Consecuencias del caso Vilcatoma

Las colectividades partidarias y el transfuguismo

Entre las cosas sobre las que todavía no se ha reflexionado de manera suficiente están las consecuencias de la renuncia de Yeni Vilcatoma a la bancada de Fuerza Popular o la inminente expulsión de la ex procuradora de la bancada naranja. En realidad Vilcatoma, extremadamente ducha en asuntos mediáticos antes que en políticos, se adelantó a una decisión fujimorista que estaba cantada. ¿Ganará “la heroína individual” o la colectividad naranja? ¿Ganará la ex militante que todavía no sabe cómo justificar su conducta antibancada o el grupo parlamentario que la encumbró en la presidencia de la Comisión de Fiscalización?

Si triunfan el gesto y las conductas de Vilcatoma, entonces, no solo Fuerza Popular sino el Frente Amplio, Peruanos por el Kambio, el Apra y Acción Popular, estarían cavando un enorme foso en el que prosperarían el transfuguismo y la dispersión de las bancadas. Como sabemos, en todos los grupos legislativos se cuecen habas y hay conflictos que se pueden encender. Todo indica, pues, que las destemplanzas de Vilcatoma originarán una reacción de la mayoría de los grupos parlamentarios en defensa de las colectividades políticas.

¿Una buena señal? Creemos que sí. De una u otra manera necesitamos evitar que en el nuevo Legislativo y en el espacio público se repitan las tendencias centrífugas que amenazaron a la mayoría de las colectividades en el quinquenio pasado. La estabilidad de las bancadas parlamentarias no solo tiene que ver con las necesidades de una gestión exitosa en el Congreso, sino con la estabilidad de una de las administraciones más frágiles de las últimas décadas: el gobierno de PPK, que representa a la tercera bancada parlamentaria.

La conducta de Vilcatoma, pues, podría estar creando una gran primera tendencia en contra de la balcanización política que ha caracterizado al espacio público en los últimos quince años. Hoy se habla, por ejemplo, de una posible ley contra el transfuguismo, que establecería que el legislador que abandone la bancada con la que fue elegido no podría integrar comisiones relevantes del Congreso ni tener el protagonismo usual de cualquier parlamentario. La frase que se suelta estremece: se convertiría en una paria del Parlamento. Se viene, pues, una interesante discusión.

Cualquier razonamiento a favor de las colectividades elegidas en las elecciones nacionales colisiona con las pasiones del antifujimorista fundamentalista. Más cercano de las guerras religiosas y del mundo mágico, el extremista “anti” apuesta por la dispersión del fujimorismo y porque el movimiento naranja reedite la desaparición del odriismo, del velasquismo y de otros ismos que llegaron al poder. Lo que no percibe el antifujimorista es que, en realidad, está apostando a que la fragmentación política se vuelva incontrolable, una situación en la que no solo perdería el fujimorismo, sino la democracia y las demás bancadas.

En este contexto, se presenta una nueva paradoja: el movimiento naranja, siempre asociado por sus enemigos al pasado autoritario, ahora también podría vincular su identidad a las grandes tradiciones partidarias. Por ejemplo, para enfrentar el desbande Vilcatoma, en la bancada de Fuerza Popular se nombró una mesa interna y un comité para ver el caso. Los organismos creados parece que serán permanentes y la conclusión empieza a avizorarse: el fujimorismo solo podrá mantener el enorme grupo parlamentario y enfrentar los problemas internos con institucionalidad y más institucionalidad.

Víctor Andrés Ponce