o temprano, regresarían a la izquierda al mismo espacio de secta que ocupaba dos semanas antes de la primera vuelta. Una etapa que algunos creen haber superado, con un exagerado sobredimensionamiento de las posibilidades electorales de Verónika Mendoza.
En otras palabras, si el fujimorismo continuara con las prácticas parlamentarias leales de los últimos quince años, la izquierda que jura por el relato de lagunas tendría que enfrentar la disyuntiva de aceptar la democracia y el mercado o continuar el camino de todas las capillas marxistas que se han extinguido. Y si bien un escenario de ese tipo requiere un buen gobierno de la administración PPK, no solo en la macroeconomía sino en la construcción de un estado nacional que llegue a la provincia, el solo hecho de la convergencia entre pepekausismo y naranjas cancelaría la polarización antifujimorismo versus fujimorismo, que ha caracterizado a la política en los últimos quince años.
Y si se supera la polarización que pacientemente ha organizado la izquierda, con una intensa actividad ideológica y cultural, el Perú enrumbaría a delinear un sistema de partidos en el que, posiblemente, la izquierda no sea protagonista porque le falta todo lo necesario para ser una fuerza histórica: ideas, cuadros y voluntad. La izquierda solo tiene una candidata. Nunca será suficiente. Ni siquiera en la época de Javier Diez Canseco y Alfonso Barrantes cuando tenían casi de todo lo lograron. Tenían cuadros, candidato y voluntad, pero les faltaba ideas.
Víctor Andrés Ponce
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