LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Asoma un nuevo Legislativo?
Las nuevas relaciones Ejecutivo - Congreso
Frente al intento del presidente de Vizcarra de volver a atizar las brasas de la guerra Ejecutivo-Legislativo —-guerra que desembocó en el referéndum— señalando que se podría considerar la cuestión de confianza por el retraso en la aprobación de algunos proyectos de ley, el presidente del Congreso, Daniel Salaverry, como se dice, lo paró en seco. Salaverry precisó que Vizcarra busca un enfrentamiento con el Legislativo cada vez que baja en las encuestas. Y Salaverry tiene toda la razón del mundo.
El estate quieto de Salaverry no solo revela que el presidente Vizcarra busca crear humaredas para ocultar el desastre del Estado en Las Bambas y la incapacidad de relanzar el crecimiento, de avanzar en la reconstrucción del norte, de combatir la anemia y la ola criminal, sino también las nuevas relaciones Ejecutivo-Legislativo que se avecinan. De una u otra manera, ya terminó ese momento en que Vizcarra fruncía el entrecejo para sostener que debían aprobarse los cuatro proyectos de reforma constitucional —presentados por el Ejecutivo para el referéndum— o, de lo contrario, se disolvía el Legislativo. La nueva posición del titular del Legislativo entonces es una buena señal para restablecer los equilibrios.
Si a estos hechos les sumamos la interpelación del ministro de Justicia, Vicente Zeballos y la decisión de la mayoría de legisladores de no ir por la censura, entonces es evidente que en el Congreso hay un nuevo humor. Ya no se baja la cerviz como sucedió antes del referéndum, pero tampoco se cae en los extremismos opositores de antes. Se empieza a actuar con razón, con ventaja y sin sobrepasarse.
El nuevo humor del Legislativo permite varias cosas positivas: en primer lugar, restablecer el equilibrio de poderes, algo fundamental para la gobernabilidad. Si al Ejecutivo le ponen los puntos sobre los íes, Vizcarra se queda sin humo y se ve urgido a gobernar, a resolver los problemas del país. En segundo lugar, permitirá detener la voracidad constitucional de la izquierda, que ha destrozado el sistema político con las propuestas del referéndum: la política se ha barbarizado con la no reelección parlamentaria sin bicameralidad y con la estatización de las campañas electorales.
Hoy la izquierda pretende que el Perú se pase reformando su Carta Política hacia el 2021 con la propuesta que ha presentado la llamada "comisión de notables", encabezada por Fernando Tuesta. Un referéndum no basta para los amigos de la zurda. Se necesitan los cinco años del periodo constitucional para reformar la Constitución sin haber ganado una elección, con el objetivo de controlar instituciones y seguir medrando detrás del poder. Todo eso parece que no pasará con el nuevo humor del Legislativo.
Pero quizá lo más importante es que todos los grupos y fracciones que han surgido en el Legislativo entiendan que este Congreso podría dejar un legado, no obstante el deterioro institucional que causó la guerra Ejecutivo-Congreso. Y ese legado puede ser un paquete de reformas que relance el modelo económico del Perú que —a diferencia del Estado, los políticos y la política— es una de las pocas cosas que ha funcionado en el último cuarto de siglo. Flexibilizar la legislación laboral, reformar la legislación para promover inversiones en infraestructuras, reformar la educación en función de la meritocracia y la innovación, y transformar el sistema de salud pueden formar parte de ese legado.
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