La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
La insurrección contra la Constitución y el Estado de derecho empieza a fracasar en todas las líneas: las movilizaciones que llegaron a concentrar hasta 5,000 personas se despueblan dramáticamente y los objetivos del radicalismo acerca de adelantar las elecciones o instalar una asamblea constituyente no van. Asimismo, los departamentos sitiados –como Madre Dios, Puno y Cusco– comienzan a ser liberados por la movilización de la gente que quiere volver a producir y vender. Por otro lado, las instituciones republicanas (Ejecutivo, Congreso, Ministerio Público y Poder Judicial) permanecen en pie luego de haber detenido el golpe de Estado de Pedro Castillo.
Sin embargo, algunos se desesperan por la evidente destrucción de la economía y la producción que está dejando la violencia que se inició con el golpe fallido de Castillo. Sin embargo, luego de la elección nacional de Castillo, ¿a quién se le ocurrió que el país no iba ser destruido? ¿Acaso alguien se creyó el argumento progresista acerca de que Castillo no representaba amenaza pese a sus vínculos con el maoísmo? El Gobierno de Castillo, Perú Libre y el Movadef siempre representó una amenaza autoritaria y un proyecto colectivista que pretendía permanecer por décadas en el poder. El hecho que demuestra que Dios es peruano –según el rezo popular– es que el país está saliendo de un proyecto totalitario preservando su Constitución y su Estado de derecho y, a pesar de la destrucción y retrocesos, preservando las columnas principales de su modelo económico. A partir de allí la reconstrucción nacional será rápida y superará todos los logros anteriores.
De allí también la movilización de todos los gobiernos bolivarianos del continente frente a la reacción de las instituciones democráticas y la defensa del Estado de derecho en Perú: ¡no pueden permitir que triunfe el ejemplo peruano en las sociedades que enfrentan gobiernos bolivarianos, que suelen actuar al filo o en contra de la Constitución!
Por todas estas consideraciones, el Ejecutivo, el Congreso, el Ministerio Público, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú (PNP), deben focalizarse en restaurar el orden interno para devolverle plena gobernabilidad a la sociedad. En ese sentido, es fundamental desterrar la sensación de impunidad de los violentistas: todos los vándalos en todas las regiones deben ser identificados y procesados.
Asimismo, el Ejecutivo con colaboración del Congreso deben lanzar un shock de inversiones en el sur del Perú –una especie de Plan Marshall– que acelere y movilice todas las obras e inversiones trabajadas en los gobiernos regionales y paralizadas por la corrupción local. El objetivo debería ser que casi todos los sureños cuenten con agua y desagüe. Si es necesario reformas legales para superar la ineficiencia y la corrupción existente en los gobiernos regionales se debe hacer.
Por otro lado, la destrucción institucional y legal que ha dejado el Gobierno de Castillo debe enfrentarse con premura y rapidez. Todos los funcionarios estatales de mando medio vinculados al eje bolivariano deberían ser reemplazados con rapidez, sobre todo en los sectores Educación y los llamados ministerios sociales. Se necesita reconstruir el Estado que comenzaba a ser aniquilado desde adentro. Felizmente, la PNP se reconstruye con extremada rapidez frente a la violencia que pretende instalar la anarquía y el caos.
Finalmente, el nuevo Gobierno debería enviar señales claras a los inversionistas, notificando que en el Perú se ha restablecido plenamente el Estado de derecho. Se deberían derogar los decretos laborales del sector Trabajo que prohíben la tercerización laboral,y que fomentaban la sindicalización en fábricas, sectores industriales y grupos económicos, y que además liberalizaban en extremo el derecho huelga, con el claro objeto de destruir la inversión, las empresas y las fuentes de empleo.
El Perú necesita demostrar que está saliendo de la tragedia Castillo, tal como está sucediendo. Y quizá el relanzamiento de un nuevo proyecto minero en el Perú podría convertirse en el antes y el después de esa tragedia.
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