¡Cuidado con el acuerdo con Odebrecht!

El lunes se filtró el posible acuerdo de los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez con Odebrecht: la colaboración eficaz de los brasileños solo se focalizará en un sector político, mientras que se protegerá a otro. Y la mencionada empresa pagará sumas “razonables” en cuanto a reparación civil. Luego Odebrecht volverá a trabajar con normalidad en el Perú.

Sin embargo, por la manera como el presidente Vizcarra, los medios de comunicación tradicionales y los políticos vinculados a las administraciones de Toledo, Humala, PPK y Villarán han venido impulsando “la ola anti corrupción”, solo en contra de la oposición, el acuerdo con Odebrecht puede convertirse en una grave problema político para el Gobierno. El acuerdo deja en evidencia que se pretende proteger a PPK y Susana Villarán. Y de otro lado, establece una reparación civil que no solo será cuestionada por los montos, sino también por los plazos del pago.

Si todo el desmadre de la política peruana —que ha llevado al encarcelamiento y judicialización de la oposición— comenzó con Odebrecht, desarrollar un acuerdo con la empresa brasileña que judicialice a algunos y proteja a otros es jugar con gasolina de alto octanaje en medio de una gran hoguera. Si la gente percibe la jugada, como se dice, la ola que levantó el propio Vizcarra se volverá en contra de él, más allá de que el mencionado acuerdo busque inculpar a Alan García.

El argumento de los muchachos de IDL —acerca de que la colaboración de los funcionarios de Odebrecht depende de la voluntad de los colaboradores eficaces— no lo cree nadie. La empresa brasileña tiene activos por más de US$ 4,500 millones en el Perú y, por lo tanto, el Estado peruano tiene la sartén por el mango y la fuerza de la negociación.

La situación de la democracia y la política peruanas es complicada. Si bien la oposición está encarcelada y judicializada, todo es frágil y volátil como una pompa de jabón, sobre todo porque Vizcarra ha abandonado sus responsabilidades como jefe de Estado. Si hasta hoy la ciudadanía no percibe que el sur está abandonado, que la reconstrucción del norte no despega, que la criminalidad sigue a la ofensiva y que la anemia devora a la niñez es porque el humo de “la lucha contra la corrupción” ha velado el escenario.

Pero esas humaredas se han agotado. Hoy “el bloque anticorrupción” se obsesiona con inculpar a García como una manera de seguir velando la realidad, pero hasta en Ipsos se reconoce que Vizcarra se estanca en su aprobación. Es decir, la propia ola que lideró el jefe de Estado comienza a salpicarlo: las relaciones empresariales de CyM Vizcarra con Odebrecht se convierten en un remolino e, incluso, una congresista habla de acusaciones constitucionales contra el jefe de Estado, más allá de que la Constitución no lo permite.

Vizcarra entonces ya tiene heridas y ha comenzado a sangrar. Si la democracia no busca un momento diferente, una tregua, las tendencias autodestructivas lo envolverán todo. Es prácticamente imposible seguir controlando este escenario sin gobernabilidad ni reformas de fondo, a menos que Vizcarra —como lo acaba de decir Salvador Heresi—- pretenda reelegirse el 2021, con un previo control de las instituciones.