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Chávarry golpea a corrupción Lava Jato

Análisis de la guerra en la Fiscalía

Chávarry golpea a corrupción Lava Jato
Víctor Andrés Ponce
06 de agosto del 2018

 

En los últimos días el Perú vivió una situación que merece ser estudiada por una tesis de ciencias políticas. ¿Cómo se construyen realidades virtuales a partir de los medios tradicionales y cómo las redes sociales se han convertido en un poderoso sistema de contrapesos? Claro que estas realidades pueden ser maceradas en la próxima encuesta política que se publicará. Las encuestadoras también merecen estudiarse. ¿A qué vamos? Mientras el fiscal Pedro Chávarry desmontaba el aparato de protección de los implicados en el caso Lava Jato, que se organizó en la Fiscalía en los últimos dos años, se desataba uno de los linchamientos mediáticos más feroces registrados en nuestra reciente historia.

Claro que la avalancha tenía que ver con el error de Chávarry de negar un almuerzo con periodistas promovido por los implicados en el tráfico de influencias. Luego de reconocer el yerro, el fiscal debió pedir perdón, atendiendo al hecho de que un magistrado no está preparado para una emboscada política como la que le tendió la facción judicial contraria, en medio de un apanado mediático. En el almuerzo con los periodistas no hubo nada ilegal, pero el tsunami mediático pretendió afirmar lo contrario. Chávarry se mantuvo en sus trece y, de alguna forma, detuvo un golpe blanco que pretendía controlar las instituciones para favorecer a algunos.

¿Por qué sostenemos esta tesis? El acuerdo con la defensa de Barata y la colaboración con la justicia brasileña eran absolutamente posibles. Chávarry lo hizo y el manto de impunidad en la Fiscalía a favor de Toledo, Humala, PPK y Villarán comenzó a difuminarse. Hoy ellos serán investigados, procesados y quizá sentenciados. Pero no solo se trata de impunidad para algunos, sino de investigaciones selectivas para otros, tal como todos los peruanos lo hemos contemplado.

La moledora mediática avanzaba, pero Chávarry sorprendía a todos. Encargó al fiscal Rafael Vela la centralización del caso Lava Jato, destituyó a Hamilton Castro, brazo derecho del ex fiscal Pablo Sánchez; antes había ordenado el apresamiento de todos los implicados en el tráfico de influencias (los llamados “cuellos blancos”), evitado que Kuczynski emprendiera un largo viaje a Estados Unidos y presentado acusación constitucional en contra de los magistrados implicados.

El haber reconocido que negó un almuerzo tiene una explicación: no solo que Chávarry pretende salvar el cargo, sino —sobre todo— que desarrollará las investigaciones caiga quién caiga. El suscrito no conoce a Chávarry, nunca lo ha tratado (solo lo ha visto una vez después de una entrevista en RPP), pero sí conoce sobre su trayectoria. Es posiblemente uno de los magistrados más incuestionables del sistema de justicia. Es respetado, casi venerado por los demás fiscales, excepto por la facción judicial que lideran Pablo Sánchez y Hamilton Castro.

En el último intento de derribarlo quedó en absoluta evidencia que una facción hacía política sin anestesia en la Fiscalía. Pablo Sánchez, en un acto increíble y desesperado a la vez, salió a dar sendas entrevistas en la colación mediática que linchaba a Chávarry. José Domingo Pérez, otro de los alfiles de Sánchez, salía en una entrevista, se distanciaba del ex Fiscal de la Nación por las evidencias del aparato de protección Lava Jato, pero pedía que Chávarry dé un paso al costado.

Pero lo más patético de todo fue el intento de Gustavo Gorriti y de IDL-Reporteros de distanciarse de la gestión de Pablo Sánchez en una entrevista nocturna. Gorriti repitió la argumentación de Domingo Pérez, pero ¿acaso IDL-Reporteros no solo publica las investigaciones selectivas en contra de un sector político promovidas por la gestión anterior en la Fiscalía? En cualquier caso, quedó en evidencia que, desde hace varias lunas, IDL-Reporteros ya no hace periodismo sino activismo político, y busca influir en las disputas de las facciones judiciales.

De pronto todos se distanciaban de Pablo Sánchez porque algo olía mal. Y pasaban los días y Chávarry se volvía más fuerte. ¿Qué pasaba si sucedía lo contrario? Seguro que continuaban las investigaciones selectivas y se encarcelaba a algunos, mientras se protegía a otros, hasta llegar al momento del cierre del Congreso y el adelanto electoral. ¿Parece locura? Así piensan los fundamentalistas.

 

Víctor Andrés Ponce
06 de agosto del 2018

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